BON: te quiero
Dicen que el amor no entiende de razas, distancias, sexo o edad. Pero, ¿realmente la sociedad esta preparada para ello? ¿Cómo alguien no puede aceptar el amor entre dos personas? ¿Por que entierran algo tan bonito en el olvido? ¿Cual seria la unica salida? Un amor destinado a la separacion...
-Gracias Amanda ;)
-Gracias Amanda ;)
Bienvenid@s!
Hola! Antes que nada, gracias por el simple hecho de entrar aquí. Aquí os pondré mis historias, mis pensamientos y siempre van a tener como protagonistas a los chicos de Tokio Hotel, aunque no siempre saldrán como tal.
Espero que os guste y que os divirtáis leyendo y pido una única cosa, en esta actual historia los cuatro chicos no son los protagonistas, es mi primera historia así, y me encantaría que a continuación me contárais que os parece.
Me alegraría muchísimo saber que cada visitante elige su opinión en la encuesta =)
Muchísimas gracias por vuestra atención, y espero, sigáis entrando ;)
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martes, 30 de marzo de 2010
Capítulo 7. Una joya.
En este capítulo aparecen:
-Hola, se te ha caído y yo iba a devolvértelo-estiró el brazo y me lo dio.
-Muchas gracias-le sonreí nerviosa-. ¿Qué haces por aquí tu solo?-me atreví a preguntar.
-Verás, el tour con mi familia me ha servido para encontrar una buena cancha de baloncesto y, cuando me he dado cuenta era tardísimo-me sonrió. Me encantó.
-Ah, eso está bien-dije entre una risita algo ridícula.
-¿Y qué haces tu aquí sola?-me preguntó pasándose la pelota por sus manos.
-Iba para casa y, bueno, me encantaría quedarme, pero no puedo irme en taxi y si tardo más los borrachos saldrán de los bares.
-¿Dónde está tu novio qué no te acompaña?-paró de pasarse la pelota.
-Pasa que-bajé la mirada, pero no de tristeza-, hemos roto-chasqué la lengua.
-Oh, lo siento-pues la verdad, no parecía lamentarlo mucho.
-Para nada-sacudí la cabeza.
-Pues, si él no lo hace lo haré yo-fruncí el ceño-. Te acompañaré a casa. Te hubiera dado dinero, pero solo tengo el suficiente para mi.
-¿Qué? No hace falta-negué con la cabeza, aunque no me importaría que lo hiciera. Es más, quería que lo hiciese.
-De verdad, no me importa-dio un paso hacía a mí.
-Bueno, vale-no me hice de rogar.
El me sonrió y comenzamos a andar; parecía extraño, en ese mismo instante estaba pensando en él, deseando encontrármelo y mira por donde me va a acompañar a casa.
-¿Puedo saber por qué?-preguntó.
-¿Por qué, que?
-Tú y Bill…-ladeó la cabeza.
-¡Ah!-caí en la cuenta. No me pensé si contárselo o no, Jeremy me daba la suficiente confianza para cualquier cosa. Aunque, pensándolo bien, no puedo contarle la razón por la que me cabreé con él al principio.
Mire al suelo y después clavé mi mirada en la suya.
-Quería, ya sabes-me dio vergüenza, mucha-. Quería hacerlo conmigo ya y bueno, me he enterado también que el muy asqueroso me ponía los cuernos-volví a bajar la mirada y la subí rápidamente para ver la reacción de Jeremy, que fue el siguiente: miró al frente y entre abrió su boca pensando, supongo, en que contestarme.
-Es un auténtico idiota y creo que se lo tiene bien merecido-me alegró escuchar aquellas palabras salir de sus carnosos labios-, no sabe hacer nada bien parece. Si te doy mi opinión, yo lo habría echo directamente con mi novia, no tendria tiempo ni de rechistar-me quedé un poco pillada, asimilando sus palabras. Antes me parecía de lo más bonito y ahora me han entrado ganas de pegarle una pequeña guantada-. Es broma-rió al darse cuenta que no me había echo nada de gracia. Se puso un poco tenso.
