BON: te quiero
Dicen que el amor no entiende de razas, distancias, sexo o edad. Pero, ¿realmente la sociedad esta preparada para ello? ¿Cómo alguien no puede aceptar el amor entre dos personas? ¿Por que entierran algo tan bonito en el olvido? ¿Cual seria la unica salida? Un amor destinado a la separacion...
-Gracias Amanda ;)
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Bienvenid@s!
Hola! Antes que nada, gracias por el simple hecho de entrar aquí. Aquí os pondré mis historias, mis pensamientos y siempre van a tener como protagonistas a los chicos de Tokio Hotel, aunque no siempre saldrán como tal.
Espero que os guste y que os divirtáis leyendo y pido una única cosa, en esta actual historia los cuatro chicos no son los protagonistas, es mi primera historia así, y me encantaría que a continuación me contárais que os parece.
Me alegraría muchísimo saber que cada visitante elige su opinión en la encuesta =)
Muchísimas gracias por vuestra atención, y espero, sigáis entrando ;)
Espero que os guste y que os divirtáis leyendo y pido una única cosa, en esta actual historia los cuatro chicos no son los protagonistas, es mi primera historia así, y me encantaría que a continuación me contárais que os parece.
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martes, 30 de marzo de 2010
Capítulo 10. Trabajo.
En este capítulo aparecen:
Llegue a casa más temprano que lo de lo normal, y por eso, no había nadie en casa. Nada más que Rosa y Óscar que llegó después de mí.
-¿Qué haces aquí?-quiso saber, con el ceño fruncido.
-¿Sabías qué? Estamos haciendo huelga, no nos ponen la calefacción-mentí mal a posta. Con él podías matar a alguien que él te ayudaría a esconderlo.
Se quedó pensando un poco y sabía lo que pensaba; ese tema ya se lo conté una vez y ahora se estaría diciendo si era verdad lo que le estaba contando o solo usé de pretexto lo anterior.
-Has hecho novillos, ¿verdad?-se puso serio.
-¿Yo?-me puse mi mano en el pecho, ofendida.
-No juegues más conmigo-me dio un pequeño empujoncito. Reímos-. ¿Se puede saber por qué?-me indicó con la cabeza a las escaleras para que nos sentáramos.
-Pues-dije tras resoplar y ponerme seria-. Bill ha pegado a Jeremy porque se enteró que vino a acompañarme el sábado después de que cortara la relación con él; entonces como los chicos tienen una neurona y es la del instinto animal, se ha tirado a por Jeremy-expliqué.
Óscar analizó palabra por palabra.
-¿Qué Jeremy, el chico negro-asentí-, te vino acompañar?
-Sí.
-¿Cómo se ha enterado Bill de ello? ¿Y cómo que nosotros tenemos más que una neurona?-reí por lo último.
-Lo de la neurona, discutiremos luego. ¿Enterarse? ¿Cómo? Muy sencillo, teniendo una hermana cotilla quien te promete no contarle nada a nadie y es lo primero que hace-apoyé mi cabeza en mi mano.
-Elia-murmuró-. Bueno, no tienes que pagarla con ella-abrí mucho los ojos-. Es Bill con el que tienes que pagarla, él ya no es nada tuyo para que se ponga así con el chico. Si hubiera tenido dos dedos de frente lo sabría, pero sí-suspiró-, él si que tiene una neurona-sonreí.
-Pero es que no sé como dejarle claro que ya no vamos a volver más-añadí.
-Cuando te vea con un nuevo chico se dará cuenta de lo idiota que ha sido al derjarte escapar-le sonreí y apoyé mi cabeza en su hombro-. ¿Quién será?-preguntó tras una pausa-. ¿Ese Jeremy tal vez?-me incoporé para mirarle a los ojos.
-No lo sé-me encogí de hombros, y me puse roja. Eso era lo que más quería en este momento, poder decir que el adecuado es Jeremy.
Paramos de reír en cuanto vimos que mi padre asomó por la puerta.
Desde ayer por la tarde que no le veía y desde ese día estaba dispuesta a plantarle cara a todo lo que estuviera en desacuerdo con él, pero en ese instante me sentí indefensa ante la mirada de él. Tantos años temiéndole que de un día para otro no puedo decirle todo lo que pienso, aunque ayer hiciera una excepción, y por eso, Óscar y yo nos levantamos de un salto y sin decirle nada fui directa a subir las escaleras aún con mi mochila en mi espalda.
-¿Qué haces aquí?-sabía que era para mí.
-Tenemos huelga-dije tartamudeante-. Solo ha sido hoy-continué.
-¿Debido a qué? Giselle, ¿puedes mirarme a la cara?-difícil cosa. Lentamente sus ojos quedaron fijos en los míos.
-Debido a que se ha estropeado, nuevamente, la calefacción y no estábamos dispuestos a pasar frío porque no querían llamar para arreglarla-intenté sonar lo más convincente posible. Funcionó.
-Llamaré si es necesario-negué con la cabeza y comprendió-. Si no lo arreglan solo tienes que decírmelo-asentí.
-Voy a estudiar-no dijo nada y dejó irme tranquila a mi habitación.
Cuando llegué tiré mi mochila al suelo y fui directa a tumbarme en mi cama. Bufé.
Sin querer rocé el bolsillo de mi pantalón y noté un pequeño bulto. Entonces me acordé y una sonrisa de completa boba se me dibujó en la cara.
Era la dirección de Jeremy y solo tendría que esperar unas…, miré mi reloj, cinco horas más o menos para volver a verle.
***
-Aquí tienes, ¿sabes dónde está no?-le entregué el papel a Óscar cuando ya se sentó en el asiento del piloto.
-Sí-asintió rápidamente con la cabeza-. Vamos entonces-dejó el papel en el asiento del copiloto y fuimos directos a la casa de Jeremy.
Recordé el número de su casa y no me fue difícil divisar el 9.
Su casa era la que más resaltaba en el vecindario ya que era la más alta de todas.
Miré a mi alrededor recordando si había estado antes por aquí y creo, que estuve una vez cuando en primaria tuve que hacer un trabajo de.. de, ¿conocimiento del medio? No lo sé, y ahora no importa mucho.
Me estiré la camiseta colocándomela bien y fui hacia la puerta de su casa. No tenía ningún telefonillo, entonces tuve que abrir la verja para tocar la puerta.
Tardó unos segundos en abrir la puerta y en encontrarme con la mirada de Jeremy, acompañado de unos labios carnosos sorientes.
-Hola-dije automáticamente, mostrando mis dientes en una enorme sonrisa.
-Hola-contestó-. ¿Te ha sido… difícil encontrar mi casa?
-No-negué con la cabeza, coqueta-. Óscar conocía esta calle ya.
-¿Óscar?-frunció el ceño.
-Mi chófer-le expliqué.
-Oh-se sorprendió-. Debes de ser una chica muy importante-alzó las cejas, divertido.
-No sabes cuanto-chasqueé la lengua.
-Entonces-bajó la mirada-, yo debo de ser un afortunado al ir contigo-me volvió a mirar y yo solo pude sonrojarme.
No dijimos nada y le guié hasta mi coche donde Óscar nos esperaba.
-Hola-saludó amabilmente Jeremy.
-Este es Jeremy y este es Óscar-les presenté.
-Encantado-Óscar sonrió de oreja a oreja, divertido.
-¿Qué tal Valencia? ¿Te gusta?-arrancó el coche.
-La verdad es que al principio le veía todo lo negativo; he dejado una vida allí en San Francisco y es difícil empezar una nueva vida en otro continente, pero poco a poco te acostumbras y te va gustando-lo miré por el rabillo del ojo, sonriente.
-¿Conoces muchos sitios y tal? Giselle puede hacerte de guía…-me miró por el retrovisor y le regalé una mirada fulminante.
-Él ya lo sabe que puede llamarme siempre que pueda-dije sonando lo más tranquila posible, sin nervios.
-Sí, lo sé-dijo-. Algún día te llamaré-me dio un pequeño golpe con el codo.
-¿Y en qué trabajan tus padres?-siguió con el interrogatorio.
-Mi padre es jefe de una fábrica de importaciones, Leghton S.A es aquí. ¿La conocéis?-asentímos-. Y mi madre es profesora de inglés.
-Eso está muy bien-concluyó Óscar pasando un cruce y parándose frente a la casa de Georg-. ¿A qué hora paso a por vosotros?
-Sobre las 7 y media está bien, ¿no?-miré a Jeremy.
-Por mi perfecto-se encogió de hombros.
-Estupendo. Hasta luego-nos despedimos.
-¿Aquí sois todos ricos?-comentó cuando vio la casa-mansión de Georg.
-Creo… que sí-ladeé la cabeza-. Pero tu que digamos no es que tengas una casa muy pequeña.
-Lo cierto es que no-rió-. ¿En qué trabajan los padres de él?-preguntó mientras nos dirigiamos hacia su puerta.
-Su madre es abogada y su padre psicólogo. Se mudaron aquí pensando que no había tanta delicuencia y que no habían tantos locos-bromeé y al parecer le gustó, empezamos a reírnos cuando Georg abrió la puerta de golpe.
-¿Cuál es el chiste?-nos miraba a los dos con el entrecejo fruncido.
-Creo que no lo entenderías-puse mi mano en su hombro y le aparté un poco para entrar a su casa.
-Sí, claro Giselle. Tú como en tu casa-me di la vuelta para sonreírle.
-Sabes que tu madre me deja entrar aquí cuando quiera.
Y era cierto, no sé que encanto tengo, pero normalmente a las casas que voy sus madres siempre me piden que vuelva y eso, que a veces pienso que lo máximo que he hablado con ellas ha sido un “hola” y “adiós”.
Sin decirme nada ya sabía a donde teníamos que ir; bajando las escaleras de caracol que había en el centro del hall encontraríamos la sala de juegos de Georg donde a continuación, encontraríamos su estudio donde efectivamente, Gustav jugaba a la Play Station 3.
-¿Todavía en este nivel?-exclamé viendo el mismo pasadizo del Príncipe de Persia II.
-Es que… se me resiste-oí que murmuró una maldición cuando volvió a caer.
-Déjalo, ahora tenemos trabajo que hacer-enfadado apagó el aparato y se reunió conmigo.
Hablando tranquilamente entraron Georg y Jeremy que escuché como Georg fardaba de su casa un poquito más.
-¿Empezamos?-dijo Gustav.
Georg nos señaló a la mesa que teníamos enfrente nuestra, donde ya estaba el libro de matemáticas preparado con el oredenador encendido en una página, donde pude leer, Ruffini.
-¿Cómo lo haremos?-preguntó Georg a la vez que nos sentamos todos.
-Primero me tiene que salir, después lo que queráis-murmuré.
-Está bien, ¿qué es lo que no te sale?-dijo Jeremy sentado a mi lado.
-Pues…-era difícil dejar de mirar esos grandes ojos clavados en mí con mucha dulzura; estaba dispuesto a ayudarme hasta que lo entendiera-. ¿Cuándo hay que usarlo?
-Cuando el exponente sea mayor de 2-cogió un papel y empezó a hacerme una ecuación-. Pongámosle 3, ahí ya tienes que utilizar Ruffini, ¿sabes hacer eso?
-Sï, creo que sí-dije dubitativa.
Me pasó el papel y el bolígrafo; cuando fui a cogerlo nuestras manos rozaron y el contacto de su piel hizo que me tensara un poco.
Sin distraerme más, bajé la vista al papel y usé mis habilidades en esto, que por suerte, creo que no era muy difícil.
-¿Así?-enarqué una ceja, con miedo de quedarme en vergüenza por no hacerlo bien y tirarme aquí tres horas.
Jeremy cogió el papel; desvié la mirada hacia mis amigos que miraban atentos a Jeremy esperando el resultado.
-¿Ves cómo no es tan difícil?-me sonrió-. Sabes hacerlo.
-¡Yuhu!-Georg y Gustav empezaron a aplaudir-. Es que es muy canzona y no le gustaba decir que si sabía hacerlo-dijo Gustav con sorna. Le dediqué una mirada de reproche, pero que después, nos hizo gracia.
-Entonces todo sabido ya… ¡empecemos!-Georg nos animaba a no aburrirnos en una tarde entera.
***
-Pero Giselle no nos hizo caso y ella se tiró desde una altura que yo no haría-contó Georg entre risas como todos.
Me dolía el estómago de la risa.
Cuando terminamos un par de ejercicios empezamos a contar anécdotas, y casi todas tenían que ver con meteduras de pata mías, y la tarde se nos acabó.
-Bueno, ¿y qué querías que hiciera?-le repliqué-. Yo tenía ganas de hacerlo y no es mi culpa si tu eres un cagueta-le di un pequeño golpe al brazo de Georg.
Esta última anécdota era de cuando nos fuimos al campo y por casualidad, encontramos un río. Bill y Tom se tiraron de una alta roca y yo no iba a ser menos.
El sonido del telefonillo interrumpió nuestras risas. Georg se levantó para contestar.
-Entonces eres una chica a la que le gusta el peligro-dijo Jeremy alzando las cejas.
-Espera a conocerla mejor-Gustav se puso una mano en la cabeza.
Jeremy pilló la indirecta y empezó a reírse más.
-No te rías más-reproché.
-Es que, me hubiera encantado verte saltar-confesó con un brillo en sus ojos.
-No es mala idea-miramos a Gustav-. Un día que haga buen tiempo podríamos ir, ¿no?-miró a Georg que se incorporó a nosotros.
-¿A dónde? Bueno-nos miró a nosotros-, Óscar está a fuera.
Jeremy y yo nos levantamos.
-Gustav decía de volver al río-le comenté.
-Me parece estupendo-se alegró-. Me gusta la idea.
-Tú te apuntas, ¿no Jeremy?
-Claro-asentía con la cabeza.
-Pues ya haremos planes. Nos vemos mañana chicos-cerramos la puerta tras nosotros.
Mientras subíamos las escaleras nos quedamos en silencio. Estábamos solos y, me encantaría aprovechar el momento.
Lo miré por el rabillo del ojo, esperando alguna señal de que también deseara tener un minuto más de soledad conmigo y hacer esperar un poquito a Óscar.
-¿Mañana qué haces?-me preguntó.
-¿Mañana?-me pilló por sorpresa. Balbuceé un poco-. Estaré en casa, supongo-me encogí de hombros.
-Si quieres, puedo pasarme a… ver que haces-esbozó una media sonrisa, divertido.
-Por supuesto-dije automáticamente.
-Genial-me abrió la puerta y dejó que pasara yo primero.
Llegue a casa más temprano que lo de lo normal, y por eso, no había nadie en casa. Nada más que Rosa y Óscar que llegó después de mí.
-¿Qué haces aquí?-quiso saber, con el ceño fruncido.
-¿Sabías qué? Estamos haciendo huelga, no nos ponen la calefacción-mentí mal a posta. Con él podías matar a alguien que él te ayudaría a esconderlo.
Se quedó pensando un poco y sabía lo que pensaba; ese tema ya se lo conté una vez y ahora se estaría diciendo si era verdad lo que le estaba contando o solo usé de pretexto lo anterior.
-Has hecho novillos, ¿verdad?-se puso serio.
-¿Yo?-me puse mi mano en el pecho, ofendida.
-No juegues más conmigo-me dio un pequeño empujoncito. Reímos-. ¿Se puede saber por qué?-me indicó con la cabeza a las escaleras para que nos sentáramos.
-Pues-dije tras resoplar y ponerme seria-. Bill ha pegado a Jeremy porque se enteró que vino a acompañarme el sábado después de que cortara la relación con él; entonces como los chicos tienen una neurona y es la del instinto animal, se ha tirado a por Jeremy-expliqué.
Óscar analizó palabra por palabra.
-¿Qué Jeremy, el chico negro-asentí-, te vino acompañar?
-Sí.
-¿Cómo se ha enterado Bill de ello? ¿Y cómo que nosotros tenemos más que una neurona?-reí por lo último.
-Lo de la neurona, discutiremos luego. ¿Enterarse? ¿Cómo? Muy sencillo, teniendo una hermana cotilla quien te promete no contarle nada a nadie y es lo primero que hace-apoyé mi cabeza en mi mano.
-Elia-murmuró-. Bueno, no tienes que pagarla con ella-abrí mucho los ojos-. Es Bill con el que tienes que pagarla, él ya no es nada tuyo para que se ponga así con el chico. Si hubiera tenido dos dedos de frente lo sabría, pero sí-suspiró-, él si que tiene una neurona-sonreí.
-Pero es que no sé como dejarle claro que ya no vamos a volver más-añadí.
-Cuando te vea con un nuevo chico se dará cuenta de lo idiota que ha sido al derjarte escapar-le sonreí y apoyé mi cabeza en su hombro-. ¿Quién será?-preguntó tras una pausa-. ¿Ese Jeremy tal vez?-me incoporé para mirarle a los ojos.
-No lo sé-me encogí de hombros, y me puse roja. Eso era lo que más quería en este momento, poder decir que el adecuado es Jeremy.
Paramos de reír en cuanto vimos que mi padre asomó por la puerta.
Desde ayer por la tarde que no le veía y desde ese día estaba dispuesta a plantarle cara a todo lo que estuviera en desacuerdo con él, pero en ese instante me sentí indefensa ante la mirada de él. Tantos años temiéndole que de un día para otro no puedo decirle todo lo que pienso, aunque ayer hiciera una excepción, y por eso, Óscar y yo nos levantamos de un salto y sin decirle nada fui directa a subir las escaleras aún con mi mochila en mi espalda.
-¿Qué haces aquí?-sabía que era para mí.
-Tenemos huelga-dije tartamudeante-. Solo ha sido hoy-continué.
-¿Debido a qué? Giselle, ¿puedes mirarme a la cara?-difícil cosa. Lentamente sus ojos quedaron fijos en los míos.
-Debido a que se ha estropeado, nuevamente, la calefacción y no estábamos dispuestos a pasar frío porque no querían llamar para arreglarla-intenté sonar lo más convincente posible. Funcionó.
-Llamaré si es necesario-negué con la cabeza y comprendió-. Si no lo arreglan solo tienes que decírmelo-asentí.
-Voy a estudiar-no dijo nada y dejó irme tranquila a mi habitación.
Cuando llegué tiré mi mochila al suelo y fui directa a tumbarme en mi cama. Bufé.
Sin querer rocé el bolsillo de mi pantalón y noté un pequeño bulto. Entonces me acordé y una sonrisa de completa boba se me dibujó en la cara.
Era la dirección de Jeremy y solo tendría que esperar unas…, miré mi reloj, cinco horas más o menos para volver a verle.
***
-Aquí tienes, ¿sabes dónde está no?-le entregué el papel a Óscar cuando ya se sentó en el asiento del piloto.
-Sí-asintió rápidamente con la cabeza-. Vamos entonces-dejó el papel en el asiento del copiloto y fuimos directos a la casa de Jeremy.
Recordé el número de su casa y no me fue difícil divisar el 9.
Su casa era la que más resaltaba en el vecindario ya que era la más alta de todas.
Miré a mi alrededor recordando si había estado antes por aquí y creo, que estuve una vez cuando en primaria tuve que hacer un trabajo de.. de, ¿conocimiento del medio? No lo sé, y ahora no importa mucho.
Me estiré la camiseta colocándomela bien y fui hacia la puerta de su casa. No tenía ningún telefonillo, entonces tuve que abrir la verja para tocar la puerta.
Tardó unos segundos en abrir la puerta y en encontrarme con la mirada de Jeremy, acompañado de unos labios carnosos sorientes.
-Hola-dije automáticamente, mostrando mis dientes en una enorme sonrisa.
-Hola-contestó-. ¿Te ha sido… difícil encontrar mi casa?
-No-negué con la cabeza, coqueta-. Óscar conocía esta calle ya.
-¿Óscar?-frunció el ceño.
-Mi chófer-le expliqué.
-Oh-se sorprendió-. Debes de ser una chica muy importante-alzó las cejas, divertido.
-No sabes cuanto-chasqueé la lengua.
-Entonces-bajó la mirada-, yo debo de ser un afortunado al ir contigo-me volvió a mirar y yo solo pude sonrojarme.
No dijimos nada y le guié hasta mi coche donde Óscar nos esperaba.
-Hola-saludó amabilmente Jeremy.
-Este es Jeremy y este es Óscar-les presenté.
-Encantado-Óscar sonrió de oreja a oreja, divertido.
-¿Qué tal Valencia? ¿Te gusta?-arrancó el coche.
-La verdad es que al principio le veía todo lo negativo; he dejado una vida allí en San Francisco y es difícil empezar una nueva vida en otro continente, pero poco a poco te acostumbras y te va gustando-lo miré por el rabillo del ojo, sonriente.
-¿Conoces muchos sitios y tal? Giselle puede hacerte de guía…-me miró por el retrovisor y le regalé una mirada fulminante.
-Él ya lo sabe que puede llamarme siempre que pueda-dije sonando lo más tranquila posible, sin nervios.
-Sí, lo sé-dijo-. Algún día te llamaré-me dio un pequeño golpe con el codo.
-¿Y en qué trabajan tus padres?-siguió con el interrogatorio.
-Mi padre es jefe de una fábrica de importaciones, Leghton S.A es aquí. ¿La conocéis?-asentímos-. Y mi madre es profesora de inglés.
-Eso está muy bien-concluyó Óscar pasando un cruce y parándose frente a la casa de Georg-. ¿A qué hora paso a por vosotros?