-Ah, no ha echo mucha gracia que digamos-confesé, pero esbocé una pequeña sonrisa para que no se sintiera mal.
-Ya, es verdad-agachó la cabeza-. Tendré que averiguar cuales son vuestros puntos de risa, porque llevo ya unas cuantas que no hace gracia-reí-. ¿Ahora te ríes?-enarcó una ceja.
-Sí, lo siento. Es que me hace gracia-paré de reír.
-Bueno, al menos he conseguido que te animaras-le señalé a la derecha para seguir caminando por allí.
¿Y él lo habría echo ya? Aún no nos conocemos mucho para formularle la pregunta, además que tampoco querría saberla; tenía un poco de temor a que me constestase que si lo había echo con quien todavía es su novia.
-Pero hablando serio-me distrajo de mis pensamientos-, Bill no tenía derecho a exigirte nada; el momento no se busca, es lo primero que se entiende en una relación-sus palabras eran sinceras, al igual que su manera de mirarme. El corazón me latía aún más deprisa, y las queridas mariposas que hacía tiempo no sentía, estaban de nuevo dentro de mí.
Quería seguir escuchándole hablar así, por eso me arriesgaría y le preguntaría si ha tenido su primera vez; si fuese así, no me importaría que me contara como se sintió, porque era una grata melodía escucharle hablar así.
-¿Tú ya…?-no pude terminar la pregunta, me dio un poco de palo, pero él lo entendió perfectamente.
Echó su cabeza para atrás y con una estupenda sonrisa, asintió con la cabeza.
-Sí, justamente unos meses antes de venirme aquí.
-Oh, ¿puedo preguntarte cómo fue?-sé que me daría celos, pero quería saber la suerte que tuvo que tener aquella chica.
-Claro que sí. Fue mi primera y única novia; llevábamos dos años saliendo y no habíamos tenido necesidad de hacerlo; estábamos muy a gusto juntos, pero sin necesidad de hacer nada. Nos queríamos y lo que importaba es que estuviésemos bien-le escuché muy atenta.
-La verdad, es que yo creía que así podríamos estar Bill y yo-apunté-. Como cambian las cosas-murmuré-. Bueno, sigue contándome. ¿Cómo llegó el momento?
-Ya no íbamos a estar más juntos, ya no iríamos a estar de risas todas las tardes, así que un día en su casa nos dejamos llevar y fue, estupendo-miró para el frente, recordando aquel momento y se dibujó una pequeña sonrisa en su rostro, nostálgico.
-La hechas de menos-dije.
-Sí, a ella y todo de allí, pero siempre tienes que empezar algo nuevo-chasqueó la lengua.
-¿Y cómo habéis quedado tú y ella?-si me dice que no van a volver nunca más, creo que volaría de la emoción.
-Cuando sea mayor de edad, volveré a San Francisco.
-Vaya, eso está muy bien-fingí una sonrisa.
-Pero nunca sabes lo que puede pasar-me miró fijamente a los ojos, como dándome un aviso. ¿Qué quiere decir?
Paré al reconocer la panadería de enfrente de mi casa, solo tendría que cruzar y ya no volvería ver a Jeremy hasta pasado mañana.
-Bueno, mi casa es esa-señalé al frente.
-¡Wow! Una chocita de nada, ¿eh?-se puso sarcástico con una pequeña sonrisa en su rostro.
-Muchísimas gracias, por acompañarme-dije.
-No hay de que-dio un paso hacia a mi e hizo que mi respiración fuese regular; las mariposas dentro de mi me irían a matar dentro de poco-. Que duermas bien-metió su mano libre en el bolsillo de su chaqueta.
-Igualmente-tartamudeé.
Torpemente me dispuse a cruzar el paso de cebra, dedicándole una última de mis agradables sonrisas.
-Espera-su áspera voz hizo detenerme y darme la vuelta para contemplarle, y esperar a que saliera de sus labios lo que tuviera que decirme. Miró al suelo y después me miró a mi, con un rostro muy sereno-. Bill no te merece.