-Sobre las 7 y media está bien, ¿no?-miré a Jeremy.
-Por mi perfecto-se encogió de hombros.
-Estupendo. Hasta luego-nos despedimos.
-¿Aquí sois todos ricos?-comentó cuando vio la casa-mansión de Georg.
-Creo… que sí-ladeé la cabeza-. Pero tu que digamos no es que tengas una casa muy pequeña.
-Lo cierto es que no-rió-. ¿En qué trabajan los padres de él?-preguntó mientras nos dirigiamos hacia su puerta.
-Su madre es abogada y su padre psicólogo. Se mudaron aquí pensando que no había tanta delicuencia y que no habían tantos locos-bromeé y al parecer le gustó, empezamos a reírnos cuando Georg abrió la puerta de golpe.
-¿Cuál es el chiste?-nos miraba a los dos con el entrecejo fruncido.
-Creo que no lo entenderías-puse mi mano en su hombro y le aparté un poco para entrar a su casa.
-Sí, claro Giselle. Tú como en tu casa-me di la vuelta para sonreírle.
-Sabes que tu madre me deja entrar aquí cuando quiera.
Y era cierto, no sé que encanto tengo, pero normalmente a las casas que voy sus madres siempre me piden que vuelva y eso, que a veces pienso que lo máximo que he hablado con ellas ha sido un “hola” y “adiós”.
Sin decirme nada ya sabía a donde teníamos que ir; bajando las escaleras de caracol que había en el centro del hall encontraríamos la sala de juegos de Georg donde a continuación, encontraríamos su estudio donde efectivamente, Gustav jugaba a la Play Station 3.
-¿Todavía en este nivel?-exclamé viendo el mismo pasadizo del Príncipe de Persia II.
-Es que… se me resiste-oí que murmuró una maldición cuando volvió a caer.
-Déjalo, ahora tenemos trabajo que hacer-enfadado apagó el aparato y se reunió conmigo.
Hablando tranquilamente entraron Georg y Jeremy que escuché como Georg fardaba de su casa un poquito más.
-¿Empezamos?-dijo Gustav.
Georg nos señaló a la mesa que teníamos enfrente nuestra, donde ya estaba el libro de matemáticas preparado con el oredenador encendido en una página, donde pude leer, Ruffini.
-¿Cómo lo haremos?-preguntó Georg a la vez que nos sentamos todos.
-Primero me tiene que salir, después lo que queráis-murmuré.
-Está bien, ¿qué es lo que no te sale?-dijo Jeremy sentado a mi lado.
-Pues…-era difícil dejar de mirar esos grandes ojos clavados en mí con mucha dulzura; estaba dispuesto a ayudarme hasta que lo entendiera-. ¿Cuándo hay que usarlo?
-Cuando el exponente sea mayor de 2-cogió un papel y empezó a hacerme una ecuación-. Pongámosle 3, ahí ya tienes que utilizar Ruffini, ¿sabes hacer eso?
-Sï, creo que sí-dije dubitativa.
Me pasó el papel y el bolígrafo; cuando fui a cogerlo nuestras manos rozaron y el contacto de su piel hizo que me tensara un poco.
Sin distraerme más, bajé la vista al papel y usé mis habilidades en esto, que por suerte, creo que no era muy difícil.
-¿Así?-enarqué una ceja, con miedo de quedarme en vergüenza por no hacerlo bien y tirarme aquí tres horas.
Jeremy cogió el papel; desvié la mirada hacia mis amigos que miraban atentos a Jeremy esperando el resultado.
-¿Ves cómo no es tan difícil?-me sonrió-. Sabes hacerlo.
-¡Yuhu!-Georg y Gustav empezaron a aplaudir-. Es que es muy canzona y no le gustaba decir que si sabía hacerlo-dijo Gustav con sorna. Le dediqué una mirada de reproche, pero que después, nos hizo gracia.
-Entonces todo sabido ya… ¡empecemos!-Georg nos animaba a no aburrirnos en una tarde entera.
***
-Pero Giselle no nos hizo caso y ella se tiró desde una altura que yo no haría-contó Georg entre risas como todos.
Me dolía el estómago de la risa.
Cuando terminamos un par de ejercicios empezamos a contar anécdotas, y casi todas tenían que ver con meteduras de pata mías, y la tarde se nos acabó.
-Bueno, ¿y qué querías que hiciera?-le repliqué-. Yo tenía ganas de hacerlo y no es mi culpa si tu eres un cagueta-le di un pequeño golpe al brazo de Georg.
Esta última anécdota era de cuando nos fuimos al campo y por casualidad, encontramos un río. Bill y Tom se tiraron de una alta roca y yo no iba a ser menos.
El sonido del telefonillo interrumpió nuestras risas. Georg se levantó para contestar.
-Entonces eres una chica a la que le gusta el peligro-dijo Jeremy alzando las cejas.
-Espera a conocerla mejor-Gustav se puso una mano en la cabeza.
Jeremy pilló la indirecta y empezó a reírse más.
-No te rías más-reproché.
-Es que, me hubiera encantado verte saltar-confesó con un brillo en sus ojos.
-No es mala idea-miramos a Gustav-. Un día que haga buen tiempo podríamos ir, ¿no?-miró a Georg que se incorporó a nosotros.
-¿A dónde? Bueno-nos miró a nosotros-, Óscar está a fuera.
Jeremy y yo nos levantamos.
-Gustav decía de volver al río-le comenté.
-Me parece estupendo-se alegró-. Me gusta la idea.
-Tú te apuntas, ¿no Jeremy?
-Claro-asentía con la cabeza.
-Pues ya haremos planes. Nos vemos mañana chicos-cerramos la puerta tras nosotros.
Mientras subíamos las escaleras nos quedamos en silencio. Estábamos solos y, me encantaría aprovechar el momento.
Lo miré por el rabillo del ojo, esperando alguna señal de que también deseara tener un minuto más de soledad conmigo y hacer esperar un poquito a Óscar.
-¿Mañana qué haces?-me preguntó.
-¿Mañana?-me pilló por sorpresa. Balbuceé un poco-. Estaré en casa, supongo-me encogí de hombros.
-Si quieres, puedo pasarme a… ver que haces-esbozó una media sonrisa, divertido.
-Por supuesto-dije automáticamente.
-Genial-me abrió la puerta y dejó que pasara yo primero.
Capítulo 9. Novillos.
En este capítulo aparecen:
Mientras hacia mis deberes, Bill me llamó unas cuantas veces. No tenía ganas de tener que escuchar su voz para calentarme la cabeza y apagué mi móvil.
A la mañana siguente, cuando lo encendí, me llegó un mensaje con diez llamadas perdidas de él. No se que querría, el sábado se lo dejè todo bien clarito.
No me queria amargar y me dispuse a prepararme para ir al instituto, y sobre todo, para ir a esa clase de matemáticas que cada día me iba gustando más. Isidro me lo tendría bien agradecido, supongo yo…
Por suerte, los lunes no tengo que desayunar con mi padre asi que me ahorré de empezar mal el día.
-Buenos días-Óscar nos abria la puerta del coche con su espectacular sonrisa de todos los días. A pesar de que su relación con Leonor iba a pique, porque a todas horas nos servía a nosotros, siempre nos regalaba una sonrisa. Y para mí, es el único que siempre me hace ver las cosas positivas de todo nada más empezar el día.
-¿Qué tal?-pregunté al meterse él en el coche.
-Mejor que mejor, ¿y vosotras?
-Ahí voy…-contesté resoplando.
-Verás como todo te irá mejor-miré a Elia por el rabillo del ojo.
Se pensaría que no sabía lo que estaba haciendo, y la tenía calada desde el mismo instante que supo que Bill y yo no estábamos.
Antes hacia cualquier cosa por hacerme la vida más difícil cada vez que Bill y yo estábamos en una misma frase; pero ahora que su amor está solito, no va a tardar en tirarle los trastos más de lo que ya se los tiraba…
Lo siento por ella, pero Bill siempre ha pensado de ella que necesita madurar un poco y aunque, es bastante guapa no se vería nunca con ella.
Cuando miré por la ventanilla al pararse el coche frente a nuestro instituto, vi como Bill estaba de pie en el mismo sitio que en el que me recibe todas las mañanas. Resoplé muy fuerte.
Salí del coche despidiéndome de Óscar y me dispuse a entrar el edificio ingnorándolo completamente agachando mi cabeza.
Pero, para mi desgracia no funcionó.
-Giselle-me agarró de mi brazo izquierdo. Miré su mano y después la desvié hacia su mirada.
-Suéltame-susurró con tono de repugnancia.
-Te llame 20 veces, ¿por qué no me lo cogiste?-preguntó poniendo cara de pena a la vez que quitaba su mano de mi brazo.
-No lo sé Bill, ¿por qué no te lo cogería?-ironicé cruzándome de brazos.
-Giselle, te quiero-dijo después de pensarse que decirme y se medio por lo más fácil… o por lo más tonto.
-No me vale. Habértelo pensado antes…-no terminé la frase. Tom y Sara asomaban por detrás de Bill.
Tom con su cara de idiota sonriente que no se la quita nadie, y Sara mirándome confusa sin saber que había pasado del todo.
Pobre. Ella también estaría pasando lo que yo; si Bill me puso los cuernos, ¿Tom no se los pondría a Sara? Es como decir que un león se volviera vegetariano. Y yo, se lo pensaba contar en cuanto tuviese la oportunidad de pillarla sola.
-Pero Giselle. No hechemos a la borda casi dos años de relación-lo dijo de una manera tan convincente que si no hubiera sido porque recordé que me fue infiel y que, por otro lado me estaba gustando Jeremy, ahora mismo besaría sus finos labios.
-No, Bill. No supliques más. No te rebajes más de lo que lo estas haciendo-fue mi última palabra y comencé mi paso.
-En eso tiene razón-pude oir las carcajadas de Tom como si estuviese a un centímetro de mi.
-Oh, cállate-sentí a Bill y el sonido de lo que parecía su mochila chocar con el cuerpo de Tom.
Sacudí mi cabeza y sonreí al encontrarme a dos chicos que de veras merecían la pena.
-¿Qué tal estáis?-pregunté nada más estar a un metro de ellos.
-¡La perdida Giselle!-exclamó Gustav.
-¿Te encuentras mejor de tu estómago?-preguntó Georg. Fruncí el ceño.
-¿Qué le pasa a mi estómago?-Georg miró a Gustav para ver si se había equivocado, pero éste asintió.
-Bill nos dijo que el sábado te quedaste en casa porque algo te había sentado mal-exploté a carcajadas. Hasta donde podía llegar el orgullo de este hombre…
-Es mentira-expliqué cuando vi sus rostros desconcertados-. Bill y yo hemos roto-dije tras suspirar. Sus bocas formaron una gran “o”.
-¿Por qué?-preguntó Gustav.
-Resulta que… ¿Por qué no andamos para adentro mejor?-pregunté cuando vi que Bill venía hacia aquí. Asintieron y me siguieron escuchando atentos-. Descubrí que Bill me engañaba-dije sin tapujos, pero un tanto avergonzada. Después de todo no sienta bien que te la peguen.
-¿¡En serio!?-dijeron al unísono. Puse mis ojos en blanco al igual que todo el que pasaba por nuestro lado en ese mismo instante-. Me lo espero de Tom, pero de Bill…-comentó Georg. No podía estar más de acuerdo con él.
-Cambiemos de tema mejor.
-Sí-me acompañó Gustav poniendo su brazo por encima de mis hombros-. ¿Cuándo quedamos para el trabajo?
-Había pensado que esta tarde en mi casa si os viene bien.
-Por mi perfecto-coincidiamo Gustav y yo y soltamos una risita.
-Bien. ¿Se lo dices tu a Jeremy?
Al escuchar su nombre sentí algo recorrer por mi cuerpo. ¿Mariposas otra vez?
-Sí-contesté-. Se lo diré-no pude evitar sonreír de oreja a oreja.
De pronto sentímos la palabra “pelea” y una buena masa corrió hacia el mismo punto: el patio de la fuente. Como yo no me entretengo en esas tonterías donde todo el mundo contempla como dos niñatos o niñatas se dan, me quedé cruzada de brazos esperando a que ninguno de mis acompañantes fuera con ellos.
Pero al escuchar: “el nuevo” me detuve a pensar: ¿qué otro nuevo chico había en este instituto que no fuese Jeremy?
Busqué la mirada de mis compañeros y sin decir nada fuimos corriendo tras la multitud.
Cuando llegamos aquello estaba abarrotado y me hice un hueco para llegar a la primera fila soportando empujones de todo el que estaba allí.
Reconocí claramente la voz de Bill cuando estaba a dos filas de él.
-¡Dejadme pasar!-chillé y me hicieron paso.
Justo cuando pude verlos Bill acababa de propinarle un puñetazo a Jeremy.
-¡Basta!-me metí entre ellos dos.
Bill paró justo al verme; le dediqué una mirada de odio y rápidamente fui a ver que tal estaba Jeremy.
-¿Estás bien?-pregunté preocupada.
-Sí, claro-Jeremy se tocaba su mejilla derecha-. Solo me ha rozado-pude ver un gran rasguño.
-Te habrá dado con su anillo-pensé.
-¿Qué haces?-escuché la voz de Bill furioso.
Me giré rápidamente para mostrarle que si antes lo detestaba ahora más.
-¿¡Qué haces tú!?-dejè caer mis brazos. Furiosa.
-Este-le señaló con desprecio-, te acompañó el sábado. Vamos que, rompes conmigo y te vas directa con él ¿no?-dijo incrédulo-. Luego soy yo el malo.
-Pero, ¡¿te estás oyendo?!-crucé mis brazos y me percaté que su hermano disfrutaba del espectáculo con Sara a su lado, pero ella no estaba disfrutando como lo hacia todo el instituto también-. No seas idiota Bill, por favor.
-Giselle…-le interrumpí con un levantamiento de brazo.
-Vámonos-sugerí a Jeremy y éste asintió siguiéndome.
No escuché ningún comentario más y me dirigí hacia la puerta principal.
-¿A dónde vamos?-preguntó tocándose su herida.
-¿Tienes ganas de dar clase?-esbocé una media sonrisa.
Jeremy alzó sus cejas y me siguió. Por suerte no habían profesores alrededor y pudimos salir sin ninguna retención.
-Vaya, no sabía yo que lo tuyo eran los nobillos-dijo con un ensanchamiento de sonrisa.
-Hoy es mi…-me puse a pensar-… tercera vez-le devolví la sonrisa-. Pienso que es mejor no soportarles hoy, cuando Bill se pone idiota no hay quien le gane-sacudí la cabeza-. ¿Qué ha pasado?
-Yo iba hacia clase y me cogió por detrás diciéndome que era la última vez que te iba a acompañar a casa; supuse que habríais vuelto y tu se lo comentaste y no dije nada más porque también pensé que le habrías dicho que era para no dejarte sola cuando él lo había echo-me explicó.
-Es patético-dije tras resoplar-. No he vuelto con él y no lo haré más.
-¿Quién le dijo que te acompañé?-frunció el ceño. Entonces pensé en la única que lo sabía.
-Mi hermana-me avergoncé-. Siento haberte dado este problema, no tenías que haberme acompañado, me siento culpable por ello-confesé.
-Para Giselle, volveré a acompañarte siempre que quieras-eso me gustó y no pude evitar sonreír como una tonta.
Paramos frente a la cafetería El velero; era mi lugar favorito para desayunar.
-Espero que tengas un poco de hambre-dije.
-Creo que sí-asintió.
No había mucha gente. Nos sentamos en el lugar en que siempre me sentaba, dos mesas a la derecha pegada a la ventana.
-Dime que no has probado los churros con chocolate-negó con la cabeza y me alegré-. Por favor, dos de lo de siempre-el camarero ya me conocía y sabía lo que era lo mío. Me guiñó un ojo y empezó a prepararlo.
Nos acomodamos quitándonos las chaquetas y dejando nuestras mochilas a nuestros pies. Saqué tema de conversación.
-¿Cómo que no te has tirado a por él? Creo que allí en América se os da muy bien esas cosas…-bromeé.
-No porque sea negro tengo que saber pelear para defenderme de todos los líos en los que pueda meterme-dijo muy serio.
-Lo siento-me sonrojé. Tendría que haberme estado callada-. No me refería a eso-me sentí pequeñita.
-Lo sé-me sonrió para tranquilizarme-. Mi barrio era uno muy bueno, lo que pasa es que había a gente que no le gustaba aquello demasiado-me quedé un poco parada porque no esperaba a que me contara aquello-. Una noche en el que mis colegas y yo salimos a jugar a basquet, como siempre,-continuó endureciendo el rostro- nos encontramos a un grupito de esos. Se aburrían y no supieron hacer otra cosa que pegarnos una paliza acabando con mi mejor amigo-abrí la boca, sorprendida.
-Lo siento-fue lo único que pude decir.
-Desde ese día intento estar alejado de toda pelea, por eso no le he dado a Bill. Sabía que iría a parar tarde o temprano, no me importa si yo hubiera salido mal, pero no quiero convertirme en uno de ellos.
-No volverá a pasar-dije desde el fondo de mi corazón, regalándole una sequela sonrisa para que se fuera ese estado triste. Y sonreí aún más cuando trajeron nuestro desayuno.
-Mmmm. Está… buenísimo-dijo mientras se tragaba el último.
-Lo sabía. Esto tiene que gustarle a todo el mundo-pegué el último sorbo de mi vaso de chocolate.
-Ahora, ¿qué hacemos?-preguntó tocándose su barriga llena.
-Lo que quieras-me encogí de hombros-. Si quieres quedarte aquí, dar un paseo o largarte a casa… me da igual.
-Demos un paseo-dijo tras estar unos segundos pensando.
Mientras pagábamos me acordé de su rasguño en la cara.
-Oh, ¿quieres algo para ponértelo?-señalé mi mejilla.
-No te preocupues-se lo tocó-. Ya ni me escuece. Esperaré a casa para curármelo.
-Está bien-salimos de la cafetería y nos dirigimos a la derecha.
Me acordé entonces de lo que había hablado esta mañana con Georg y Gustav.
-Por cierto, esta tarde hemos quedado para ir a la casa de Georg para hacer el trabajo. ¿Estás ocupado?-recé para que no.
-Me viene bien-asintió-. No sé donde vive.
-Cierto. Emm, ¿me das tu dirección?
-Espera-Jeremy miró a los alrededores y visualizó un banco donde se sentó para sacar un papel y un boli y entregármelo.
-De acuerdo-me lo metí en el bolsillo izquierdo de mis jeans-. Iré a por ti sobre las 5 y nos iremos a casa de Georg.
-Me parece bien-alzó la vista para encontrárse con la mía.
Para que no hiciese eso me senté a su lado.
-Bueno, ¿no has estado con nadie más que con Bill?-rompió el silencio.
-No. Él ha sido el primero, por ahora-no me avergoncé de tirar una pequeña indirecta por si lo cogía. Supuse que sí porque sonrió divertido-. Y… ¿tú estás saliendo con la primera?-pregunté, muerta de celos y creo que se notó un poquitín porque volvió a sonreír divertido.
-Bueno, estar, estar no se puede decir. Digamos que, estamos teniendo una relación abierta y cuando nos volvamos a encontrar, que pase lo que tenga que pasar-apoyó su espalda en el respaldo del banco.
-Sí. Creo que haces bien-admití-. ¿La quieres?-pregunté tras una pausa mirándole por el rabillo del ojo. Respiró hondo.
-Sé que la quiero, después de todo ha sido la primera y hemos estado hasta hace poco juntos-sabía que había un pero, por eso le pregunté-. Pero pasa que, puede que se meta una chica en medio que te haga sentir confundido-al decir eso me puse nerviosa y me tensé un poco. Tenía la esperanza de que esa chica podría ser yo.
-Oh, hay terceras personas-le seguì el rollo y esperaba no equivocarme, porque si no, quedaría muy mal…
-Puede ser. ¿Y tú sigues queriendo a Bill?-preguntó.
Miré al suelo y después lo miré a él sin poder apartar la sonrisa de mi rostro.
-Querer le quiero, ha sido mucho tiempo, pero… como tu dices puede haber un chico que haga que te confundas-le devolví la pelota.
-Y, ¿quieres seguir confundida?-esbozó una media sonrisa picarón.
-La verdad es que no. Es un calentamiento de cabeza, por eso me gustaría que el chico que me confunde, me dijese algo…-miré hacia abajo y noté que mis mejillas se sonrojaron.
Hubo un silencio que me incomodó un poco, pero cuando sentí la mano de Jeremy sobre la mía mi respiración se aceleró. Busqué su mirada y era divertida, al igual que la mía supongo.
Me gustaría besarle en ese mismo instante; mis labios estaban sedosos por probar los suyos. Sin decir nada, sentí como nuestros cuerpos se iban acercando nuestros cuerpos, pero…
-¿Jeremy?-nos incorporamos rápidamente debido al susto. Buscamos de donde provenía aquella voz.
-¿Mamá?-dijo él, muy extrañado al ver a aquella señora con la misma piel que él acercándose hacia nosotros.
Jeremy se puso en pie de un salto al igual que yo. Observé con detenimiento a quien era su madre; llevaba un moño como peinado y un traje de vestido negro que me pareció muy bonito con esos zapatos, y su rostro era muy bonito. Era bastante guapa. De ahí Jeremy, ¿no?
-¿Qué haces aquí? ¿Qué te ha pasado en la cara?-dijo en inglés, pero gracias a que sé algo bastante.
-Mamá, después te lo explico-le contestó en español señalándome con su mirada.
Su madre me miró y se relajó de inmediato.
-Hola-dije tímidamente mostrando una sonrisa amistosa.
-Hola, ¿eres Giselle?-puse los ojos en blanco al ver que sabía mi nombre. ¿Cómo?
-Sí, soy Giselle. Encantada-miré a Jeremy.
-Un placer. Yo soy Marilyn, la madre de Jeremy. Me ha hablado mucho de ti, por eso sé tu nombre-sonrió amablemente.
-Vaya, no sabía yo eso-devié la mirada a Jeremy que miraba al suelo un poco avergonzado.
-Bueno, ¿qué hacéis aquí?-quiso saber esperando una buonissima explicación.
Jeremy no supo que decir y salí yo en su ayuda.
-Estamos haciendo huelga, no nos quieren poner calefacción y ya se va notando el frío-dije pareciendo segura de mí misma.
Y eso, al menos fue verdad el año pasado nos tiramos una semana y media sin instituto por ello.
-¿En serio?-dijo sorprendida-. Hablaré con tu padre si es necesario.
-No te preocupes mamá. Todo se arreglará, ¿verdad?-me miró y no pude evitar reírme mientras asentía-. Bueno, ¿y a dónde vas tu ahora?-le preguntó.
-A casa, ya he terminado mis clases-nos señaló al colegio de primaria que estaba al lado-. ¿Te vienes a casa y me ayudas con algunas compras?-ladeó la cabeza.
-Sí, claro. Nos vemos esta tarde-me sonrió.
-Por supuesto, a las cinco menos cuarto estoy en tu casa-dije coqueta, no tanto porque estaba su madre delante.
-Te esperaré-me dijo mientras caminaba de espaldas mirándome.
Deseando estaba de que llegara esta tarde, quería verle y eso que estaba viendo como se estaba llendo en este momento.
Pero quiero empezar ese beso que tanto ansío al igual que mis labios.
Mientras hacia mis deberes, Bill me llamó unas cuantas veces. No tenía ganas de tener que escuchar su voz para calentarme la cabeza y apagué mi móvil.
A la mañana siguente, cuando lo encendí, me llegó un mensaje con diez llamadas perdidas de él. No se que querría, el sábado se lo dejè todo bien clarito.
No me queria amargar y me dispuse a prepararme para ir al instituto, y sobre todo, para ir a esa clase de matemáticas que cada día me iba gustando más. Isidro me lo tendría bien agradecido, supongo yo…
Por suerte, los lunes no tengo que desayunar con mi padre asi que me ahorré de empezar mal el día.
-Buenos días-Óscar nos abria la puerta del coche con su espectacular sonrisa de todos los días. A pesar de que su relación con Leonor iba a pique, porque a todas horas nos servía a nosotros, siempre nos regalaba una sonrisa. Y para mí, es el único que siempre me hace ver las cosas positivas de todo nada más empezar el día.
-¿Qué tal?-pregunté al meterse él en el coche.
-Mejor que mejor, ¿y vosotras?
-Ahí voy…-contesté resoplando.
-Verás como todo te irá mejor-miré a Elia por el rabillo del ojo.
Se pensaría que no sabía lo que estaba haciendo, y la tenía calada desde el mismo instante que supo que Bill y yo no estábamos.
Antes hacia cualquier cosa por hacerme la vida más difícil cada vez que Bill y yo estábamos en una misma frase; pero ahora que su amor está solito, no va a tardar en tirarle los trastos más de lo que ya se los tiraba…
Lo siento por ella, pero Bill siempre ha pensado de ella que necesita madurar un poco y aunque, es bastante guapa no se vería nunca con ella.
Cuando miré por la ventanilla al pararse el coche frente a nuestro instituto, vi como Bill estaba de pie en el mismo sitio que en el que me recibe todas las mañanas. Resoplé muy fuerte.
Salí del coche despidiéndome de Óscar y me dispuse a entrar el edificio ingnorándolo completamente agachando mi cabeza.
Pero, para mi desgracia no funcionó.
-Giselle-me agarró de mi brazo izquierdo. Miré su mano y después la desvié hacia su mirada.
-Suéltame-susurró con tono de repugnancia.
-Te llame 20 veces, ¿por qué no me lo cogiste?-preguntó poniendo cara de pena a la vez que quitaba su mano de mi brazo.
-No lo sé Bill, ¿por qué no te lo cogería?-ironicé cruzándome de brazos.
-Giselle, te quiero-dijo después de pensarse que decirme y se medio por lo más fácil… o por lo más tonto.
-No me vale. Habértelo pensado antes…-no terminé la frase. Tom y Sara asomaban por detrás de Bill.
Tom con su cara de idiota sonriente que no se la quita nadie, y Sara mirándome confusa sin saber que había pasado del todo.
Pobre. Ella también estaría pasando lo que yo; si Bill me puso los cuernos, ¿Tom no se los pondría a Sara? Es como decir que un león se volviera vegetariano. Y yo, se lo pensaba contar en cuanto tuviese la oportunidad de pillarla sola.
-Pero Giselle. No hechemos a la borda casi dos años de relación-lo dijo de una manera tan convincente que si no hubiera sido porque recordé que me fue infiel y que, por otro lado me estaba gustando Jeremy, ahora mismo besaría sus finos labios.
-No, Bill. No supliques más. No te rebajes más de lo que lo estas haciendo-fue mi última palabra y comencé mi paso.
-En eso tiene razón-pude oir las carcajadas de Tom como si estuviese a un centímetro de mi.
-Oh, cállate-sentí a Bill y el sonido de lo que parecía su mochila chocar con el cuerpo de Tom.
Sacudí mi cabeza y sonreí al encontrarme a dos chicos que de veras merecían la pena.
-¿Qué tal estáis?-pregunté nada más estar a un metro de ellos.
-¡La perdida Giselle!-exclamó Gustav.
-¿Te encuentras mejor de tu estómago?-preguntó Georg. Fruncí el ceño.
-¿Qué le pasa a mi estómago?-Georg miró a Gustav para ver si se había equivocado, pero éste asintió.
-Bill nos dijo que el sábado te quedaste en casa porque algo te había sentado mal-exploté a carcajadas. Hasta donde podía llegar el orgullo de este hombre…
-Es mentira-expliqué cuando vi sus rostros desconcertados-. Bill y yo hemos roto-dije tras suspirar. Sus bocas formaron una gran “o”.
-¿Por qué?-preguntó Gustav.
-Resulta que… ¿Por qué no andamos para adentro mejor?-pregunté cuando vi que Bill venía hacia aquí. Asintieron y me siguieron escuchando atentos-. Descubrí que Bill me engañaba-dije sin tapujos, pero un tanto avergonzada. Después de todo no sienta bien que te la peguen.
-¿¡En serio!?-dijeron al unísono. Puse mis ojos en blanco al igual que todo el que pasaba por nuestro lado en ese mismo instante-. Me lo espero de Tom, pero de Bill…-comentó Georg. No podía estar más de acuerdo con él.
-Cambiemos de tema mejor.
-Sí-me acompañó Gustav poniendo su brazo por encima de mis hombros-. ¿Cuándo quedamos para el trabajo?
-Había pensado que esta tarde en mi casa si os viene bien.
-Por mi perfecto-coincidiamo Gustav y yo y soltamos una risita.
-Bien. ¿Se lo dices tu a Jeremy?
Al escuchar su nombre sentí algo recorrer por mi cuerpo. ¿Mariposas otra vez?
-Sí-contesté-. Se lo diré-no pude evitar sonreír de oreja a oreja.
De pronto sentímos la palabra “pelea” y una buena masa corrió hacia el mismo punto: el patio de la fuente. Como yo no me entretengo en esas tonterías donde todo el mundo contempla como dos niñatos o niñatas se dan, me quedé cruzada de brazos esperando a que ninguno de mis acompañantes fuera con ellos.
Pero al escuchar: “el nuevo” me detuve a pensar: ¿qué otro nuevo chico había en este instituto que no fuese Jeremy?
Busqué la mirada de mis compañeros y sin decir nada fuimos corriendo tras la multitud.
Cuando llegamos aquello estaba abarrotado y me hice un hueco para llegar a la primera fila soportando empujones de todo el que estaba allí.
Reconocí claramente la voz de Bill cuando estaba a dos filas de él.
-¡Dejadme pasar!-chillé y me hicieron paso.
Justo cuando pude verlos Bill acababa de propinarle un puñetazo a Jeremy.
-¡Basta!-me metí entre ellos dos.
Bill paró justo al verme; le dediqué una mirada de odio y rápidamente fui a ver que tal estaba Jeremy.
-¿Estás bien?-pregunté preocupada.
-Sí, claro-Jeremy se tocaba su mejilla derecha-. Solo me ha rozado-pude ver un gran rasguño.
-Te habrá dado con su anillo-pensé.
-¿Qué haces?-escuché la voz de Bill furioso.
Me giré rápidamente para mostrarle que si antes lo detestaba ahora más.
-¿¡Qué haces tú!?-dejè caer mis brazos. Furiosa.
-Este-le señaló con desprecio-, te acompañó el sábado. Vamos que, rompes conmigo y te vas directa con él ¿no?-dijo incrédulo-. Luego soy yo el malo.
-Pero, ¡¿te estás oyendo?!-crucé mis brazos y me percaté que su hermano disfrutaba del espectáculo con Sara a su lado, pero ella no estaba disfrutando como lo hacia todo el instituto también-. No seas idiota Bill, por favor.
-Giselle…-le interrumpí con un levantamiento de brazo.
-Vámonos-sugerí a Jeremy y éste asintió siguiéndome.
No escuché ningún comentario más y me dirigí hacia la puerta principal.
-¿A dónde vamos?-preguntó tocándose su herida.
-¿Tienes ganas de dar clase?-esbocé una media sonrisa.
Jeremy alzó sus cejas y me siguió. Por suerte no habían profesores alrededor y pudimos salir sin ninguna retención.
-Vaya, no sabía yo que lo tuyo eran los nobillos-dijo con un ensanchamiento de sonrisa.
-Hoy es mi…-me puse a pensar-… tercera vez-le devolví la sonrisa-. Pienso que es mejor no soportarles hoy, cuando Bill se pone idiota no hay quien le gane-sacudí la cabeza-. ¿Qué ha pasado?
-Yo iba hacia clase y me cogió por detrás diciéndome que era la última vez que te iba a acompañar a casa; supuse que habríais vuelto y tu se lo comentaste y no dije nada más porque también pensé que le habrías dicho que era para no dejarte sola cuando él lo había echo-me explicó.
-Es patético-dije tras resoplar-. No he vuelto con él y no lo haré más.
-¿Quién le dijo que te acompañé?-frunció el ceño. Entonces pensé en la única que lo sabía.
-Mi hermana-me avergoncé-. Siento haberte dado este problema, no tenías que haberme acompañado, me siento culpable por ello-confesé.
-Para Giselle, volveré a acompañarte siempre que quieras-eso me gustó y no pude evitar sonreír como una tonta.
Paramos frente a la cafetería El velero; era mi lugar favorito para desayunar.
-Espero que tengas un poco de hambre-dije.
-Creo que sí-asintió.
No había mucha gente. Nos sentamos en el lugar en que siempre me sentaba, dos mesas a la derecha pegada a la ventana.
-Dime que no has probado los churros con chocolate-negó con la cabeza y me alegré-. Por favor, dos de lo de siempre-el camarero ya me conocía y sabía lo que era lo mío. Me guiñó un ojo y empezó a prepararlo.
Nos acomodamos quitándonos las chaquetas y dejando nuestras mochilas a nuestros pies. Saqué tema de conversación.
-¿Cómo que no te has tirado a por él? Creo que allí en América se os da muy bien esas cosas…-bromeé.
-No porque sea negro tengo que saber pelear para defenderme de todos los líos en los que pueda meterme-dijo muy serio.
-Lo siento-me sonrojé. Tendría que haberme estado callada-. No me refería a eso-me sentí pequeñita.
-Lo sé-me sonrió para tranquilizarme-. Mi barrio era uno muy bueno, lo que pasa es que había a gente que no le gustaba aquello demasiado-me quedé un poco parada porque no esperaba a que me contara aquello-. Una noche en el que mis colegas y yo salimos a jugar a basquet, como siempre,-continuó endureciendo el rostro- nos encontramos a un grupito de esos. Se aburrían y no supieron hacer otra cosa que pegarnos una paliza acabando con mi mejor amigo-abrí la boca, sorprendida.
-Lo siento-fue lo único que pude decir.
-Desde ese día intento estar alejado de toda pelea, por eso no le he dado a Bill. Sabía que iría a parar tarde o temprano, no me importa si yo hubiera salido mal, pero no quiero convertirme en uno de ellos.
-No volverá a pasar-dije desde el fondo de mi corazón, regalándole una sequela sonrisa para que se fuera ese estado triste. Y sonreí aún más cuando trajeron nuestro desayuno.
-Mmmm. Está… buenísimo-dijo mientras se tragaba el último.
-Lo sabía. Esto tiene que gustarle a todo el mundo-pegué el último sorbo de mi vaso de chocolate.
-Ahora, ¿qué hacemos?-preguntó tocándose su barriga llena.
-Lo que quieras-me encogí de hombros-. Si quieres quedarte aquí, dar un paseo o largarte a casa… me da igual.
-Demos un paseo-dijo tras estar unos segundos pensando.
Mientras pagábamos me acordé de su rasguño en la cara.
-Oh, ¿quieres algo para ponértelo?-señalé mi mejilla.
-No te preocupues-se lo tocó-. Ya ni me escuece. Esperaré a casa para curármelo.
-Está bien-salimos de la cafetería y nos dirigimos a la derecha.
Me acordé entonces de lo que había hablado esta mañana con Georg y Gustav.
-Por cierto, esta tarde hemos quedado para ir a la casa de Georg para hacer el trabajo. ¿Estás ocupado?-recé para que no.
-Me viene bien-asintió-. No sé donde vive.
-Cierto. Emm, ¿me das tu dirección?
-Espera-Jeremy miró a los alrededores y visualizó un banco donde se sentó para sacar un papel y un boli y entregármelo.
-De acuerdo-me lo metí en el bolsillo izquierdo de mis jeans-. Iré a por ti sobre las 5 y nos iremos a casa de Georg.
-Me parece bien-alzó la vista para encontrárse con la mía.
Para que no hiciese eso me senté a su lado.
-Bueno, ¿no has estado con nadie más que con Bill?-rompió el silencio.
-No. Él ha sido el primero, por ahora-no me avergoncé de tirar una pequeña indirecta por si lo cogía. Supuse que sí porque sonrió divertido-. Y… ¿tú estás saliendo con la primera?-pregunté, muerta de celos y creo que se notó un poquitín porque volvió a sonreír divertido.
-Bueno, estar, estar no se puede decir. Digamos que, estamos teniendo una relación abierta y cuando nos volvamos a encontrar, que pase lo que tenga que pasar-apoyó su espalda en el respaldo del banco.
-Sí. Creo que haces bien-admití-. ¿La quieres?-pregunté tras una pausa mirándole por el rabillo del ojo. Respiró hondo.
-Sé que la quiero, después de todo ha sido la primera y hemos estado hasta hace poco juntos-sabía que había un pero, por eso le pregunté-. Pero pasa que, puede que se meta una chica en medio que te haga sentir confundido-al decir eso me puse nerviosa y me tensé un poco. Tenía la esperanza de que esa chica podría ser yo.
-Oh, hay terceras personas-le seguì el rollo y esperaba no equivocarme, porque si no, quedaría muy mal…
-Puede ser. ¿Y tú sigues queriendo a Bill?-preguntó.
Miré al suelo y después lo miré a él sin poder apartar la sonrisa de mi rostro.
-Querer le quiero, ha sido mucho tiempo, pero… como tu dices puede haber un chico que haga que te confundas-le devolví la pelota.
-Y, ¿quieres seguir confundida?-esbozó una media sonrisa picarón.
-La verdad es que no. Es un calentamiento de cabeza, por eso me gustaría que el chico que me confunde, me dijese algo…-miré hacia abajo y noté que mis mejillas se sonrojaron.
Hubo un silencio que me incomodó un poco, pero cuando sentí la mano de Jeremy sobre la mía mi respiración se aceleró. Busqué su mirada y era divertida, al igual que la mía supongo.
Me gustaría besarle en ese mismo instante; mis labios estaban sedosos por probar los suyos. Sin decir nada, sentí como nuestros cuerpos se iban acercando nuestros cuerpos, pero…
-¿Jeremy?-nos incorporamos rápidamente debido al susto. Buscamos de donde provenía aquella voz.
-¿Mamá?-dijo él, muy extrañado al ver a aquella señora con la misma piel que él acercándose hacia nosotros.
Jeremy se puso en pie de un salto al igual que yo. Observé con detenimiento a quien era su madre; llevaba un moño como peinado y un traje de vestido negro que me pareció muy bonito con esos zapatos, y su rostro era muy bonito. Era bastante guapa. De ahí Jeremy, ¿no?
-¿Qué haces aquí? ¿Qué te ha pasado en la cara?-dijo en inglés, pero gracias a que sé algo bastante.
-Mamá, después te lo explico-le contestó en español señalándome con su mirada.
Su madre me miró y se relajó de inmediato.
-Hola-dije tímidamente mostrando una sonrisa amistosa.
-Hola, ¿eres Giselle?-puse los ojos en blanco al ver que sabía mi nombre. ¿Cómo?
-Sí, soy Giselle. Encantada-miré a Jeremy.
-Un placer. Yo soy Marilyn, la madre de Jeremy. Me ha hablado mucho de ti, por eso sé tu nombre-sonrió amablemente.
-Vaya, no sabía yo eso-devié la mirada a Jeremy que miraba al suelo un poco avergonzado.
-Bueno, ¿qué hacéis aquí?-quiso saber esperando una buonissima explicación.
Jeremy no supo que decir y salí yo en su ayuda.
-Estamos haciendo huelga, no nos quieren poner calefacción y ya se va notando el frío-dije pareciendo segura de mí misma.
Y eso, al menos fue verdad el año pasado nos tiramos una semana y media sin instituto por ello.
-¿En serio?-dijo sorprendida-. Hablaré con tu padre si es necesario.
-No te preocupes mamá. Todo se arreglará, ¿verdad?-me miró y no pude evitar reírme mientras asentía-. Bueno, ¿y a dónde vas tu ahora?-le preguntó.
-A casa, ya he terminado mis clases-nos señaló al colegio de primaria que estaba al lado-. ¿Te vienes a casa y me ayudas con algunas compras?-ladeó la cabeza.
-Sí, claro. Nos vemos esta tarde-me sonrió.
-Por supuesto, a las cinco menos cuarto estoy en tu casa-dije coqueta, no tanto porque estaba su madre delante.
-Te esperaré-me dijo mientras caminaba de espaldas mirándome.
Deseando estaba de que llegara esta tarde, quería verle y eso que estaba viendo como se estaba llendo en este momento.
Pero quiero empezar ese beso que tanto ansío al igual que mis labios.
Capítulo 8. Me gusta él, papá.
En este capítulo aparecen:
-¿Te lo ha regalado Saul?-volvió a preguntar mamá mientras volvíamos a casa.
-Sí mamá-dije cansada, mirando el cuadro que tenía entre mis manos.
-Es que, me es difícil creerlo. Sus cuadros no son nada baratos para ir regalándoselo a la gente así como así-explicaba, sin dejar de quitar el rostro de asombro.
-Bueno, me lo habrá dado por mi cara bonita-fingí una enorme sonrisa.
-Será por eso-murmuró tan bajo que casi no la escuché.
-Pues te daré mi opinión-intervino Óscar. Miré el espejo retrovisor para localizar sus ojos-. No se como dos colores puede valer tanto.
-No es lo que ves a simple viste lo que cuesta tanto dinero-empecé a explicarle lo que me contó Saul-; sino, lo que representa. El mensaje que quiere dar-no quitaba ojo de aquel cuadro.
-¿Y qué representa?-quiso saber tras una pausa.
-Que todo puede estar junto sin ninguna discusión-se me dibujó una pequeña sonrisa en el rostro.
-Eso es un bonito mensaje-dijo a la vez que asentía con la cabeza-. Ya estamos en casa-miré por el cristal y visualicé la gran puerta de madera de la entrada.
Respiré hondo y sali para entrar al dulce hogar. Bueno, no tanto.
-¿Qué tal el día?-preguntaba papá, muy alegre nada más asomar un pie por la puerta.
Lo miré por el rabillo del ojo, con mi peor cara y me dirigí a subir las escaleras para encerrarme en la habitación.
Sí, quería una explicación de porqué a mi padre no le cabe en la cabeza que todos somos iguales, pero ahora mismo no quería.
-Oye jovencita-paré, sin darme la vuelta-. ¿Esas son maneras de saludar a tu padre?
-Es que, no quería hacerlo-seguí sin mirarle.
-¿Cómo dices?-preguntó, incrédulo.
-Fernando…-oí la tranquilizadora voz de mi madre.
-¿Qué te pasa Giselle?-resoplé, con una risita.
Me di la vuelta, aún con el cuadro en mis manos. Lo miré fijamente.