-Lo sé-sonreí satisfecha.
-Lo que quiero decir, es que, te conozco desde hace dos días, pero me ha sido suficiente para entender que eres una joya-puse mis ojos en blanco-, y las joyas…hay que tratarlas bien no, sino, perfectamente.
-Vaya-reí nerviosa, y coqueta eché mi mentón detrás de mi oreja-. Muchas gracias, es… ha sido muy bonito-desvié un segundo mi mirada al suelo-. Va siendo tarde, mejor que te marches.
-Claro. Hasta el lunes.
-Chao-le despedí con la mano.
Di media vuelta y crucé la carretera para llegar a mi casa; no iba a mirar atrás, solo cuando estuviera en la puerta de mi casa, para ver si me mira, porque eso es que le gusto. Nunca falla.
Dicho y hecho. Jeremy paró un segundo y dirigió la mirada hacia a mí, claro que él, no vio que le vi.
Contenta de alegría, di un saltito con una sonrisa de oreja a oreja. Lo sé, puedo ser una niña pequeñita, pero es que, creo que este chico me está gustando de verdad. Y como dije, no me había pasado ni con Bill.
***
Aquella noche dormí de un tirón, la mar de bien. Sé que debería de estar un poco mal, el chico con el que estuve casi dos años me puso los cuernos…
Pero lo mejor de todo, ¿qué es? o mejor dicho, ¿quién es? Jeremy.
No se, pero tengo la intuición de que entre Jeremy y yo, puede pasar algo. Algo maravillosamente perfecto.
***
Al terminar de desayunar mamá y yo estábamos listas para ir a aquella exposición del hijo de Marta, muy amiga de mi madre.
-¿Elia no viene?-pregunté al ver que nos íbamos ya.
-Que va-sacudió la cabeza-, dice que se encuentra mal.
-Ya claro, he oído hablar de esa cosa. Creo que se llama-arrugué la frente-, cuentítis terminal. No tiene cura-mi madre chasqueó la lengua y rió.
-Vamos anda-me abrió la puerta.
-Buenos días Óscar-saludé a mi buen amigo chófer, que como siempre me abría la puerta con una grata sonrisa.
-¿Qué tal todo, pequeña? ¿Te lo pasaste bien anoche?-resoplé.
-Ahora te cuento-me metí en el coche.
-¿Cómo que ahora le cuentas?-mi madre protestó.
-Vale, ahora os lo cuento-cuando Óscar ya estaba de piloto y mi madre sentada al lado mía, pude contárselo-. Bill y yo hemos roto.
-¿Qué?-gritaron al unísono.
-Pero si es un chico perfecto para ti-exclamó mi madre.
-Tan perfecto no puede ser cuando cada viernes se enrrollaba con otra-abrieron la boca de sorpresa absoluta.
-Entonces has echo bien en dejarle-me apoyó Óscar.
-Si hija-mi madre puso su mano en mi muslo-, has echo bien-pero su cara no estaba de acuerdo con sus palabras.
-¿Qué pasa?-quise saber.
-Verás-ladeó un poco-, a tu padre Bill le pareció el chico ideal para ti, y cuando se entere de lo ocurrido…
-¿No le gustará?-pregunté incrédula. Mi madre asintió-. ¿Sabes mamá? Para mí papá me ha decepcionado con lo de anoche, por eso no se si tengo que tomar en cuenta sus pensamientos.
-Hija…-hizo una mueca.
-Nada de hija mamá-exclamé-. ¿Tú sabías que es un racista?
-Giselle, racista suena muy mal… Dejémoslo en que-se puso a pensar-, no les cae muy bien…
-Yo pienso que tienes que hablar con tu padre-intervino Óscar.
-Tienes razón-musité.
-Pero será mejor que no le enfades, sabes como se pone tu padre cuando le llevan la contraria…-mamá me cogió de la mano, preocupada.
No me dio tiempo a decirle nada, primero porque me quedé muda asimilando las palabras de mi madre; y segundo, porque Óscar nos habría la puerta.