-¿Qué, qué me pasa? Papá, todavía estoy asimilando lo de anoche.
-¿Anoche?-frunció el ceño. Resoplé aún más fuerte-. Oh, claro. Te refieres a la conversación que tuve con Bill y Tom-sonrió, frotándose la barbilla. Enarqué una ceja-. Eso no debe preocuparte. Pronto te darás cuenta que nosotros tenemos razón en lo que pensamos de los-tomó aire y se ruborizó, como si la palabra que iría a decir fuera lo peor-, de color-dijo finalmente.
-Fernando…-volvió a decir mi madre.
No dije nada. Tan solo permanecí en silencio, digeriendo las palabras que acababa de escuchar.
Pensé que lo de anoche solo fue un comentario, sin más, de muy mal gusto; que cambiaría, que se daría cuenta de la barbaridad que dijo, pero no. Siguió firme, con un toque vacilante.
Me sentí de lo peor, como si yo fuese una de las muchas buenas personas de color negro a quien humillan. Creo que me sentí así, porque por suerte, nadie podrá decirme algo de ese tipo e incluso más fuerte. Por eso no se como se tienen que sentir del todo.
¿Qué decirle a la persona que he admirado siempre y qué ahora me está defraudando? Lo normal…
-¿Sabes papá?-miré mi cuadro y bajé el escalón para acercarme a él-. Esto es para ti, creo que te servirá a ti más que a mi-se lo entregué. Puso cara de confusión.
-Que,…¿qué significa?
-Averigualo tu solito-fingí una pequeña sonrisa. Me di media vuelta y volvi a subir aquel escalón y a continuación los otros-. Por cierto-me paré. Todos dirigimos la mirada hacia Óscar que acababa de entrar y me mirò interrogativo después de mirar a mis padres-. He dejado a Bill-mi padre puso cara de espanto y mi madre entreabrió la boca-. Y lo que es mejor de todo: me gusta el chico negro que se sienta conmigo-muy orgullosa de haberlo dicho, me quedé con la cara de más espanto todavía que puso mi padre; la boca más abierta de mi madre y la sonrisa de Óscar, la que más me gustó.
Sin esperar nada más, subí las escaleras que me quedaban para irme de inmediato a mi habitación y no aguantar ninguna estupidez que pudiese soltar mi padre por su boca.
-¡Giselle!-gritó. No me paré-. ¡Giselle, baja ahora mismo!-me obligó. No le hice caso.
Y dando un portazo muy fuerte, dejé a mi padre con la palabra en la boca.
Tranquila, sin sentir ningún remordimiento por lo que acababa de hacer, me tumbé en mi cama cogiendo mi ipod y sin dejar de sentir los murmullos de enfado de mi padre, que provenían desde el piso de abajo.
Encendi el aparato y me coloqué los cascos en mis oídos.
***
No pasaron más de diez minutos cuando mi hermana Elia me quitó el casco izquierdo. Dando un bote por el susto, le grité:
-¿Qué haces? ¿Sabes qué tienes que llamar a la puerta?-me incliné hacia ella.
-¿Sabías que lo llevo haciendo los últimos cinco minutos?-dijo sarcásticamente, sentándose en mi cama-. ¿Qué ha pasado con papá?-me miró interrogante-. Está que trina…
-Pasa, muchas cosas-lo siento, pero a mi querídisima hermanita Elia, alias cuéntalo todo, no le iba a contar que he dejado a quien ella quiere y que papá está muy furioso conmigo no solo por eso, sino porque le acababa de confesar que me gusta un chico, que él ni vería ni en pintura. Cosa que me daba mucha, mucha grima.
-Vale, gracias por contármelo-dijo con sorna.
-De nada-la miré, seria y después me di la vuelta para quedarme boca abajo.
-Cuéntamelo-me exigió, impidiendo que me tumbara y descansara-. ¿Es por lo de la cena de anoche?-se alegró por adivinarlo, en parte.
No le hiría a decir nada, pero pensé que me vendría bien saber si mi hermana también era una racista, porque si así lo fuere… he estado viviendo con locos. Porque eso tenía un nombre, locos. Solamente los que están mal de la cabeza no verían que todos los humanos que pisamos la Tierra: SOMOS IGUALES.
-Dime una cosa-me incliné hacia ella. Esperó atenta-. ¿Tú también opinas cómo papá y los gemelos?
-¿Lo de qué son un poco racistas?-asentí-. No, yo pienso igual que tu-respiré, aliviada-. Pero tampoco puedo ponerme en contra de mi padre por eso-puse los ojos en blanco-. Giselle, es su opinión. Cada uno puede opinar lo que quiera.
Medité el punto de vista de mi hermana que me miraba impaciente por una respuesta. Claro que sí, cada quien es libre de pensar lo que quisiera, pero ¿eso? No, lo veo demasiado mal para convivir con esa idea proveniente de mi padre.
¿Y por qué le doy tanto empeño? Si Jeremy no hubiera entrado en mi vida, solamente me enfadaría con papá por pensar eso, intentaría entrarle en razón y si no lo conseguía, él es libre.
Pero Jeremy me gusta, y creo que por cada día que pase más me va a gustar. ¿Y si consigo algo con él? Papá no lo aceptará y es demasiado terco…
Y como si mi hermana me hubiese leido el pensamiento dijo:
-Es por ese chico, ¿verdad?-abrí los ojos y esperé a que dijese el nombre-. Jeremy-dijo no muy segura-. Te gusta-añadió.
No dije nada, y eso bastó para ella.
-Anoche vi como te acompañó a casa-prosiguió. No me sorprendió, mi hermana siempre estaba atenta a esperar a Bill cuando me dejase en casa. Pero anoche no fue él-. ¿Lo has dejado con él?-preguntó con un brillo en sus ojos.
-Elia, todavía no se lo digas a nadie ¿de acuerdo? Confío en ti-ella asintió muy alegre-. Y menos cuentes que Jeremy me acompañó hasta casa. Sabes como es Bill.
-Seré una tumba-hizo ese gesto en sus labios de cremagliera cerrada.
No me quedé muy convencida del todo.
Llamaron a la puerta y la cabeza de mi madre asomaba por ella. No esperó a que dijese nada y entró sin apartar su mirada preocupada de la mía.
-¿Qué pasa?-pregunté con desgana porque ya sabía que tenía que ver algo mi padre.
-Tu padre está muy molesto contigo-le hizo un gesto a mi hermana para que se apartara un poco y poder sentarse ella.
-¿Y qué le hago?-sacudí la cabeza.
-¿De verdad te gusta ese chico o es un capricho?-preguntó con la esperanza de que solo fuese un capricho.
-Pues me gusta y mucho. Para serte sincera no me había pasado ni con Bill-entreabrió la boca-. Y no va a dejar de gustarme por la tontería que tiene mi padre.
-Si me parece bien hija, pero…
-Mamá, no quiero hablar del tema-la interrumpí-. Tengo deberes que hacer y quiero acostarme pronto-me levanté, busqué mi mochila y saqué mi agenda para ver que tenía que hacer.
Ni mi madre, ni mi hermana dijeron nada. Pillaron mi indirecta y se fueron dejándome sola. Cuando escuché la puerta cerrarse suspiré tocándo mi rubia melena.
-¿Te lo ha regalado Saul?-volvió a preguntar mamá mientras volvíamos a casa.
-Sí mamá-dije cansada, mirando el cuadro que tenía entre mis manos.
-Es que, me es difícil creerlo. Sus cuadros no son nada baratos para ir regalándoselo a la gente así como así-explicaba, sin dejar de quitar el rostro de asombro.
-Bueno, me lo habrá dado por mi cara bonita-fingí una enorme sonrisa.
-Será por eso-murmuró tan bajo que casi no la escuché.
-Pues te daré mi opinión-intervino Óscar. Miré el espejo retrovisor para localizar sus ojos-. No se como dos colores puede valer tanto.
-No es lo que ves a simple viste lo que cuesta tanto dinero-empecé a explicarle lo que me contó Saul-; sino, lo que representa. El mensaje que quiere dar-no quitaba ojo de aquel cuadro.
-¿Y qué representa?-quiso saber tras una pausa.
-Que todo puede estar junto sin ninguna discusión-se me dibujó una pequeña sonrisa en el rostro.
-Eso es un bonito mensaje-dijo a la vez que asentía con la cabeza-. Ya estamos en casa-miré por el cristal y visualicé la gran puerta de madera de la entrada.
Respiré hondo y sali para entrar al dulce hogar. Bueno, no tanto.
-¿Qué tal el día?-preguntaba papá, muy alegre nada más asomar un pie por la puerta.
Lo miré por el rabillo del ojo, con mi peor cara y me dirigí a subir las escaleras para encerrarme en la habitación.
Sí, quería una explicación de porqué a mi padre no le cabe en la cabeza que todos somos iguales, pero ahora mismo no quería.
-Oye jovencita-paré, sin darme la vuelta-. ¿Esas son maneras de saludar a tu padre?
-Es que, no quería hacerlo-seguí sin mirarle.
-¿Cómo dices?-preguntó, incrédulo.
-Fernando…-oí la tranquilizadora voz de mi madre.
-¿Qué te pasa Giselle?-resoplé, con una risita.
Me di la vuelta, aún con el cuadro en mis manos. Lo miré fijamente.
-¿Qué, qué me pasa? Papá, todavía estoy asimilando lo de anoche.
-¿Anoche?-frunció el ceño. Resoplé aún más fuerte-. Oh, claro. Te refieres a la conversación que tuve con Bill y Tom-sonrió, frotándose la barbilla. Enarqué una ceja-. Eso no debe preocuparte. Pronto te darás cuenta que nosotros tenemos razón en lo que pensamos de los-tomó aire y se ruborizó, como si la palabra que iría a decir fuera lo peor-, de color-dijo finalmente.
-Fernando…-volvió a decir mi madre.
No dije nada. Tan solo permanecí en silencio, digeriendo las palabras que acababa de escuchar.
Pensé que lo de anoche solo fue un comentario, sin más, de muy mal gusto; que cambiaría, que se daría cuenta de la barbaridad que dijo, pero no. Siguió firme, con un toque vacilante.
Me sentí de lo peor, como si yo fuese una de las muchas buenas personas de color negro a quien humillan. Creo que me sentí así, porque por suerte, nadie podrá decirme algo de ese tipo e incluso más fuerte. Por eso no se como se tienen que sentir del todo.
¿Qué decirle a la persona que he admirado siempre y qué ahora me está defraudando? Lo normal…
-¿Sabes papá?-miré mi cuadro y bajé el escalón para acercarme a él-. Esto es para ti, creo que te servirá a ti más que a mi-se lo entregué. Puso cara de confusión.
-Que,…¿qué significa?
-Averigualo tu solito-fingí una pequeña sonrisa. Me di media vuelta y volvi a subir aquel escalón y a continuación los otros-. Por cierto-me paré. Todos dirigimos la mirada hacia Óscar que acababa de entrar y me mirò interrogativo después de mirar a mis padres-. He dejado a Bill-mi padre puso cara de espanto y mi madre entreabrió la boca-. Y lo que es mejor de todo: me gusta el chico negro que se sienta conmigo-muy orgullosa de haberlo dicho, me quedé con la cara de más espanto todavía que puso mi padre; la boca más abierta de mi madre y la sonrisa de Óscar, la que más me gustó.
Sin esperar nada más, subí las escaleras que me quedaban para irme de inmediato a mi habitación y no aguantar ninguna estupidez que pudiese soltar mi padre por su boca.
-¡Giselle!-gritó. No me paré-. ¡Giselle, baja ahora mismo!-me obligó. No le hice caso.
Y dando un portazo muy fuerte, dejé a mi padre con la palabra en la boca.
Tranquila, sin sentir ningún remordimiento por lo que acababa de hacer, me tumbé en mi cama cogiendo mi ipod y sin dejar de sentir los murmullos de enfado de mi padre, que provenían desde el piso de abajo.
Encendi el aparato y me coloqué los cascos en mis oídos.
***
No pasaron más de diez minutos cuando mi hermana Elia me quitó el casco izquierdo. Dando un bote por el susto, le grité:
-¿Qué haces? ¿Sabes qué tienes que llamar a la puerta?-me incliné hacia ella.
-¿Sabías que lo llevo haciendo los últimos cinco minutos?-dijo sarcásticamente, sentándose en mi cama-. ¿Qué ha pasado con papá?-me miró interrogante-. Está que trina…
-Pasa, muchas cosas-lo siento, pero a mi querídisima hermanita Elia, alias cuéntalo todo, no le iba a contar que he dejado a quien ella quiere y que papá está muy furioso conmigo no solo por eso, sino porque le acababa de confesar que me gusta un chico, que él ni vería ni en pintura. Cosa que me daba mucha, mucha grima.
-Vale, gracias por contármelo-dijo con sorna.
-De nada-la miré, seria y después me di la vuelta para quedarme boca abajo.
-Cuéntamelo-me exigió, impidiendo que me tumbara y descansara-. ¿Es por lo de la cena de anoche?-se alegró por adivinarlo, en parte.
No le hiría a decir nada, pero pensé que me vendría bien saber si mi hermana también era una racista, porque si así lo fuere… he estado viviendo con locos. Porque eso tenía un nombre, locos. Solamente los que están mal de la cabeza no verían que todos los humanos que pisamos la Tierra: SOMOS IGUALES.
-Dime una cosa-me incliné hacia ella. Esperó atenta-. ¿Tú también opinas cómo papá y los gemelos?
-¿Lo de qué son un poco racistas?-asentí-. No, yo pienso igual que tu-respiré, aliviada-. Pero tampoco puedo ponerme en contra de mi padre por eso-puse los ojos en blanco-. Giselle, es su opinión. Cada uno puede opinar lo que quiera.
Medité el punto de vista de mi hermana que me miraba impaciente por una respuesta. Claro que sí, cada quien es libre de pensar lo que quisiera, pero ¿eso? No, lo veo demasiado mal para convivir con esa idea proveniente de mi padre.
¿Y por qué le doy tanto empeño? Si Jeremy no hubiera entrado en mi vida, solamente me enfadaría con papá por pensar eso, intentaría entrarle en razón y si no lo conseguía, él es libre.
Pero Jeremy me gusta, y creo que por cada día que pase más me va a gustar. ¿Y si consigo algo con él? Papá no lo aceptará y es demasiado terco…
Y como si mi hermana me hubiese leido el pensamiento dijo:
-Es por ese chico, ¿verdad?-abrí los ojos y esperé a que dijese el nombre-. Jeremy-dijo no muy segura-. Te gusta-añadió.
No dije nada, y eso bastó para ella.
-Anoche vi como te acompañó a casa-prosiguió. No me sorprendió, mi hermana siempre estaba atenta a esperar a Bill cuando me dejase en casa. Pero anoche no fue él-. ¿Lo has dejado con él?-preguntó con un brillo en sus ojos.
-Elia, todavía no se lo digas a nadie ¿de acuerdo? Confío en ti-ella asintió muy alegre-. Y menos cuentes que Jeremy me acompañó hasta casa. Sabes como es Bill.
-Seré una tumba-hizo ese gesto en sus labios de cremagliera cerrada.
No me quedé muy convencida del todo.
Llamaron a la puerta y la cabeza de mi madre asomaba por ella. No esperó a que dijese nada y entró sin apartar su mirada preocupada de la mía.
-¿Qué pasa?-pregunté con desgana porque ya sabía que tenía que ver algo mi padre.
-Tu padre está muy molesto contigo-le hizo un gesto a mi hermana para que se apartara un poco y poder sentarse ella.
-¿Y qué le hago?-sacudí la cabeza.
-¿De verdad te gusta ese chico o es un capricho?-preguntó con la esperanza de que solo fuese un capricho.
-Pues me gusta y mucho. Para serte sincera no me había pasado ni con Bill-entreabrió la boca-. Y no va a dejar de gustarme por la tontería que tiene mi padre.
-Si me parece bien hija, pero…
-Mamá, no quiero hablar del tema-la interrumpí-. Tengo deberes que hacer y quiero acostarme pronto-me levanté, busqué mi mochila y saqué mi agenda para ver que tenía que hacer.
Ni mi madre, ni mi hermana dijeron nada. Pillaron mi indirecta y se fueron dejándome sola. Cuando escuché la puerta cerrarse suspiré tocándo mi rubia melena.
Capítulo 7. Una joya.
En este capítulo aparecen:
-Hola, se te ha caído y yo iba a devolvértelo-estiró el brazo y me lo dio.
-Muchas gracias-le sonreí nerviosa-. ¿Qué haces por aquí tu solo?-me atreví a preguntar.
-Verás, el tour con mi familia me ha servido para encontrar una buena cancha de baloncesto y, cuando me he dado cuenta era tardísimo-me sonrió. Me encantó.
-Ah, eso está bien-dije entre una risita algo ridícula.
-¿Y qué haces tu aquí sola?-me preguntó pasándose la pelota por sus manos.
-Iba para casa y, bueno, me encantaría quedarme, pero no puedo irme en taxi y si tardo más los borrachos saldrán de los bares.
-¿Dónde está tu novio qué no te acompaña?-paró de pasarse la pelota.
-Pasa que-bajé la mirada, pero no de tristeza-, hemos roto-chasqué la lengua.
-Oh, lo siento-pues la verdad, no parecía lamentarlo mucho.
-Para nada-sacudí la cabeza.
-Pues, si él no lo hace lo haré yo-fruncí el ceño-. Te acompañaré a casa. Te hubiera dado dinero, pero solo tengo el suficiente para mi.
-¿Qué? No hace falta-negué con la cabeza, aunque no me importaría que lo hiciera. Es más, quería que lo hiciese.
-De verdad, no me importa-dio un paso hacía a mí.
-Bueno, vale-no me hice de rogar.
El me sonrió y comenzamos a andar; parecía extraño, en ese mismo instante estaba pensando en él, deseando encontrármelo y mira por donde me va a acompañar a casa.
-¿Puedo saber por qué?-preguntó.
-¿Por qué, que?
-Tú y Bill…-ladeó la cabeza.
-¡Ah!-caí en la cuenta. No me pensé si contárselo o no, Jeremy me daba la suficiente confianza para cualquier cosa. Aunque, pensándolo bien, no puedo contarle la razón por la que me cabreé con él al principio.
Mire al suelo y después clavé mi mirada en la suya.
-Quería, ya sabes-me dio vergüenza, mucha-. Quería hacerlo conmigo ya y bueno, me he enterado también que el muy asqueroso me ponía los cuernos-volví a bajar la mirada y la subí rápidamente para ver la reacción de Jeremy, que fue el siguiente: miró al frente y entre abrió su boca pensando, supongo, en que contestarme.
-Es un auténtico idiota y creo que se lo tiene bien merecido-me alegró escuchar aquellas palabras salir de sus carnosos labios-, no sabe hacer nada bien parece. Si te doy mi opinión, yo lo habría echo directamente con mi novia, no tendria tiempo ni de rechistar-me quedé un poco pillada, asimilando sus palabras. Antes me parecía de lo más bonito y ahora me han entrado ganas de pegarle una pequeña guantada-. Es broma-rió al darse cuenta que no me había echo nada de gracia. Se puso un poco tenso.
-Ah, no ha echo mucha gracia que digamos-confesé, pero esbocé una pequeña sonrisa para que no se sintiera mal.
-Ya, es verdad-agachó la cabeza-. Tendré que averiguar cuales son vuestros puntos de risa, porque llevo ya unas cuantas que no hace gracia-reí-. ¿Ahora te ríes?-enarcó una ceja.
-Sí, lo siento. Es que me hace gracia-paré de reír.
-Bueno, al menos he conseguido que te animaras-le señalé a la derecha para seguir caminando por allí.
¿Y él lo habría echo ya? Aún no nos conocemos mucho para formularle la pregunta, además que tampoco querría saberla; tenía un poco de temor a que me constestase que si lo había echo con quien todavía es su novia.
-Pero hablando serio-me distrajo de mis pensamientos-, Bill no tenía derecho a exigirte nada; el momento no se busca, es lo primero que se entiende en una relación-sus palabras eran sinceras, al igual que su manera de mirarme. El corazón me latía aún más deprisa, y las queridas mariposas que hacía tiempo no sentía, estaban de nuevo dentro de mí.
Quería seguir escuchándole hablar así, por eso me arriesgaría y le preguntaría si ha tenido su primera vez; si fuese así, no me importaría que me contara como se sintió, porque era una grata melodía escucharle hablar así.
-¿Tú ya…?-no pude terminar la pregunta, me dio un poco de palo, pero él lo entendió perfectamente.
Echó su cabeza para atrás y con una estupenda sonrisa, asintió con la cabeza.
-Sí, justamente unos meses antes de venirme aquí.
-Oh, ¿puedo preguntarte cómo fue?-sé que me daría celos, pero quería saber la suerte que tuvo que tener aquella chica.
-Claro que sí. Fue mi primera y única novia; llevábamos dos años saliendo y no habíamos tenido necesidad de hacerlo; estábamos muy a gusto juntos, pero sin necesidad de hacer nada. Nos queríamos y lo que importaba es que estuviésemos bien-le escuché muy atenta.
-La verdad, es que yo creía que así podríamos estar Bill y yo-apunté-. Como cambian las cosas-murmuré-. Bueno, sigue contándome. ¿Cómo llegó el momento?
-Ya no íbamos a estar más juntos, ya no iríamos a estar de risas todas las tardes, así que un día en su casa nos dejamos llevar y fue, estupendo-miró para el frente, recordando aquel momento y se dibujó una pequeña sonrisa en su rostro, nostálgico.
-La hechas de menos-dije.
-Sí, a ella y todo de allí, pero siempre tienes que empezar algo nuevo-chasqueó la lengua.
-¿Y cómo habéis quedado tú y ella?-si me dice que no van a volver nunca más, creo que volaría de la emoción.
-Cuando sea mayor de edad, volveré a San Francisco.
-Vaya, eso está muy bien-fingí una sonrisa.
-Pero nunca sabes lo que puede pasar-me miró fijamente a los ojos, como dándome un aviso. ¿Qué quiere decir?
Paré al reconocer la panadería de enfrente de mi casa, solo tendría que cruzar y ya no volvería ver a Jeremy hasta pasado mañana.
-Bueno, mi casa es esa-señalé al frente.
-¡Wow! Una chocita de nada, ¿eh?-se puso sarcástico con una pequeña sonrisa en su rostro.
-Muchísimas gracias, por acompañarme-dije.
-No hay de que-dio un paso hacia a mi e hizo que mi respiración fuese regular; las mariposas dentro de mi me irían a matar dentro de poco-. Que duermas bien-metió su mano libre en el bolsillo de su chaqueta.
-Igualmente-tartamudeé.
Torpemente me dispuse a cruzar el paso de cebra, dedicándole una última de mis agradables sonrisas.
-Espera-su áspera voz hizo detenerme y darme la vuelta para contemplarle, y esperar a que saliera de sus labios lo que tuviera que decirme. Miró al suelo y después me miró a mi, con un rostro muy sereno-. Bill no te merece.
-Lo sé-sonreí satisfecha.
-Lo que quiero decir, es que, te conozco desde hace dos días, pero me ha sido suficiente para entender que eres una joya-puse mis ojos en blanco-, y las joyas…hay que tratarlas bien no, sino, perfectamente.
-Vaya-reí nerviosa, y coqueta eché mi mentón detrás de mi oreja-. Muchas gracias, es… ha sido muy bonito-desvié un segundo mi mirada al suelo-. Va siendo tarde, mejor que te marches.
-Claro. Hasta el lunes.
-Chao-le despedí con la mano.
Di media vuelta y crucé la carretera para llegar a mi casa; no iba a mirar atrás, solo cuando estuviera en la puerta de mi casa, para ver si me mira, porque eso es que le gusto. Nunca falla.
Dicho y hecho. Jeremy paró un segundo y dirigió la mirada hacia a mí, claro que él, no vio que le vi.
Contenta de alegría, di un saltito con una sonrisa de oreja a oreja. Lo sé, puedo ser una niña pequeñita, pero es que, creo que este chico me está gustando de verdad. Y como dije, no me había pasado ni con Bill.
***
Aquella noche dormí de un tirón, la mar de bien. Sé que debería de estar un poco mal, el chico con el que estuve casi dos años me puso los cuernos…
Pero lo mejor de todo, ¿qué es? o mejor dicho, ¿quién es? Jeremy.
No se, pero tengo la intuición de que entre Jeremy y yo, puede pasar algo. Algo maravillosamente perfecto.
***
Al terminar de desayunar mamá y yo estábamos listas para ir a aquella exposición del hijo de Marta, muy amiga de mi madre.
-¿Elia no viene?-pregunté al ver que nos íbamos ya.
-Que va-sacudió la cabeza-, dice que se encuentra mal.
-Ya claro, he oído hablar de esa cosa. Creo que se llama-arrugué la frente-, cuentítis terminal. No tiene cura-mi madre chasqueó la lengua y rió.
-Vamos anda-me abrió la puerta.
-Buenos días Óscar-saludé a mi buen amigo chófer, que como siempre me abría la puerta con una grata sonrisa.
-¿Qué tal todo, pequeña? ¿Te lo pasaste bien anoche?-resoplé.
-Ahora te cuento-me metí en el coche.
-¿Cómo que ahora le cuentas?-mi madre protestó.
-Vale, ahora os lo cuento-cuando Óscar ya estaba de piloto y mi madre sentada al lado mía, pude contárselo-. Bill y yo hemos roto.
-¿Qué?-gritaron al unísono.
-Pero si es un chico perfecto para ti-exclamó mi madre.
-Tan perfecto no puede ser cuando cada viernes se enrrollaba con otra-abrieron la boca de sorpresa absoluta.
-Entonces has echo bien en dejarle-me apoyó Óscar.
-Si hija-mi madre puso su mano en mi muslo-, has echo bien-pero su cara no estaba de acuerdo con sus palabras.
-¿Qué pasa?-quise saber.
-Verás-ladeó un poco-, a tu padre Bill le pareció el chico ideal para ti, y cuando se entere de lo ocurrido…
-¿No le gustará?-pregunté incrédula. Mi madre asintió-. ¿Sabes mamá? Para mí papá me ha decepcionado con lo de anoche, por eso no se si tengo que tomar en cuenta sus pensamientos.
-Hija…-hizo una mueca.
-Nada de hija mamá-exclamé-. ¿Tú sabías que es un racista?
-Giselle, racista suena muy mal… Dejémoslo en que-se puso a pensar-, no les cae muy bien…
-Yo pienso que tienes que hablar con tu padre-intervino Óscar.
-Tienes razón-musité.
-Pero será mejor que no le enfades, sabes como se pone tu padre cuando le llevan la contraria…-mamá me cogió de la mano, preocupada.
No me dio tiempo a decirle nada, primero porque me quedé muda asimilando las palabras de mi madre; y segundo, porque Óscar nos habría la puerta.
Salí del coche a continuación de mi madre. Miré a Óscar por el rabillo del ojo que cerraba la puerta tras de mí firme.
-Algo me dice que defiendes más a una persona en particular-sonrió pícaro-. ¿Un chico nuevo en tu instituto?
-Puede que tengas razón-le devolví la sonrisa.
-Nos veremos luego-se despidió.
Me coloqué bien el bolso y me dispuse a entrar sola, ya que mi madre no ha sido capaz de esperarme. La entiendo, está emocionada por ver las obras de su queridísimo Saul, cuyo chico es como el que nunca ha tenido.
-Gracias-dije al hombre que estaba en la puerta repartiendo folletos.
Me paré un segundo aguardando lo que me acababan de dar.
El tema principal eran los colores. Me encogí de hombros. Nunca entenderé a los pintores…
La galería estaba a barrosar de gente que dedicaba su tiempo a analizar los cuadros, que los que llevo viendo, son todos iguales.
Saul tiene 24 años, y hace 4 que no le veo. Por eso me preguntaba si había cambiado un poco, ya que cuando le conocí, para mi que estaba un poco ido; es buena persona, no hay duda de eso, pero siempre iba a su bola y no nos dejaba estar con él a mi hermana y a mi. Era… muy raro.
-¡Giselle!-busqué a la persona que acababa de mencionar mi nombre-. Aquí-reconocí a mi madre que me llamaba agitando su brazo.
Sonriente me acerqué a ella que iba acompañada de un hombre, con barba de 3 días, gafas y vestuario muy pijito.
-¿Esta es Giselle?-dijo él.
Cuando estuve más cerca pude reconocerlo.
-¿Saul?-pregunté bien extrañada.
-¿No te acuerdas de mi?-con una gran sonrisa corrió a abrazarme mientras miraba a mi madre frunciendo el ceño.
-Emm, bueno. La verdad es que estás…. cambiado-confesé.
-¿Y tú qué? Antes eras una niña-exclamó.
-Y tu antes eras muy raro y ahora me estás saludando-confesé achinando la mirada.
-Giselle-reprochó mi madre.
-No te preocupes Susana-se hizo el modesto-. Tiene razón, lo maxímo que he hablado contigo ha sido un “hola”-asentí con la cabeza comparando su risa.
-De acuerdo. ¿Dónde está tu madre?
-Estaba hablando con unos viejos amigos en aquel pasillo de allí-señaló a lo lejos.
-Muy bien. Os dejo-nos acarició el brazo y se marchó.
-¿Y qué tal te va todo?
-Muy bien, no me puedo quejar-me encogí de hombros-. ¿Y tú?
-La verdad es que tampoco me puedo quejar. Me fui a Nueva York, triunfé allí y ahora quiero hacerlo aquí.
-Felicidades. La verdad es que no entiendo muy bien el tema de tus… cuadros-confesé.
-Ven aquí-me cogió del brazo y me llevó a ver a un cuadro blanco y negro-. ¿Qué te dice?-me preguntó, serio.
-¿Qué me dice?-pregunté.
-Si. Qué es lo que te dice el cuadro, míralo.
No ha cambiado su rareza, pensé.
Le hice caso y miré aquel cuadro tan, simple. ¿Qué, que me decía? Es un cuadro, ¿cómo me va a decir algo?
-Saul, no te entiendo-sacudí la cabeza-. ¿A qué te refieres?
-Te explicaré-se cruzó de brazos y esuché atenta-. Cuando llegué a Nueva York conocí a un tipo, a un pintor; el mejor que yo haya conocido. Él era negro-me vino de inmediato la imagen de Jeremy-. Me contó que la sociedad de hoy en día no ha cambiado mucho como la de antes. Las pasó muy mal, pero si no hubiera soportado todo aquello, no sería quien hoy es.
>>Por eso es que me inspiré en él. Los colores pueden estar mezclados en un cuadro y no se pelean, ¿por qué en el mundo real no?
Las palabras de Saul por primera vez me cautivaron y no podría estar más de acuerdo con él.
-Me encantaría llevarte para hablar con mi padre-murmuré, pero me escuchó y puso los ojos en blanco-. No es nada-sacudí la cabeza.
Solo habían dos colores, y esos dos colores lo decían todo.
Saul se aproximó más a su cuadro, fruncí el ceño cuando lo quitó de la pared y me lo ofreció.
-Para ti.
-¿Qué?-dije en un grito ahogado-. No, no puedo aceptarlo-tartamudeé, mirando a todos lados.
-Por favor, acéptalo. Tómalo como una disculpa por no haber hablado contigo casi nunca-me sonrió. Dudé un poco.
-Muchas gracias-lo cogí.
-Saul-lo llamaron.
-Tengo que marcharme. Quiero volver a hablar contigo.
-Estaré encantada-se despidió con un guiño de ojos.
Lo seguí con la mirada hasta perderlo entre la muchedumbre; dirigí la mirada hacia el cuadro y sonreí para mí.
-Hola, se te ha caído y yo iba a devolvértelo-estiró el brazo y me lo dio.
-Muchas gracias-le sonreí nerviosa-. ¿Qué haces por aquí tu solo?-me atreví a preguntar.
-Verás, el tour con mi familia me ha servido para encontrar una buena cancha de baloncesto y, cuando me he dado cuenta era tardísimo-me sonrió. Me encantó.
-Ah, eso está bien-dije entre una risita algo ridícula.
-¿Y qué haces tu aquí sola?-me preguntó pasándose la pelota por sus manos.
-Iba para casa y, bueno, me encantaría quedarme, pero no puedo irme en taxi y si tardo más los borrachos saldrán de los bares.
-¿Dónde está tu novio qué no te acompaña?-paró de pasarse la pelota.
-Pasa que-bajé la mirada, pero no de tristeza-, hemos roto-chasqué la lengua.
-Oh, lo siento-pues la verdad, no parecía lamentarlo mucho.
-Para nada-sacudí la cabeza.
-Pues, si él no lo hace lo haré yo-fruncí el ceño-. Te acompañaré a casa. Te hubiera dado dinero, pero solo tengo el suficiente para mi.
-¿Qué? No hace falta-negué con la cabeza, aunque no me importaría que lo hiciera. Es más, quería que lo hiciese.
-De verdad, no me importa-dio un paso hacía a mí.
-Bueno, vale-no me hice de rogar.
El me sonrió y comenzamos a andar; parecía extraño, en ese mismo instante estaba pensando en él, deseando encontrármelo y mira por donde me va a acompañar a casa.
-¿Puedo saber por qué?-preguntó.
-¿Por qué, que?
-Tú y Bill…-ladeó la cabeza.
-¡Ah!-caí en la cuenta. No me pensé si contárselo o no, Jeremy me daba la suficiente confianza para cualquier cosa. Aunque, pensándolo bien, no puedo contarle la razón por la que me cabreé con él al principio.
Mire al suelo y después clavé mi mirada en la suya.
-Quería, ya sabes-me dio vergüenza, mucha-. Quería hacerlo conmigo ya y bueno, me he enterado también que el muy asqueroso me ponía los cuernos-volví a bajar la mirada y la subí rápidamente para ver la reacción de Jeremy, que fue el siguiente: miró al frente y entre abrió su boca pensando, supongo, en que contestarme.
-Es un auténtico idiota y creo que se lo tiene bien merecido-me alegró escuchar aquellas palabras salir de sus carnosos labios-, no sabe hacer nada bien parece. Si te doy mi opinión, yo lo habría echo directamente con mi novia, no tendria tiempo ni de rechistar-me quedé un poco pillada, asimilando sus palabras. Antes me parecía de lo más bonito y ahora me han entrado ganas de pegarle una pequeña guantada-. Es broma-rió al darse cuenta que no me había echo nada de gracia. Se puso un poco tenso.
-Ah, no ha echo mucha gracia que digamos-confesé, pero esbocé una pequeña sonrisa para que no se sintiera mal.
-Ya, es verdad-agachó la cabeza-. Tendré que averiguar cuales son vuestros puntos de risa, porque llevo ya unas cuantas que no hace gracia-reí-. ¿Ahora te ríes?-enarcó una ceja.
-Sí, lo siento. Es que me hace gracia-paré de reír.
-Bueno, al menos he conseguido que te animaras-le señalé a la derecha para seguir caminando por allí.
¿Y él lo habría echo ya? Aún no nos conocemos mucho para formularle la pregunta, además que tampoco querría saberla; tenía un poco de temor a que me constestase que si lo había echo con quien todavía es su novia.
-Pero hablando serio-me distrajo de mis pensamientos-, Bill no tenía derecho a exigirte nada; el momento no se busca, es lo primero que se entiende en una relación-sus palabras eran sinceras, al igual que su manera de mirarme. El corazón me latía aún más deprisa, y las queridas mariposas que hacía tiempo no sentía, estaban de nuevo dentro de mí.
Quería seguir escuchándole hablar así, por eso me arriesgaría y le preguntaría si ha tenido su primera vez; si fuese así, no me importaría que me contara como se sintió, porque era una grata melodía escucharle hablar así.
-¿Tú ya…?-no pude terminar la pregunta, me dio un poco de palo, pero él lo entendió perfectamente.
Echó su cabeza para atrás y con una estupenda sonrisa, asintió con la cabeza.
-Sí, justamente unos meses antes de venirme aquí.
-Oh, ¿puedo preguntarte cómo fue?-sé que me daría celos, pero quería saber la suerte que tuvo que tener aquella chica.
-Claro que sí. Fue mi primera y única novia; llevábamos dos años saliendo y no habíamos tenido necesidad de hacerlo; estábamos muy a gusto juntos, pero sin necesidad de hacer nada. Nos queríamos y lo que importaba es que estuviésemos bien-le escuché muy atenta.
-La verdad, es que yo creía que así podríamos estar Bill y yo-apunté-. Como cambian las cosas-murmuré-. Bueno, sigue contándome. ¿Cómo llegó el momento?
-Ya no íbamos a estar más juntos, ya no iríamos a estar de risas todas las tardes, así que un día en su casa nos dejamos llevar y fue, estupendo-miró para el frente, recordando aquel momento y se dibujó una pequeña sonrisa en su rostro, nostálgico.
-La hechas de menos-dije.
-Sí, a ella y todo de allí, pero siempre tienes que empezar algo nuevo-chasqueó la lengua.
-¿Y cómo habéis quedado tú y ella?-si me dice que no van a volver nunca más, creo que volaría de la emoción.
-Cuando sea mayor de edad, volveré a San Francisco.
-Vaya, eso está muy bien-fingí una sonrisa.
-Pero nunca sabes lo que puede pasar-me miró fijamente a los ojos, como dándome un aviso. ¿Qué quiere decir?
Paré al reconocer la panadería de enfrente de mi casa, solo tendría que cruzar y ya no volvería ver a Jeremy hasta pasado mañana.
-Bueno, mi casa es esa-señalé al frente.
-¡Wow! Una chocita de nada, ¿eh?-se puso sarcástico con una pequeña sonrisa en su rostro.
-Muchísimas gracias, por acompañarme-dije.
-No hay de que-dio un paso hacia a mi e hizo que mi respiración fuese regular; las mariposas dentro de mi me irían a matar dentro de poco-. Que duermas bien-metió su mano libre en el bolsillo de su chaqueta.
-Igualmente-tartamudeé.
Torpemente me dispuse a cruzar el paso de cebra, dedicándole una última de mis agradables sonrisas.
-Espera-su áspera voz hizo detenerme y darme la vuelta para contemplarle, y esperar a que saliera de sus labios lo que tuviera que decirme. Miró al suelo y después me miró a mi, con un rostro muy sereno-. Bill no te merece.
-Lo sé-sonreí satisfecha.
-Lo que quiero decir, es que, te conozco desde hace dos días, pero me ha sido suficiente para entender que eres una joya-puse mis ojos en blanco-, y las joyas…hay que tratarlas bien no, sino, perfectamente.
-Vaya-reí nerviosa, y coqueta eché mi mentón detrás de mi oreja-. Muchas gracias, es… ha sido muy bonito-desvié un segundo mi mirada al suelo-. Va siendo tarde, mejor que te marches.
-Claro. Hasta el lunes.
-Chao-le despedí con la mano.
Di media vuelta y crucé la carretera para llegar a mi casa; no iba a mirar atrás, solo cuando estuviera en la puerta de mi casa, para ver si me mira, porque eso es que le gusto. Nunca falla.
Dicho y hecho. Jeremy paró un segundo y dirigió la mirada hacia a mí, claro que él, no vio que le vi.
Contenta de alegría, di un saltito con una sonrisa de oreja a oreja. Lo sé, puedo ser una niña pequeñita, pero es que, creo que este chico me está gustando de verdad. Y como dije, no me había pasado ni con Bill.
***
Aquella noche dormí de un tirón, la mar de bien. Sé que debería de estar un poco mal, el chico con el que estuve casi dos años me puso los cuernos…
Pero lo mejor de todo, ¿qué es? o mejor dicho, ¿quién es? Jeremy.
No se, pero tengo la intuición de que entre Jeremy y yo, puede pasar algo. Algo maravillosamente perfecto.
***
Al terminar de desayunar mamá y yo estábamos listas para ir a aquella exposición del hijo de Marta, muy amiga de mi madre.
-¿Elia no viene?-pregunté al ver que nos íbamos ya.
-Que va-sacudió la cabeza-, dice que se encuentra mal.
-Ya claro, he oído hablar de esa cosa. Creo que se llama-arrugué la frente-, cuentítis terminal. No tiene cura-mi madre chasqueó la lengua y rió.
-Vamos anda-me abrió la puerta.
-Buenos días Óscar-saludé a mi buen amigo chófer, que como siempre me abría la puerta con una grata sonrisa.
-¿Qué tal todo, pequeña? ¿Te lo pasaste bien anoche?-resoplé.
-Ahora te cuento-me metí en el coche.
-¿Cómo que ahora le cuentas?-mi madre protestó.
-Vale, ahora os lo cuento-cuando Óscar ya estaba de piloto y mi madre sentada al lado mía, pude contárselo-. Bill y yo hemos roto.
-¿Qué?-gritaron al unísono.
-Pero si es un chico perfecto para ti-exclamó mi madre.
-Tan perfecto no puede ser cuando cada viernes se enrrollaba con otra-abrieron la boca de sorpresa absoluta.
-Entonces has echo bien en dejarle-me apoyó Óscar.
-Si hija-mi madre puso su mano en mi muslo-, has echo bien-pero su cara no estaba de acuerdo con sus palabras.
-¿Qué pasa?-quise saber.
-Verás-ladeó un poco-, a tu padre Bill le pareció el chico ideal para ti, y cuando se entere de lo ocurrido…
-¿No le gustará?-pregunté incrédula. Mi madre asintió-. ¿Sabes mamá? Para mí papá me ha decepcionado con lo de anoche, por eso no se si tengo que tomar en cuenta sus pensamientos.
-Hija…-hizo una mueca.
-Nada de hija mamá-exclamé-. ¿Tú sabías que es un racista?
-Giselle, racista suena muy mal… Dejémoslo en que-se puso a pensar-, no les cae muy bien…
-Yo pienso que tienes que hablar con tu padre-intervino Óscar.
-Tienes razón-musité.
-Pero será mejor que no le enfades, sabes como se pone tu padre cuando le llevan la contraria…-mamá me cogió de la mano, preocupada.
No me dio tiempo a decirle nada, primero porque me quedé muda asimilando las palabras de mi madre; y segundo, porque Óscar nos habría la puerta.
Salí del coche a continuación de mi madre. Miré a Óscar por el rabillo del ojo que cerraba la puerta tras de mí firme.
-Algo me dice que defiendes más a una persona en particular-sonrió pícaro-. ¿Un chico nuevo en tu instituto?
-Puede que tengas razón-le devolví la sonrisa.
-Nos veremos luego-se despidió.