Salí del coche a continuación de mi madre. Miré a Óscar por el rabillo del ojo que cerraba la puerta tras de mí firme.
-Algo me dice que defiendes más a una persona en particular-sonrió pícaro-. ¿Un chico nuevo en tu instituto?
-Puede que tengas razón-le devolví la sonrisa.
-Nos veremos luego-se despidió.
Me coloqué bien el bolso y me dispuse a entrar sola, ya que mi madre no ha sido capaz de esperarme. La entiendo, está emocionada por ver las obras de su queridísimo Saul, cuyo chico es como el que nunca ha tenido.
-Gracias-dije al hombre que estaba en la puerta repartiendo folletos.
Me paré un segundo aguardando lo que me acababan de dar.
El tema principal eran los colores. Me encogí de hombros. Nunca entenderé a los pintores…
La galería estaba a barrosar de gente que dedicaba su tiempo a analizar los cuadros, que los que llevo viendo, son todos iguales.
Saul tiene 24 años, y hace 4 que no le veo. Por eso me preguntaba si había cambiado un poco, ya que cuando le conocí, para mi que estaba un poco ido; es buena persona, no hay duda de eso, pero siempre iba a su bola y no nos dejaba estar con él a mi hermana y a mi. Era… muy raro.
-¡Giselle!-busqué a la persona que acababa de mencionar mi nombre-. Aquí-reconocí a mi madre que me llamaba agitando su brazo.
Sonriente me acerqué a ella que iba acompañada de un hombre, con barba de 3 días, gafas y vestuario muy pijito.
-¿Esta es Giselle?-dijo él.
Cuando estuve más cerca pude reconocerlo.
-¿Saul?-pregunté bien extrañada.
-¿No te acuerdas de mi?-con una gran sonrisa corrió a abrazarme mientras miraba a mi madre frunciendo el ceño.
-Emm, bueno. La verdad es que estás…. cambiado-confesé.
-¿Y tú qué? Antes eras una niña-exclamó.
-Y tu antes eras muy raro y ahora me estás saludando-confesé achinando la mirada.
-Giselle-reprochó mi madre.
-No te preocupes Susana-se hizo el modesto-. Tiene razón, lo maxímo que he hablado contigo ha sido un “hola”-asentí con la cabeza comparando su risa.
-De acuerdo. ¿Dónde está tu madre?
-Estaba hablando con unos viejos amigos en aquel pasillo de allí-señaló a lo lejos.
-Muy bien. Os dejo-nos acarició el brazo y se marchó.
-¿Y qué tal te va todo?
-Muy bien, no me puedo quejar-me encogí de hombros-. ¿Y tú?
-La verdad es que tampoco me puedo quejar. Me fui a Nueva York, triunfé allí y ahora quiero hacerlo aquí.
-Felicidades. La verdad es que no entiendo muy bien el tema de tus… cuadros-confesé.
-Ven aquí-me cogió del brazo y me llevó a ver a un cuadro blanco y negro-. ¿Qué te dice?-me preguntó, serio.
-¿Qué me dice?-pregunté.
-Si. Qué es lo que te dice el cuadro, míralo.
No ha cambiado su rareza, pensé.
Le hice caso y miré aquel cuadro tan, simple. ¿Qué, que me decía? Es un cuadro, ¿cómo me va a decir algo?
-Saul, no te entiendo-sacudí la cabeza-. ¿A qué te refieres?
-Te explicaré-se cruzó de brazos y esuché atenta-. Cuando llegué a Nueva York conocí a un tipo, a un pintor; el mejor que yo haya conocido. Él era negro-me vino de inmediato la imagen de Jeremy-. Me contó que la sociedad de hoy en día no ha cambiado mucho como la de antes. Las pasó muy mal, pero si no hubiera soportado todo aquello, no sería quien hoy es.
>>Por eso es que me inspiré en él. Los colores pueden estar mezclados en un cuadro y no se pelean, ¿por qué en el mundo real no?
Las palabras de Saul por primera vez me cautivaron y no podría estar más de acuerdo con él.