Me coloqué bien el bolso y me dispuse a entrar sola, ya que mi madre no ha sido capaz de esperarme. La entiendo, está emocionada por ver las obras de su queridísimo Saul, cuyo chico es como el que nunca ha tenido.
-Gracias-dije al hombre que estaba en la puerta repartiendo folletos.
Me paré un segundo aguardando lo que me acababan de dar.
El tema principal eran los colores. Me encogí de hombros. Nunca entenderé a los pintores…
La galería estaba a barrosar de gente que dedicaba su tiempo a analizar los cuadros, que los que llevo viendo, son todos iguales.
Saul tiene 24 años, y hace 4 que no le veo. Por eso me preguntaba si había cambiado un poco, ya que cuando le conocí, para mi que estaba un poco ido; es buena persona, no hay duda de eso, pero siempre iba a su bola y no nos dejaba estar con él a mi hermana y a mi. Era… muy raro.
-¡Giselle!-busqué a la persona que acababa de mencionar mi nombre-. Aquí-reconocí a mi madre que me llamaba agitando su brazo.
Sonriente me acerqué a ella que iba acompañada de un hombre, con barba de 3 días, gafas y vestuario muy pijito.
-¿Esta es Giselle?-dijo él.
Cuando estuve más cerca pude reconocerlo.
-¿Saul?-pregunté bien extrañada.
-¿No te acuerdas de mi?-con una gran sonrisa corrió a abrazarme mientras miraba a mi madre frunciendo el ceño.
-Emm, bueno. La verdad es que estás…. cambiado-confesé.
-¿Y tú qué? Antes eras una niña-exclamó.
-Y tu antes eras muy raro y ahora me estás saludando-confesé achinando la mirada.
-Giselle-reprochó mi madre.
-No te preocupes Susana-se hizo el modesto-. Tiene razón, lo maxímo que he hablado contigo ha sido un “hola”-asentí con la cabeza comparando su risa.
-De acuerdo. ¿Dónde está tu madre?
-Estaba hablando con unos viejos amigos en aquel pasillo de allí-señaló a lo lejos.
-Muy bien. Os dejo-nos acarició el brazo y se marchó.
-¿Y qué tal te va todo?
-Muy bien, no me puedo quejar-me encogí de hombros-. ¿Y tú?
-La verdad es que tampoco me puedo quejar. Me fui a Nueva York, triunfé allí y ahora quiero hacerlo aquí.
-Felicidades. La verdad es que no entiendo muy bien el tema de tus… cuadros-confesé.
-Ven aquí-me cogió del brazo y me llevó a ver a un cuadro blanco y negro-. ¿Qué te dice?-me preguntó, serio.
-¿Qué me dice?-pregunté.
-Si. Qué es lo que te dice el cuadro, míralo.
No ha cambiado su rareza, pensé.
Le hice caso y miré aquel cuadro tan, simple. ¿Qué, que me decía? Es un cuadro, ¿cómo me va a decir algo?
-Saul, no te entiendo-sacudí la cabeza-. ¿A qué te refieres?
-Te explicaré-se cruzó de brazos y esuché atenta-. Cuando llegué a Nueva York conocí a un tipo, a un pintor; el mejor que yo haya conocido. Él era negro-me vino de inmediato la imagen de Jeremy-. Me contó que la sociedad de hoy en día no ha cambiado mucho como la de antes. Las pasó muy mal, pero si no hubiera soportado todo aquello, no sería quien hoy es.
>>Por eso es que me inspiré en él. Los colores pueden estar mezclados en un cuadro y no se pelean, ¿por qué en el mundo real no?
Las palabras de Saul por primera vez me cautivaron y no podría estar más de acuerdo con él.
-Me encantaría llevarte para hablar con mi padre-murmuré, pero me escuchó y puso los ojos en blanco-. No es nada-sacudí la cabeza.
Solo habían dos colores, y esos dos colores lo decían todo.
Saul se aproximó más a su cuadro, fruncí el ceño cuando lo quitó de la pared y me lo ofreció.
-Para ti.
-¿Qué?-dije en un grito ahogado-. No, no puedo aceptarlo-tartamudeé, mirando a todos lados.
-Por favor, acéptalo. Tómalo como una disculpa por no haber hablado contigo casi nunca-me sonrió. Dudé un poco.
-Muchas gracias-lo cogí.
-Saul-lo llamaron.
-Tengo que marcharme. Quiero volver a hablar contigo.
-Estaré encantada-se despidió con un guiño de ojos.
Lo seguí con la mirada hasta perderlo entre la muchedumbre; dirigí la mirada hacia el cuadro y sonreí para mí.
Capítulo 6. Libertad.
En este capítulo aparecen:
Me acerqué tímidamente y saludé a Rosa y a José Luis que comían de su postre el cual me ofrecieron, pero que yo rechacé. No me cabía nada más en el cuerpo.
-¿Qué ha pasado?-Óscar cogió una silla y la colocó al lado de la mía.
-Acabo de enterarme que mi padre es un racista-confesé sin tapujos. Los tres me miraron sin entender-. ¿Te acuerdas del chico nuevo?-me dirigí a Óscar.
Rosa y José Luis se dieron cuenta que no entenderían mucho y decidieron levantarse.
-Sí, el chico negro.
-Si hubieras escuchado lo que han dicho…-mi voz se quebró-. Sabes como tengo a mi padre, en un pedestal y ahora…
-Eh, eh. Tranquila-me abrazó-. Seguro que no ha sido para tanto.
-Óscar no los defiendas, él con Bill y Tom lo han dejado por los suelos. A Jeremy y a todos los de color, yo…-bajé la mirada, avergonzada-. Me siento frustada y estoy deseando ir y que papá me diga que lo que ha dicho era una broma, de muy mal gusto pero que no hablaba en serio. ¿Tú sabías que era así?-pregunté al no decirme nada.
-Bueno-respiró hondo-, yo sé que no le agrada mucho las personas que… digamos no son de la misma nacionalidad que el-abrí mucho los ojos-. Mira Giselle yo no soy quien para juzgar a tu padre, tienes que hablarlo con él.
-¡Giselle!-se escuchó la voz de mi padre.
-Ve, que has dejado a los invitados tirados-me cogió de las manos-. No te preocupes por nada y pásatelo bien esta noche.
-No pienso salir.
-¿Cómo qué no?
-¿Qué haces aquí?-todos nos giramos a ver a mi padre asomado por la puerta de la cocina-. Ven aquí.
Miré a Óscar que me guió con la mirada hacia papá. Me levanté a regañadientes.
-¿Siempre tienes que estar con ellos?-me dijo cuando estaba lo suficientemente cerca de él para que no le oyesen. Pensé mejor en no contestarle-. Giselle, tu comportamiento de antes ha sido… grotesco. ¿Por qué razón has echo eso delante de tu novio?
-Porque no aguantaba estar más tiempo escuchando esas cosas, papá. Me has sorprendido esta noche-le confesé sin poder mirarle a la cara.
-¿Por lo qué pienso de los que no son cómo nosotros?
-Son iguales que nosotros-repliqué.
-No quiero discutir esto contigo ahora Giselle. Tu novio y tus amigos te esperan para que te marches. Mañana, cuando se te pase lo que tengas, hablaremos con más calma.
Cuando papá me mira con esa mirada no puede haber otra replica, así que tuve que callarme como una niña tonta sintiéndome indefensa de no poder defender a Jeremy…
Papá me hizo un gesto para que le siguiera hacia el comedor donde al parecer, me esperaban todos.
Mamá se encontraba hablando con los gemelos mientras que mi hermana reía con Sara. Odiaba esta escena y cada vez me siento con más ganas de hacer absolutamente nada. No te sientes bien cuando estás descubriendo que quien te rodea son auténticos desconocidos.
-Giselle-dijo Bill con una sonrisa en su rostro. Era algo fingida-. Ya podemos irnos aunque es una pena, me lo estaba pasando en grande-miró a mis padres que estos correspondieron su asquerosa sonrisa.
-Estoy con mi hermano. Si lo hubiera sabido antes abriamos venido mucho antes, pero ahora, vendremos a menudo si no es molestia-añadió Tom.
-Molestia ninguna-coincidieron mis padres-, cuando querais y para la proxima vez, traed a Simone-apuntó mi padre.
¡Casi vomito! Me estaba pareciendo todo tan repulsivo, mi novio tan pelota… Sacudí la cabeza.
-¿Nos vamos?-Sara se incorporó.
-Ok, vámonos-Bill se dirigió hacia a mí-. ¿Ya se te ha ido la tontería?-me susurró entre dientes.
-¿Qué?-casi grité, incrédula.
-Coge tus cosas-me exigió.
-Vámonos, Giselle-Tom apareció detrás de Bill.
Encantada le hubiera contestado a Bill, a mi nadie me habla así y menos él que me estoy dando cuenta de como realmente es; y esas personas no me gustan nada.
Furiosa, cogí mi rebeca y mi pequeño bolso y sin despedirme de ninguno, salí por la puerta de mi casa la primera. Avancé unos pasos y me paré enfrente del pequeño banco que teníamos a la izquierda cruzándome de brazos; miré hacia la puerta y aún no salían. Maldita la hora en la que le hice caso a papá de invitarles…
-Hasta pronto-se despedía Bill.
-¿Te vas a tirar toda la noche allí?-tuve que gritarle.
-¿Qué es lo que te pasa?-hizo un gesto con las manos, pidiendo explicaciones, a la vez que venía hacia a mí-. Esta noches te estás quedando en la gloria bendita-replicó.
-¿Sabes qué? No pienso salir-le dije cuando estaba a un paso de mí-. Que os divirtáis-hice ademán de irme, pero Bill me agarró del brazo.
-Bill, tienes que controlar a tu noviecita-dijo Tom, burlándose.
-¿Por qué no te vas a la mierda?-exploté.
-Si, cállate. Esta no es tu pelea-me defendió Sara.
-¿Cómo dices?-Tom le dedicó una mirada de incredulidad, como siempre lo hace cuando Sara le contradice. Y la reacción de Sara siempre es la misma, callarse.
-Esto es de chiste-dejè caer mis brazos.
-Giselle-Bill me cogió de los brazos y me llevó apartada de los otros dos-. ¿Estás enfadada conmigo?-asentí, obviamente-. Pues hablemos tranquillamente en la discoteca, ¿de acuerdo? Después te acompañaré aquí si no stasi a gusto-esbozó una media sonrisa.
Por detalles como estos me enamoré de él, pero claro, no contaba con su lado borde y asqueroso que pensé que desapareció por completo.
-Está bien-suspiré.
Quiso cogerme de la mano, pero se la quité y no puso queja. Después, bajamos para pedir un taxi; yo me senté de copiloto.
Al dejarnos enfrente de la discoteca Nilo, Tom fue directo a entrar con Sara detrás de perrito faldero.
-¿Vamos?-Bill me señaló dentro al ver que quedé parada.
-¿No íbamos a hablar?-me crucé de brazos, muy enfadada.
-De acuerdo-reprimió un suspiro y caminó hacia un pequeño coche para apoyarse. Le seguí-. ¿Qué me quieres reprochar?-vaciló.
-Para empezar, ¿desde cuándo eres racista?
-¿Cómo?-echó una pequeña carcajada-. Todo esto es por el negro este, ¿no? Cómo se llama…
-Jeremy-contesté-. Y no es por él, es por todos. Me sorprende que tenga esos pensamientos en mente, ¡por Dios Bill, ¿puedes recordar las palabras que habéis dicho en la mesa?!
-¿Qué problema hay?-exclamó-. Seguro que si estuviéramos hablando de otro no te importaría-se incorporó-. Porque Jeremy te gusta, ¡te gusta!-puse los ojos en blanco, interrogativos-. ¿Qué cómo lo sé? Suerte que tengo un hermano cuya novia le cuenta todo-Sara, todo lo que le conté…-. ¿Y encima eres tú quien se enfada conmigo cuándo eres tú quien le va diciendo a sus amigas que siente cosas por un desconocido que ni sintió por quien es su novio?
-Bueno-miré para abajo, avergonzada-. No es solo por eso, también por como me has hablado-sí, lo sé; me estoy echando atrás y no estoy reconociendo que en verdad me está empezando a gustar Jeremy.
-Dime una cosa, ¿me vas a dejar por él?
-Bill, dime que tu lado de macarra al que odié una vez no vuelve a estar en ti. Quiero que me digas que lo que has dicho en la mesa solo ha sido por coincidir con mi padre-soltó una carcajada.
-De acuerdo, lo que tu quieras. Ahora-me cogió de la cintura y me llevó hacia él-demuéstrame que me quieres. Es lo que te pido-me besó el cuello. Cerré los ojos, que me besara el cuello hacia que me perdiera entre la satisfacción-. Hagámoslo-susurró bajando sus manos introduciéndolas por debajo de mi vestido.
-¡No!-reaccioné empujándole-. ¿No quedamos en qué esperaríamos el momento?
-Estoy cansado de esperar el momento. Mira, te quiero, me quieres, ¿qué problema hay?-volvió acercarse a mí para tocar mi punto débil: el cuello.
-¡Qué no!-volví a separarme-. ¿Qué necesidad tienes? Puedes esperar un poco más, eres virgen al igual que yo y…-resopló, cosa que me interesó-. ¿Por qué resoplas?
-¿Qué?-me miró nervioso-. Ha sido sin querer-vaciló.
Si algo sé de Bill es que cuando miente o esta en un aprieto su pierna izquierda, inconscientemente, se mueve.
Entonces, empecé a pensar; ha resoplado cuando he mencionado que los dos todavía no habíamos mantenido relaciones…y si no me equivoco quiere decir que…
-Me has engañado, me has puesto los cuernos, ¿verdad?
-No-dijo rápidamente, más nervioso aún.
-Me los has puesto-lo cogí de la barbilla y lo obliqué a mirarme a los ojos. No dijo nada-. Por eso me llamas todos los sábados-caí en la cuenta-. Te sientes culpable-reí-. Eres patético-retrocedí, posando mi mano en la frente.
Bill seguía con su mirada clavada en el suelo. No sabía como sentirme, si desdichada o… libre.
-Te has dejado engañar por Tom-sacudi la cabeza-. Hemos terminado-me di media vuelta.
-No seas tonta Giselle, solo ha sido un par de veces. Soy un hombre y tengo necesidades-gritó.
-Eres un hombre y eres idiota-me paré mirándole-. Ahora te vas con tu zorrita y de mi te olvidas. Adiós-le despedí con la mano y seguì con mi camino.
-A tu padre no le gustará. Tu te lo pierdes-siguió gritando. Le ignoré completamente.
A pesar de que es un completo imbécil con todas las letras, parte de mí se sentía ridícula; lo había querido durante casi dos años, pensé que siempre iba a ser él y ahora, soy una cornuda.
Pero, lo que me alegra es que no estoy atada a Bill y ahora si puedo decir que Jeremy me gusta y estoy deseando que sea lunes para volver a verle.
Doblé una esquina y vi a lo lejos que había alguien con una capucha botando una pelota de baloncesto. Lo que me faltaba…
Cualquier chica temería pasar por una calle donde no había nadie más que ese chico, porque lo parecía por sus andares, y yo; una chica indefensa de dieciséis años y tenía que pasar por esta calle obligatoriamente.
Respiré hondo y aceleré el paso al igual que mi corazón iba acelerado.
Justo cuando lo adelanté un poco se me escurrió el bolso de entre mis manos y me… mordí la lengua. Paré un poco nerviosa, tendría que recogerlo y si no me daba prisa aquel desconocido podría ser un ladrón y… No pensé más y fui a cogerlo rápidamente.
Cuando me di la vuelta ya se habia agachado para recogerlo, conserve su mano y gracias al farol que había encima nuestra pude riconoscer que su tono de piel no era como la mía.
-¿A dónde vas tan deprisa?-cogió el bolso y se levantó ofreciéndomelo. Ahora, se me paró el corazón.
-Jeremy-dije entre una risa nerviosa y de alivio.
lunes, 29 de marzo de 2010
Capítulo 5. Cena, ¿racista?
En este capítulo aparecen:
-Mi padre quiere que vengáis a cenar esta noche, tu hermano con Sara también-Bill me llamó temprano, nada más levantarse y le conté lo que me dijo mi padre anoche.
-¿En serio?-noté su voz nerviosa.
-¿Qué pasa?-sonreí-. ¿Tienes miedo de conocer a mi padre? Venga, que yo ya he conocido a los tuyos. Ya era hora de que vengas, ¿no?
-Sí, claro que si, pero no entiendo porque mi hermano y Sara.
-No sé, querrá más compañía-pensé.
-Pero, ¿no vamos a ir a la discoteca como todos los sábados?-sonó molesto.
-Bill, no vamos a estar toda la noche con mi padre. En cuanto cenemos nos vamos. ¿Es qué no te parece bien?
-Me parece genial, Giselle. Voy a decírselo a mi hermano ahora mismo.
-Ok.
-Estoy cansado, nos vemos esta noche. Te quiero.
-Y yo-colgué.
Quedé mirando el aparato; ya me estaba cansando de las llamaditas de Bill los sábados por la mañana, y si al menos fuera para desearme los buenos días, podría pasarlo por alto, pero siempre me llama ausente, con voz tensa y no entiendo porqué. No sé que hará los viernes, pero siempre amanece así.
Dejé de pensar en lo que haría. Tiré el teléfono en mi cama y restregándome los ojos me levanté; me pusé las zapatillas de estar por casa y bajé a desayunar.
-Buenos días-dije nada más asomar un pie en el comedor-. ¿Y papá?-pregunté al darme cuenta del vacío de su silla.
-Ya sabes. Papeles-dijo mamá con una mueca-. ¿Esta noche vienen?
-¿Qué?-no sabía de lo que me hablaba, pero luego caí-. ¡Ah! Sí, se lo acabo de decir.
-Un momento-intervino Elia-. ¿Quiénes vienen?-enarcó una ceja.
-Pues Bill, Tom y Sara. Papá los ha invitado a cenar esta noche-le expliqué.
-¿¡Qué!?-dijo en un grito ahogado. Se puso nerviosa y se dedicó a beber de su taza de leche-. Ya he terminado-se levantó con una minúscula sonrisa en su rostro.
Me imaginaba lo contenta que debía de estar por cenar en la misma mesa que la de Bill.
-Espero que se le pase pronto-murmuró mi madre. Nos miramos y reímos.
Faltaba media hora para comenzar a cenar; Bill aún no había llegado. Bufé. El primer día que conoce a mi padre y esperemos que no llegue tarde.
Mientras me coloqué enfrente del espejo, para ver si todo seguía en su sitio y mi maquillaje estuviera perfecto.
Sonó el timbre de la puerta haciendo que me sobresaltara; cogí mi pequeño bolso y mi rebeca favorita de color gris y bajé corriendo.
-No corras que acabarás tragándote las escaleras-me decía Óscar esperándome abajo.
-¡Hey!-mi saludo lleno de alegría-. Ahora hablamos que es Bill-corrí hacia la puerta.
-Un momento-me cogió del brazo, muy serio-. ¿Quién te ha dado permiso para salir tan guapa?-me miró de arriba abajo.
-No-dejè caer mis hombros-. Tú no me hagas la pelota, por favor.
-No es peloteo, es la pura verdad-me sonrió.
-Bueno, gracias. Ahora tengo que abrir la puerta si me permites claro-desvié mi mirada a su brazo y al mio.
-Oh, claro-me soltó.
Más despacio fui a abrir la puerta.
-Buenas noches-Bill posó su mano en mi cintura y me besó-. ¿Cómo puedes estar tan guapa?
-¿Por qué se lo tienes que decir todos los días?-preguntó su hermano.
-Gracias Bill-ignoré a Tom.
-¿Qué tal?-Sara vino y me abrazó.
-Hola cuñadita-Tom se puso frente a mí esbozando una sonrisa que me dio escalofríos. Siempre me pasa con él.
-Que sepas que no estoy casada con tu hermano, no me llames eso.
-Oh, no-se hizo el ofendido-. Controla a tu noviecita, mira como le habla a tu gemelo.
-Lo tiene que hacer la tuya-se defendió Bill.
-Vale-dijo en una carcajada.
Busqué rápidamente la mirada de Sara que estaba clavada en el suelo. No entiendo como Tom se burla de ella y solo clava la mirada en el suelo. Increíble.
-Déjate de tonterias y entremos por favor-les señalé para dentro-. Rosa, ¿puedes llevarlos al salón? Voy a avisar a mis padres-dije en cuanto la vi aparecer.
-¿Cuándo nos vendremos a vivir aquí?-oí decir a Tom y recé para que no lo volviera a decir ni en broma.
Acordándome de que aún llevaba mi bolso y la rebeca en la mano, fui y lo dejé en el recibidor.
-¿Qué planes hay para esta noche?-me asusté al oír la voz de mi chofer.
-Lo mismo. Ir a la discoteca.
-¿No te cansas?-se acercó a mí con su peculiar sonrisa.
-Algunas veces-me encogí de hombros-. Por cierto, ¿qué tal la cena con tu mujer? ¿Le gusto?
-Si yo te contara-dijo reprimiendo un suspiro.
Le entendía perfectamente; estaba con nosotros las 24 horas del día y no la veía a penas.
-Tienes que dejar este trabajo-rió-. En serio, no se que haces perdiendo el tiempo con nosotros cuando podaria hacerlo con ella. Formar una familia.
-Creeme-dijo tras una pausa-. A veces pienso que mi familia ya la tengo aquí.
-Oh-me puse la mano en el corazón y salpiqué las manos, haciendo como aguantar las lágrimas-. Eso es, súper bonito.
-No te burles-me dio un pequeño empujoncito.
-Gracias.
-Oye, ¿no tienes invitados?-abrí la boca al acordarme y me fui corriendo a llamar a mis padres.
Pero para cuando fui, ya se estaban presentando ellos mismos.
-Papá, mamá-dije al entrar. Estaban muy sonrientes, por lo que parecía ya habían hablado de algo y eso, gustó a mis padres.
-Giselle, no me había dicho que su madre es Simone-dijo mi padre con una sonrisa de oreja a oreja.
-¿Y?-fruncí el ceño.
-Oh Giselle, mi madre es dueña de Industrias DeutKa-dijo Bill, como si fuera la cosa más obvia.
-¿Y?-seguía sin entender.
-Soy su accionista mayoritario, Simone es una gran mujer de empresas y me cae estupendo. Y ahora más al saber que uno de sus hijos es el novio de la mía-rieron.
-Mira que casualidad-dije sin mucha importancia acercándome a ellos.
-Mamá nos hablaba de un Fernando, pero jamás pensamos que sería el padre de Giselle-intervino Tom.
-Oh, si lo hubiera sabido la hubiera invitado a ella también. ¿A qué si cariño?-miró a mi madre.
-Sí, claro. Creo que ya es demasiado tarde para que la llaméis, ¿verdad?
-Me temo que si-dijo Tom.
Me sorprendió un poco que Tom se mostrara así con ellos, ¡con mis padres! No me gusta esto…
-La mesa ya está lista-Rosa nos avisó.
-No podemos hacer esperar más a provar las delicias de nuestra sirvienta. Vayamos adentro-papá nos hizo un gesto para pasar al comedor.
Bill y Tom fueron los primeros en irse con mis padres detrás de ellos, y Sara y yo nos quedamos atrás.
-Veo que se llevan muy bien-me comentó Sara.
-Eso parece-alcé las cejas.
Al ir al comedor vi que Óscar pasó por el otro pasillo.
-¿A dónde vas?-quise saber.
-Voy a cenar-dijo dubitativo.
-Pues el comedor está por aquí-señalé detrás de mi.
-No, no-dijo con una risa-. Yo soy el chofer, ¿de qué hablaría yo?
-¿Y yo?
-Muchas gracias, pero no. Ve anda-me acarició las manos.
-Como quieras-le sonreí y me di media vuelta.
Cuando llegué todos estaban sentados; los gemelos a ambos lados de papá; Sara se sentó al lado de su novio y mamá en el otro extremo de la mesa y yo, me senté al lado de Bill.
Como estaban hablando de lo suyo, me fijé en que faltaba alguien.
-¿Y Elia?
-Aquí estoy-apareció corriendo.
Cuando la vimos entrar todos abrimos mucho los ojos, la vi más guapa que nunca.
-Vaya hija, stasi guapísima-apuntó papá.
-Gracias papi. Hola a todos-dijo muy formal a la vez que se sentaba al lado de Sara.
Todos le sonrieron y como no, Tom desvió más de una vez la mirada hacia mi hermana que además de guapa iba muy, ¿destapada?
Rosa nos sirvió la comida. Las chicas no hablábamos para nada, solo ellos hablaron.
-Ya que hemos hablado de todo tipo de cosas, ¿por qué no me contáis cómo váis en el instituto?
-Bueno, Tom y yo solemos sacar siempre las mismas notas en todo: sobresalientes y eso-se sonrojó.
-Sí, no necesitamos mucho estudio para sacar esas notas-sonrió satisfecho.
-Oh, bien, bien-sonrió y se llevó su copa de vino a la boca-. ¿Váis juntos?-nos señaló a los cuatro.
-Sí papá-me adelanté a contestarle-, pero cuando voy a matemáticas ellos van a informática.
-¿No os van los números?
-Para nada-rieron.
-Pues a Giselle tampoco aunque, ahora que tiene un nuevo compañero de mesa…-intervino Elia.
Quise decir algo, pero no podía decir nada. Era verdad, Jeremy se sentaba a mi lado y estaba deseando pedirle ayuda.
-¿En serio? Según me dijiste no querías compañeros de asiento-comentó papá desconcertado.
-Ya, pero como es nuevo y no había otro asiento, el profesor me lo puso al lado-me expliqué.
-¿De dónde es?-preguntó mamá.
-De San Francisco-contesté.
-Y es negro-dijo mi hermana como quien no quiere la cosa, cosa que me fastidió y le dediqué una mirada fulminante.
-¿Cómo dices?-preguntó mi padre con una sonrisa dibujada en sus labios, como si lo que hubiera dicho fuese una broma de mal gusto.
-Sí, es negro-dijo entre dientes y muy orgullosa de tenerle a mi lado.
-Esto es insultante. Hablaré con tu profesor-me señaló, muy serio.
-No entiendo como han permitido que entre en un colegio como el nuestro-comentó Bill.
-Exactamente-coincidió su hermano y mi padre.
Estaba demasiado anonadada por lo que estaba oyendo que era incapaz de decir algo. ¿Estaban siendo racistas?
-¿Dónde está cayendo España? Y no me refiero a vosotros-los señaló-. Vosotros sois casi nuestros vecinos. Sois de nuestra Europa, Alemania es una gran país, pero, ¿qué vengan africanos y afro-americanos?-sacudió la cabeza para no recordar esa atrocidad.
Me estaba quedando, muy sorprendida. ¡Mi padre no podía estar diciendo eso! A quien yo idolatro, ¿un racista? Y lo mejor de todo es que mi propio novio estaba con el, que de Tom me lo esperaba, pero ¡de mi novio!
Me eché el pelo para atrás suspirando para tranquilizarme; miré al resto de la mesa y nadie decía nada.
-Papá, estamos en el siglo XXI y todos sabemos que somos iguales y que a cada país puede venir quien quiera-le dije en un tono enfadado.
-Cariño…
-Tu padre solo ha dado su opinión-le defendió Bill-. No deberías contestarle así, Giselle-Bill me hablaba como él, como si fuera mi padre.
Entre abrí la boca, aquello me estaba dejando sin habla.
Miré a mi madre en busca de ayuda, pero solo me miró haciendo una mueca como para que lo dejara estar.
Me mordí la lengua para no decir nada más y me levanté de ahí echa una furia.
-Ya he terminado-dije entre dientes.
-Te va a costar entenderla-oí decir a mi padre cuando salí del comedor y como no, las risas de continuación.
No sabía a que parte de la casa ir; solo sabía que mi padre me había defraudado con sus palabras. Los demás me daban igual, pero había sido él quien me había enseñado todo lo que sé de esta vida, y una de esas es a aprender a querer a todas las personas por igual.
Pero ahora que recuerdo, él no me dijo nada de eso…¿Conozco a mi padre?
Me paré apoyándome en la pared. Si pensaba más en aquello creo que iba a explotar.
Entonces oí unas risas, venían de la cocina.
-Y fue cuando me dice, ¿qué haces aquí?-contaba Óscar a los demás trabajadores entre risas hasta que se dieron cuenta de mi presencia-. ¿Qué haces aquí?-se puso en pie.
-Estoy algo cabreada, ¿puedo estar con vosotros?
-Ven aquí-me ofreció su asiento.
-Mi padre quiere que vengáis a cenar esta noche, tu hermano con Sara también-Bill me llamó temprano, nada más levantarse y le conté lo que me dijo mi padre anoche.
-¿En serio?-noté su voz nerviosa.
-¿Qué pasa?-sonreí-. ¿Tienes miedo de conocer a mi padre? Venga, que yo ya he conocido a los tuyos. Ya era hora de que vengas, ¿no?
-Sí, claro que si, pero no entiendo porque mi hermano y Sara.
-No sé, querrá más compañía-pensé.
-Pero, ¿no vamos a ir a la discoteca como todos los sábados?-sonó molesto.
-Bill, no vamos a estar toda la noche con mi padre. En cuanto cenemos nos vamos. ¿Es qué no te parece bien?
-Me parece genial, Giselle. Voy a decírselo a mi hermano ahora mismo.
-Ok.
-Estoy cansado, nos vemos esta noche. Te quiero.
-Y yo-colgué.
Quedé mirando el aparato; ya me estaba cansando de las llamaditas de Bill los sábados por la mañana, y si al menos fuera para desearme los buenos días, podría pasarlo por alto, pero siempre me llama ausente, con voz tensa y no entiendo porqué. No sé que hará los viernes, pero siempre amanece así.
Dejé de pensar en lo que haría. Tiré el teléfono en mi cama y restregándome los ojos me levanté; me pusé las zapatillas de estar por casa y bajé a desayunar.
-Buenos días-dije nada más asomar un pie en el comedor-. ¿Y papá?-pregunté al darme cuenta del vacío de su silla.
-Ya sabes. Papeles-dijo mamá con una mueca-. ¿Esta noche vienen?
-¿Qué?-no sabía de lo que me hablaba, pero luego caí-. ¡Ah! Sí, se lo acabo de decir.
-Un momento-intervino Elia-. ¿Quiénes vienen?-enarcó una ceja.
-Pues Bill, Tom y Sara. Papá los ha invitado a cenar esta noche-le expliqué.
-¿¡Qué!?-dijo en un grito ahogado. Se puso nerviosa y se dedicó a beber de su taza de leche-. Ya he terminado-se levantó con una minúscula sonrisa en su rostro.
Me imaginaba lo contenta que debía de estar por cenar en la misma mesa que la de Bill.
-Espero que se le pase pronto-murmuró mi madre. Nos miramos y reímos.
Faltaba media hora para comenzar a cenar; Bill aún no había llegado. Bufé. El primer día que conoce a mi padre y esperemos que no llegue tarde.
Mientras me coloqué enfrente del espejo, para ver si todo seguía en su sitio y mi maquillaje estuviera perfecto.
Sonó el timbre de la puerta haciendo que me sobresaltara; cogí mi pequeño bolso y mi rebeca favorita de color gris y bajé corriendo.
-No corras que acabarás tragándote las escaleras-me decía Óscar esperándome abajo.
-¡Hey!-mi saludo lleno de alegría-. Ahora hablamos que es Bill-corrí hacia la puerta.
-Un momento-me cogió del brazo, muy serio-. ¿Quién te ha dado permiso para salir tan guapa?-me miró de arriba abajo.
-No-dejè caer mis hombros-. Tú no me hagas la pelota, por favor.
-No es peloteo, es la pura verdad-me sonrió.
-Bueno, gracias. Ahora tengo que abrir la puerta si me permites claro-desvié mi mirada a su brazo y al mio.
-Oh, claro-me soltó.
Más despacio fui a abrir la puerta.
-Buenas noches-Bill posó su mano en mi cintura y me besó-. ¿Cómo puedes estar tan guapa?
-¿Por qué se lo tienes que decir todos los días?-preguntó su hermano.
-Gracias Bill-ignoré a Tom.
-¿Qué tal?-Sara vino y me abrazó.
-Hola cuñadita-Tom se puso frente a mí esbozando una sonrisa que me dio escalofríos. Siempre me pasa con él.
-Que sepas que no estoy casada con tu hermano, no me llames eso.
-Oh, no-se hizo el ofendido-. Controla a tu noviecita, mira como le habla a tu gemelo.
-Lo tiene que hacer la tuya-se defendió Bill.
-Vale-dijo en una carcajada.
Busqué rápidamente la mirada de Sara que estaba clavada en el suelo. No entiendo como Tom se burla de ella y solo clava la mirada en el suelo. Increíble.
-Déjate de tonterias y entremos por favor-les señalé para dentro-. Rosa, ¿puedes llevarlos al salón? Voy a avisar a mis padres-dije en cuanto la vi aparecer.
-¿Cuándo nos vendremos a vivir aquí?-oí decir a Tom y recé para que no lo volviera a decir ni en broma.
Acordándome de que aún llevaba mi bolso y la rebeca en la mano, fui y lo dejé en el recibidor.
-¿Qué planes hay para esta noche?-me asusté al oír la voz de mi chofer.
-Lo mismo. Ir a la discoteca.
-¿No te cansas?-se acercó a mí con su peculiar sonrisa.
-Algunas veces-me encogí de hombros-. Por cierto, ¿qué tal la cena con tu mujer? ¿Le gusto?
-Si yo te contara-dijo reprimiendo un suspiro.
Le entendía perfectamente; estaba con nosotros las 24 horas del día y no la veía a penas.
-Tienes que dejar este trabajo-rió-. En serio, no se que haces perdiendo el tiempo con nosotros cuando podaria hacerlo con ella. Formar una familia.
-Creeme-dijo tras una pausa-. A veces pienso que mi familia ya la tengo aquí.
-Oh-me puse la mano en el corazón y salpiqué las manos, haciendo como aguantar las lágrimas-. Eso es, súper bonito.
-No te burles-me dio un pequeño empujoncito.
-Gracias.
-Oye, ¿no tienes invitados?-abrí la boca al acordarme y me fui corriendo a llamar a mis padres.
Pero para cuando fui, ya se estaban presentando ellos mismos.
-Papá, mamá-dije al entrar. Estaban muy sonrientes, por lo que parecía ya habían hablado de algo y eso, gustó a mis padres.
-Giselle, no me había dicho que su madre es Simone-dijo mi padre con una sonrisa de oreja a oreja.
-¿Y?-fruncí el ceño.
-Oh Giselle, mi madre es dueña de Industrias DeutKa-dijo Bill, como si fuera la cosa más obvia.
-¿Y?-seguía sin entender.
-Soy su accionista mayoritario, Simone es una gran mujer de empresas y me cae estupendo. Y ahora más al saber que uno de sus hijos es el novio de la mía-rieron.
-Mira que casualidad-dije sin mucha importancia acercándome a ellos.
-Mamá nos hablaba de un Fernando, pero jamás pensamos que sería el padre de Giselle-intervino Tom.
-Oh, si lo hubiera sabido la hubiera invitado a ella también. ¿A qué si cariño?-miró a mi madre.
-Sí, claro. Creo que ya es demasiado tarde para que la llaméis, ¿verdad?
-Me temo que si-dijo Tom.
Me sorprendió un poco que Tom se mostrara así con ellos, ¡con mis padres! No me gusta esto…
-La mesa ya está lista-Rosa nos avisó.
-No podemos hacer esperar más a provar las delicias de nuestra sirvienta. Vayamos adentro-papá nos hizo un gesto para pasar al comedor.
Bill y Tom fueron los primeros en irse con mis padres detrás de ellos, y Sara y yo nos quedamos atrás.
-Veo que se llevan muy bien-me comentó Sara.
-Eso parece-alcé las cejas.
Al ir al comedor vi que Óscar pasó por el otro pasillo.
-¿A dónde vas?-quise saber.
-Voy a cenar-dijo dubitativo.
-Pues el comedor está por aquí-señalé detrás de mi.
-No, no-dijo con una risa-. Yo soy el chofer, ¿de qué hablaría yo?
-¿Y yo?
-Muchas gracias, pero no. Ve anda-me acarició las manos.
-Como quieras-le sonreí y me di media vuelta.
Cuando llegué todos estaban sentados; los gemelos a ambos lados de papá; Sara se sentó al lado de su novio y mamá en el otro extremo de la mesa y yo, me senté al lado de Bill.
Como estaban hablando de lo suyo, me fijé en que faltaba alguien.
-¿Y Elia?
-Aquí estoy-apareció corriendo.
Cuando la vimos entrar todos abrimos mucho los ojos, la vi más guapa que nunca.
-Vaya hija, stasi guapísima-apuntó papá.
-Gracias papi. Hola a todos-dijo muy formal a la vez que se sentaba al lado de Sara.
Todos le sonrieron y como no, Tom desvió más de una vez la mirada hacia mi hermana que además de guapa iba muy, ¿destapada?
Rosa nos sirvió la comida. Las chicas no hablábamos para nada, solo ellos hablaron.
-Ya que hemos hablado de todo tipo de cosas, ¿por qué no me contáis cómo váis en el instituto?
-Bueno, Tom y yo solemos sacar siempre las mismas notas en todo: sobresalientes y eso-se sonrojó.
-Sí, no necesitamos mucho estudio para sacar esas notas-sonrió satisfecho.
-Oh, bien, bien-sonrió y se llevó su copa de vino a la boca-. ¿Váis juntos?-nos señaló a los cuatro.
-Sí papá-me adelanté a contestarle-, pero cuando voy a matemáticas ellos van a informática.
-¿No os van los números?
-Para nada-rieron.
-Pues a Giselle tampoco aunque, ahora que tiene un nuevo compañero de mesa…-intervino Elia.
Quise decir algo, pero no podía decir nada. Era verdad, Jeremy se sentaba a mi lado y estaba deseando pedirle ayuda.
-¿En serio? Según me dijiste no querías compañeros de asiento-comentó papá desconcertado.
-Ya, pero como es nuevo y no había otro asiento, el profesor me lo puso al lado-me expliqué.
-¿De dónde es?-preguntó mamá.
-De San Francisco-contesté.
-Y es negro-dijo mi hermana como quien no quiere la cosa, cosa que me fastidió y le dediqué una mirada fulminante.
-¿Cómo dices?-preguntó mi padre con una sonrisa dibujada en sus labios, como si lo que hubiera dicho fuese una broma de mal gusto.
-Sí, es negro-dijo entre dientes y muy orgullosa de tenerle a mi lado.
-Esto es insultante. Hablaré con tu profesor-me señaló, muy serio.
-No entiendo como han permitido que entre en un colegio como el nuestro-comentó Bill.
-Exactamente-coincidió su hermano y mi padre.
Estaba demasiado anonadada por lo que estaba oyendo que era incapaz de decir algo. ¿Estaban siendo racistas?
-¿Dónde está cayendo España? Y no me refiero a vosotros-los señaló-. Vosotros sois casi nuestros vecinos. Sois de nuestra Europa, Alemania es una gran país, pero, ¿qué vengan africanos y afro-americanos?-sacudió la cabeza para no recordar esa atrocidad.
Me estaba quedando, muy sorprendida. ¡Mi padre no podía estar diciendo eso! A quien yo idolatro, ¿un racista? Y lo mejor de todo es que mi propio novio estaba con el, que de Tom me lo esperaba, pero ¡de mi novio!
Me eché el pelo para atrás suspirando para tranquilizarme; miré al resto de la mesa y nadie decía nada.
-Papá, estamos en el siglo XXI y todos sabemos que somos iguales y que a cada país puede venir quien quiera-le dije en un tono enfadado.
-Cariño…
-Tu padre solo ha dado su opinión-le defendió Bill-. No deberías contestarle así, Giselle-Bill me hablaba como él, como si fuera mi padre.
Entre abrí la boca, aquello me estaba dejando sin habla.
Miré a mi madre en busca de ayuda, pero solo me miró haciendo una mueca como para que lo dejara estar.
Me mordí la lengua para no decir nada más y me levanté de ahí echa una furia.
-Ya he terminado-dije entre dientes.
-Te va a costar entenderla-oí decir a mi padre cuando salí del comedor y como no, las risas de continuación.
No sabía a que parte de la casa ir; solo sabía que mi padre me había defraudado con sus palabras. Los demás me daban igual, pero había sido él quien me había enseñado todo lo que sé de esta vida, y una de esas es a aprender a querer a todas las personas por igual.
Pero ahora que recuerdo, él no me dijo nada de eso…¿Conozco a mi padre?
Me paré apoyándome en la pared. Si pensaba más en aquello creo que iba a explotar.
Entonces oí unas risas, venían de la cocina.
-Y fue cuando me dice, ¿qué haces aquí?-contaba Óscar a los demás trabajadores entre risas hasta que se dieron cuenta de mi presencia-. ¿Qué haces aquí?-se puso en pie.
-Estoy algo cabreada, ¿puedo estar con vosotros?
-Ven aquí-me ofreció su asiento.
Capítulo 4. Ruffini.
En este capítulo aparecen:
-¿Voy a buscarte?-me preguntó Bill que estaba al teléfono.
-¿Y dónde iremos?-pregunté con desgana, tirándome a la cama.
-Georg nos ha invitado a su casa a jugar a la play o a ver unas pelis.
-No sé…
-Venga ven. Si no tienes que estudiar. Quiero estar contigo-me pidió.
-De acuerdo-contesté después de varios segundos pensando.
-Dentro de diez minutos estoy en tu casa. Te quiero.
-Y yo a ti-colgué y dejé caer mi brazo fuera de la cama.
Me levanté y arrastrando mis pies fui al servicio a lavarme los dientes y la cara.
Como solo íbamos a estar en casa de Georg, no me arreglé mucho; cogí mi chaqueta y el bolso y bajé las escaleras.
-Rosa-busqué a la sirvienta.
-Dígame-apareció trás de mi.
-Voy con Bill. ¿Se lo dices a mis padres?
-Por supuesto, no se preocupe señorita-tocaron el timbre e hizo ademán de ir a abrir.
-No vayas, si es Bill. Hasta luego-fui hacia la puerta.
Cuando la abrí me encontré con la sonrisa de mi novio y detrás de él, su hermano con Sara abrazados.
-Hola-me cogió de la cintura y me llevó hacia él para besarme.
-Vamos-le sonreí.
Nos cogimos de la mano y fuimos a pedir un taxi.
Una vez en casa de Georg, jugamos unas partidas a la play y después nos pusimos a ver una película.
Como es de costumbre siempre que hacemos esto, Tom y Sara empiezan a enrrollarse cuando no le interesa la película a Tom. Y si vemos que Georg tiene compañia, como en este caso es Gustav, Bill y yo hacemos lo mismo. Y es lo que estamos haciendo en este instante; no puedo dejar de besarle. Me encanta el sabor de sus labios, porque no he tenido oportunidad de probar otros…
***
A la mañana siguiente me levanté hiperactiva. Quería llegar ya a esa clase de matemáticas, quería seguir hablando con él, conocerle mejor…
Dejé a Bill en su clase de informática y fui con Georg y Gustav a nuestra clase. Isidro aún no había llegado y me entró una cosa en el estómago cuando vi a Jeremy, recostado al lado de mi sitio ojeando un libro.
-Hola-me senté de golpe y se pegó un susto-. Lo siento, no quería asustarte-sonreí.
-No pasa nada-me devolvió la sonrisa, un poco floja.
-¿Qué tal ayer? ¿Conoces a alguien más?-quise saber.
-No salí de mi casa y, no. Aparte de ti, Georg y Gustav no he hablado con nadie más.
-¿Te pasa algo? Te noto, ¿enfadado?
-¿Qué?-alzó las cejas y se incorporó-. No, que va-sacudió la cabeza y sonrió dulcemente-. Perdón.
-¿Y qué vas hacer este fin de semana?-me atreví a preguntar.
-¿Eh?-le pilló por sorpresa.
-Digo que si no tienes que hacer nada este fin de semana, Georg, Gustav y yo podemos enseñarte la ciudad-dije nerviosa esperando su respuesta.
-Oh, muchas gracias-tartamudeó-. Ya había quedado con mis padres para hacer eso.
-Mmm-intenté no notar decepcionada.
-Aunque muchas gracias. De todos modos no querría separarte de tu novio-noté un poco de sorna.
Claro, ayer al salir me vería con Bill.
-Por eso no te preocupes. Seguro que por unas horas no le importaría estar solo.
-Buenos días-Isidro entró y se formó un alboroto en el aula cuando los demás se sentaron.
-No quiero arriesgarme ya que, se dice por aquí que nadie se atreve a meterse con los gemelos…-miró para arriba-… no me acuerdo el apellido.
-¿No hablas con nadie y de eso si te enteras?
-Podéis callaros-pidió Isidro.
-Lo escuché por casualidad-sonrió satisfecho-. ¿Es cierto?-preguntó al ver que no decía nada.
La verdad es que si no me puse con Bill mucho antes era por eso, no entendía porque ser tan borde y meterse con todo el mundo. Vale que eran los populares, que todo el mundo quería ir con ellos, pero no llegar a esos extremos. Después ya me demostró que cambió y que podía ganarse mi corazón. ¿Se lo ha ganado?
-Eso era antes-contesté, firme.
-Bien, necesito silencio para explicaros una cosa-dijo Isidro, poniéndose en pie frente a la clase-. Voy a ayudaros. Como sé que el señor Ruffini no se os da muy bien, haréis un trabajo que se sumará a la nota de examen. ¿Os parece?-todos asentimos-. Pues bien, quiero grupos de cuatro o de cinco. ¡Ya!
-¿Nos ponemos juntos?-dije.
-Claro-me contestó con una grata sonrisa que me encantó.
-Giselle-sentí detrás. Era Georg.
-Venid tu y Gustav-le hice señas-. Ya somos cuatro-me dirigí a Jeremy.
Georg y Gustav cogieron dos sillas y las colocaron al lado de nuestras mesas esperando a que Isidro nos contara de que iba el trabajo. Como vimos que se quedó hablando con un grupo, Gustav aprovechó para sacar tema.
-Como estamos-dijo Gustav bufando.
-¿Qué tal ayer Jeremy?-quiso saber Georg.
-Como le he dicho antes a Giselle, no conozco a nadie más que a vosotros-ensanchó su sonrisa.
-Con el tiempo serás amigos de todos-le animó Gustav.
-Oye, ¿y qué haces este fin de semana?-preguntó Georg, con cara de idea.
-Oh, no cuentes con él. Yo ya le ofrecido que fueramos los tres a hacerle un tour por Valencia, pero ya se va con sus padres-chasqué la lengua.
-Mmm eso está bien.
-Que mejor que irse con su familia que con tres desconocidos-Gustav alzó las cejas.
-La verdad es que sí, además tampoco me caeis tan bien-Jeremy se encogió de hombros, muy serio que hasta nos lo creímos.
Los tres lo miramos con los ojos en blanco, y a mi casi se me para el corazón. Lo dijo tan serio…
-Es broma-se echó a reir-. Vaya aquí no hay mucho humor al parecer-frunció el ceño.
-No es eso-quiso arreglarlo Georg.
-Bien-Isidro ojeó el libro-. Cada grupo hará un apartado, lo echaremos a suertes. Después tenéis que explicarlo y hacer los ejercicios correspondientes; si uno no entiende una cosa, para algo os he puesto en grupo. Os ayudaréis mutuamente-sonrió.
-¿Para cuándo sería?-pregunté.
-Dentro de dos semanas, la semana que viene os diré que día-dijo entretenido en recortar los papelitos-. Así no lo haceis el último día-todos protestamos-. ¡Eh! Nos callamos.
Nos estiró los brazos con unos cuantos papelitos en las palmas de sus manos, nosotros sacamos el apartado número tres, así que nos tocó la peor cosa que me podría tocar: Ruffini.
-¿No podemos cambiarlo?
-¿Se te da mal?-preguntó Jeremy. Asentí, con pena-. Pues es una de las cosas que se me dan bastante bien. Puedo ayudarte.
-Difícil-resopló Gustav-. Es muy cabezona-confesó. Le eché una mirada amenazadora.
-Como quieras entonces-se apoyó en el respaldo de la silla.
-Primero quiero ver como me las arreglo yo solita, si veo que no se me da mejor os pediré ayuda.
-¿Y eso?-dijeron Georg y Gustav, al unísono.
La verdad es que no me sorprende que se pongan así, nunca he aceptado ayuda de nadie y he de ser sincera; ahora que ha dicho Jeremy que se le da bastante bien…
-Tienes un don-le dijo Georg a Jeremy. Éste sonrió mientras que yo me sonrojaba.
-¿Cuándo quedaremos?-quiso saber Gustav.
-Sabéis que mis padres casi nunca están. Cuando queráis empezamos-se ofreció Georg.
-Me parece bien. A ti ya te diremos la dirección-Gustav se dirigió a Jeremy y a este le pareció bien.
El timbre sonó y lo maldije a más no poder.
-Bueno-dije levantándome-. Nos vemos el lunes. Que te diviertas este finde-me puse el asa de la mochila en mi hombro.
-Igualmente-me sonrió y se dio media vuelta.
Mariposas volaron dentro de mi, era tan guapo…
***
Por suerte, las horas se me pasaron volando y ya estaba en mi casa aunque deseaba que fuese lunes o salir a la calle y encontrármelo por casualidad. Si supiese donde vive…
Ya habíamos comido; Elia se fue con una amiga, mamá con Marta y papá y yo nos quedamos en casa. Bill tenía cosas que hacer, como todos los viernes, así que, no saldría en toda la tarde.
-Hola señor de la casa-puse voz grave acercándome a él por detrás-. ¿Qué haces?
-Nada, tu padre está arto de papeles-me besó en la mano.
La verdad, idolatraba a mi padre; era el único hombre más importante de mi vida. Siempre me ha protegido, siempre ha querido lo mejor para mi, siempre ha confiado en mí y no he echo nada para que eso deje de pasar; jamás haría algo que le defraudase. Me hundiría.
-¿Qué tal el instituto?-dejó de mirar sus papeles para como siempre, preocuparse por mis cosas. Me senté en la silla frente a él.
-Nos han puesto un trabajo, a mi me ha tocado hacer de Ruffini-hice una mueca.
-Te saldrá bien-sonrió-. Bueno, ¿y qué vas hacer mañana por la noche? ¿Saldrás a la discoteca de nuevo?
-Supongo-me encogí de hombros-. ¿Por qué?
-Me gustaría que cenárais aquí; tu, Bill, Sara y Tom. Después podéis iros.
-Me parece una buena idea, ¿cómo se te ha ocurrido?
-Pensé que iba siendo buen momento de conocer al novio de mi hija después de casi dos años juntos-sonreí-. ¿Vas bien con él?
-Sí-dije dubitativa, lo cual me sorprendió.
-Me alegro. Oye, ¿sigue maquillándose?
-Papá-repliqué-. Le gusta ser así, no es nada de que se sienta mujer. Ya lo hablamos.
-Lo siento. Es que estas modas de ahora no las entiendo-reímos-. Bueno hija, tengo que seguir con esto.
-Claro-me levanté y besé su mejilla.
-¿Queréis algo?-despegué la vista del diario y la dirigí a la azafata que me sonreía amablemente.
-¿Qué?
-Si querías algo-desvió la mirada a mi madre y la imité. Estaba dormida.
-No, gracias. Más tarde-le devolví la sonrisa.
-Como quieras, ¿estás bien?
-Sí. Gracias-me dedicó una sonrisa más y se marchó.
Volví a dirigir la mirada hacia mi madre que seguía durmiendo tranquilamente. La rocé y estaba fría, así que cogí su chaqueta y se la puse por encima.
Miré por la ventanilla y ya estaba oscureciendo. ¿Cuánto tiempo llevaba leyendo y en vuelo?
Me remangé la manga para ver el reloj y me sorprendí de la hora que era; ¡tan solo había pasado media hora!
No me encontraba cansado. Suspiré y pasé página para continuar por donde me quedé.
-¿Voy a buscarte?-me preguntó Bill que estaba al teléfono.
-¿Y dónde iremos?-pregunté con desgana, tirándome a la cama.
-Georg nos ha invitado a su casa a jugar a la play o a ver unas pelis.
-No sé…
-Venga ven. Si no tienes que estudiar. Quiero estar contigo-me pidió.
-De acuerdo-contesté después de varios segundos pensando.
-Dentro de diez minutos estoy en tu casa. Te quiero.
-Y yo a ti-colgué y dejé caer mi brazo fuera de la cama.
Me levanté y arrastrando mis pies fui al servicio a lavarme los dientes y la cara.
Como solo íbamos a estar en casa de Georg, no me arreglé mucho; cogí mi chaqueta y el bolso y bajé las escaleras.
-Rosa-busqué a la sirvienta.
-Dígame-apareció trás de mi.
-Voy con Bill. ¿Se lo dices a mis padres?
-Por supuesto, no se preocupe señorita-tocaron el timbre e hizo ademán de ir a abrir.
-No vayas, si es Bill. Hasta luego-fui hacia la puerta.
Cuando la abrí me encontré con la sonrisa de mi novio y detrás de él, su hermano con Sara abrazados.
-Hola-me cogió de la cintura y me llevó hacia él para besarme.
-Vamos-le sonreí.
Nos cogimos de la mano y fuimos a pedir un taxi.
Una vez en casa de Georg, jugamos unas partidas a la play y después nos pusimos a ver una película.
Como es de costumbre siempre que hacemos esto, Tom y Sara empiezan a enrrollarse cuando no le interesa la película a Tom. Y si vemos que Georg tiene compañia, como en este caso es Gustav, Bill y yo hacemos lo mismo. Y es lo que estamos haciendo en este instante; no puedo dejar de besarle. Me encanta el sabor de sus labios, porque no he tenido oportunidad de probar otros…
***
A la mañana siguiente me levanté hiperactiva. Quería llegar ya a esa clase de matemáticas, quería seguir hablando con él, conocerle mejor…
Dejé a Bill en su clase de informática y fui con Georg y Gustav a nuestra clase. Isidro aún no había llegado y me entró una cosa en el estómago cuando vi a Jeremy, recostado al lado de mi sitio ojeando un libro.
-Hola-me senté de golpe y se pegó un susto-. Lo siento, no quería asustarte-sonreí.
-No pasa nada-me devolvió la sonrisa, un poco floja.
-¿Qué tal ayer? ¿Conoces a alguien más?-quise saber.
-No salí de mi casa y, no. Aparte de ti, Georg y Gustav no he hablado con nadie más.
-¿Te pasa algo? Te noto, ¿enfadado?
-¿Qué?-alzó las cejas y se incorporó-. No, que va-sacudió la cabeza y sonrió dulcemente-. Perdón.
-¿Y qué vas hacer este fin de semana?-me atreví a preguntar.
-¿Eh?-le pilló por sorpresa.
-Digo que si no tienes que hacer nada este fin de semana, Georg, Gustav y yo podemos enseñarte la ciudad-dije nerviosa esperando su respuesta.
-Oh, muchas gracias-tartamudeó-. Ya había quedado con mis padres para hacer eso.
-Mmm-intenté no notar decepcionada.
-Aunque muchas gracias. De todos modos no querría separarte de tu novio-noté un poco de sorna.
Claro, ayer al salir me vería con Bill.
-Por eso no te preocupes. Seguro que por unas horas no le importaría estar solo.
-Buenos días-Isidro entró y se formó un alboroto en el aula cuando los demás se sentaron.
-No quiero arriesgarme ya que, se dice por aquí que nadie se atreve a meterse con los gemelos…-miró para arriba-… no me acuerdo el apellido.
-¿No hablas con nadie y de eso si te enteras?
-Podéis callaros-pidió Isidro.
-Lo escuché por casualidad-sonrió satisfecho-. ¿Es cierto?-preguntó al ver que no decía nada.
La verdad es que si no me puse con Bill mucho antes era por eso, no entendía porque ser tan borde y meterse con todo el mundo. Vale que eran los populares, que todo el mundo quería ir con ellos, pero no llegar a esos extremos. Después ya me demostró que cambió y que podía ganarse mi corazón. ¿Se lo ha ganado?
-Eso era antes-contesté, firme.
-Bien, necesito silencio para explicaros una cosa-dijo Isidro, poniéndose en pie frente a la clase-. Voy a ayudaros. Como sé que el señor Ruffini no se os da muy bien, haréis un trabajo que se sumará a la nota de examen. ¿Os parece?-todos asentimos-. Pues bien, quiero grupos de cuatro o de cinco. ¡Ya!
-¿Nos ponemos juntos?-dije.
-Claro-me contestó con una grata sonrisa que me encantó.
-Giselle-sentí detrás. Era Georg.
-Venid tu y Gustav-le hice señas-. Ya somos cuatro-me dirigí a Jeremy.
Georg y Gustav cogieron dos sillas y las colocaron al lado de nuestras mesas esperando a que Isidro nos contara de que iba el trabajo. Como vimos que se quedó hablando con un grupo, Gustav aprovechó para sacar tema.
-Como estamos-dijo Gustav bufando.
-¿Qué tal ayer Jeremy?-quiso saber Georg.
-Como le he dicho antes a Giselle, no conozco a nadie más que a vosotros-ensanchó su sonrisa.
-Con el tiempo serás amigos de todos-le animó Gustav.
-Oye, ¿y qué haces este fin de semana?-preguntó Georg, con cara de idea.
-Oh, no cuentes con él. Yo ya le ofrecido que fueramos los tres a hacerle un tour por Valencia, pero ya se va con sus padres-chasqué la lengua.
-Mmm eso está bien.
-Que mejor que irse con su familia que con tres desconocidos-Gustav alzó las cejas.
-La verdad es que sí, además tampoco me caeis tan bien-Jeremy se encogió de hombros, muy serio que hasta nos lo creímos.
Los tres lo miramos con los ojos en blanco, y a mi casi se me para el corazón. Lo dijo tan serio…
-Es broma-se echó a reir-. Vaya aquí no hay mucho humor al parecer-frunció el ceño.
-No es eso-quiso arreglarlo Georg.
-Bien-Isidro ojeó el libro-. Cada grupo hará un apartado, lo echaremos a suertes. Después tenéis que explicarlo y hacer los ejercicios correspondientes; si uno no entiende una cosa, para algo os he puesto en grupo. Os ayudaréis mutuamente-sonrió.
-¿Para cuándo sería?-pregunté.
-Dentro de dos semanas, la semana que viene os diré que día-dijo entretenido en recortar los papelitos-. Así no lo haceis el último día-todos protestamos-. ¡Eh! Nos callamos.
Nos estiró los brazos con unos cuantos papelitos en las palmas de sus manos, nosotros sacamos el apartado número tres, así que nos tocó la peor cosa que me podría tocar: Ruffini.
-¿No podemos cambiarlo?
-¿Se te da mal?-preguntó Jeremy. Asentí, con pena-. Pues es una de las cosas que se me dan bastante bien. Puedo ayudarte.
-Difícil-resopló Gustav-. Es muy cabezona-confesó. Le eché una mirada amenazadora.
-Como quieras entonces-se apoyó en el respaldo de la silla.
-Primero quiero ver como me las arreglo yo solita, si veo que no se me da mejor os pediré ayuda.
-¿Y eso?-dijeron Georg y Gustav, al unísono.
La verdad es que no me sorprende que se pongan así, nunca he aceptado ayuda de nadie y he de ser sincera; ahora que ha dicho Jeremy que se le da bastante bien…
-Tienes un don-le dijo Georg a Jeremy. Éste sonrió mientras que yo me sonrojaba.
-¿Cuándo quedaremos?-quiso saber Gustav.
-Sabéis que mis padres casi nunca están. Cuando queráis empezamos-se ofreció Georg.
-Me parece bien. A ti ya te diremos la dirección-Gustav se dirigió a Jeremy y a este le pareció bien.
El timbre sonó y lo maldije a más no poder.
-Bueno-dije levantándome-. Nos vemos el lunes. Que te diviertas este finde-me puse el asa de la mochila en mi hombro.
-Igualmente-me sonrió y se dio media vuelta.
Mariposas volaron dentro de mi, era tan guapo…
***
Por suerte, las horas se me pasaron volando y ya estaba en mi casa aunque deseaba que fuese lunes o salir a la calle y encontrármelo por casualidad. Si supiese donde vive…
Ya habíamos comido; Elia se fue con una amiga, mamá con Marta y papá y yo nos quedamos en casa. Bill tenía cosas que hacer, como todos los viernes, así que, no saldría en toda la tarde.
-Hola señor de la casa-puse voz grave acercándome a él por detrás-. ¿Qué haces?
-Nada, tu padre está arto de papeles-me besó en la mano.
La verdad, idolatraba a mi padre; era el único hombre más importante de mi vida. Siempre me ha protegido, siempre ha querido lo mejor para mi, siempre ha confiado en mí y no he echo nada para que eso deje de pasar; jamás haría algo que le defraudase. Me hundiría.
-¿Qué tal el instituto?-dejó de mirar sus papeles para como siempre, preocuparse por mis cosas. Me senté en la silla frente a él.
-Nos han puesto un trabajo, a mi me ha tocado hacer de Ruffini-hice una mueca.
-Te saldrá bien-sonrió-. Bueno, ¿y qué vas hacer mañana por la noche? ¿Saldrás a la discoteca de nuevo?
-Supongo-me encogí de hombros-. ¿Por qué?
-Me gustaría que cenárais aquí; tu, Bill, Sara y Tom. Después podéis iros.
-Me parece una buena idea, ¿cómo se te ha ocurrido?
-Pensé que iba siendo buen momento de conocer al novio de mi hija después de casi dos años juntos-sonreí-. ¿Vas bien con él?
-Sí-dije dubitativa, lo cual me sorprendió.
-Me alegro. Oye, ¿sigue maquillándose?
-Papá-repliqué-. Le gusta ser así, no es nada de que se sienta mujer. Ya lo hablamos.
-Lo siento. Es que estas modas de ahora no las entiendo-reímos-. Bueno hija, tengo que seguir con esto.
-Claro-me levanté y besé su mejilla.
-¿Queréis algo?-despegué la vista del diario y la dirigí a la azafata que me sonreía amablemente.
-¿Qué?
-Si querías algo-desvió la mirada a mi madre y la imité. Estaba dormida.
-No, gracias. Más tarde-le devolví la sonrisa.
-Como quieras, ¿estás bien?
-Sí. Gracias-me dedicó una sonrisa más y se marchó.
Volví a dirigir la mirada hacia mi madre que seguía durmiendo tranquilamente. La rocé y estaba fría, así que cogí su chaqueta y se la puse por encima.
Miré por la ventanilla y ya estaba oscureciendo. ¿Cuánto tiempo llevaba leyendo y en vuelo?
Me remangé la manga para ver el reloj y me sorprendí de la hora que era; ¡tan solo había pasado media hora!
No me encontraba cansado. Suspiré y pasé página para continuar por donde me quedé.
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TSUPDOAA
Bill Kaulitz es un chico que todo lo tiene, inteligente, atractivo, cariñoso... Junto a su hermano gemelo Tom y sus dos mejores amigos: Georg y Gustav, se van a embarcar en la aventura de pisar por primera vez la universidad donde se volveran locos por las...sí, las chicas.
Pero Bill queda embobado por una rubia pero lo que no sabe el es que tendrá que recurrir a su peor enemiga para poder conquistar su corazón.
La pregunta es, ¿conquistar el corazón de la rubia o el de su peor enemiga? ;D
Da click abajo para leer todos los capítulos ;)
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