-Me encantaría llevarte para hablar con mi padre-murmuré, pero me escuchó y puso los ojos en blanco-. No es nada-sacudí la cabeza.
Solo habían dos colores, y esos dos colores lo decían todo.
Saul se aproximó más a su cuadro, fruncí el ceño cuando lo quitó de la pared y me lo ofreció.
-Para ti.
-¿Qué?-dije en un grito ahogado-. No, no puedo aceptarlo-tartamudeé, mirando a todos lados.
-Por favor, acéptalo. Tómalo como una disculpa por no haber hablado contigo casi nunca-me sonrió. Dudé un poco.
-Muchas gracias-lo cogí.
-Saul-lo llamaron.
-Tengo que marcharme. Quiero volver a hablar contigo.
-Estaré encantada-se despidió con un guiño de ojos.
Lo seguí con la mirada hasta perderlo entre la muchedumbre; dirigí la mirada hacia el cuadro y sonreí para mí.
-Hola, se te ha caído y yo iba a devolvértelo-estiró el brazo y me lo dio.
-Muchas gracias-le sonreí nerviosa-. ¿Qué haces por aquí tu solo?-me atreví a preguntar.
-Verás, el tour con mi familia me ha servido para encontrar una buena cancha de baloncesto y, cuando me he dado cuenta era tardísimo-me sonrió. Me encantó.
-Ah, eso está bien-dije entre una risita algo ridícula.
-¿Y qué haces tu aquí sola?-me preguntó pasándose la pelota por sus manos.
-Iba para casa y, bueno, me encantaría quedarme, pero no puedo irme en taxi y si tardo más los borrachos saldrán de los bares.
-¿Dónde está tu novio qué no te acompaña?-paró de pasarse la pelota.
-Pasa que-bajé la mirada, pero no de tristeza-, hemos roto-chasqué la lengua.
-Oh, lo siento-pues la verdad, no parecía lamentarlo mucho.
-Para nada-sacudí la cabeza.
-Pues, si él no lo hace lo haré yo-fruncí el ceño-. Te acompañaré a casa. Te hubiera dado dinero, pero solo tengo el suficiente para mi.
-¿Qué? No hace falta-negué con la cabeza, aunque no me importaría que lo hiciera. Es más, quería que lo hiciese.
-De verdad, no me importa-dio un paso hacía a mí.
-Bueno, vale-no me hice de rogar.
El me sonrió y comenzamos a andar; parecía extraño, en ese mismo instante estaba pensando en él, deseando encontrármelo y mira por donde me va a acompañar a casa.
-¿Puedo saber por qué?-preguntó.
-¿Por qué, que?
-Tú y Bill…-ladeó la cabeza.
-¡Ah!-caí en la cuenta. No me pensé si contárselo o no, Jeremy me daba la suficiente confianza para cualquier cosa. Aunque, pensándolo bien, no puedo contarle la razón por la que me cabreé con él al principio.
Mire al suelo y después clavé mi mirada en la suya.
-Quería, ya sabes-me dio vergüenza, mucha-. Quería hacerlo conmigo ya y bueno, me he enterado también que el muy asqueroso me ponía los cuernos-volví a bajar la mirada y la subí rápidamente para ver la reacción de Jeremy, que fue el siguiente: miró al frente y entre abrió su boca pensando, supongo, en que contestarme.
-Es un auténtico idiota y creo que se lo tiene bien merecido-me alegró escuchar aquellas palabras salir de sus carnosos labios-, no sabe hacer nada bien parece. Si te doy mi opinión, yo lo habría echo directamente con mi novia, no tendria tiempo ni de rechistar-me quedé un poco pillada, asimilando sus palabras. Antes me parecía de lo más bonito y ahora me han entrado ganas de pegarle una pequeña guantada-. Es broma-rió al darse cuenta que no me había echo nada de gracia. Se puso un poco tenso.
-Ah, no ha echo mucha gracia que digamos-confesé, pero esbocé una pequeña sonrisa para que no se sintiera mal.
-Ya, es verdad-agachó la cabeza-. Tendré que averiguar cuales son vuestros puntos de risa, porque llevo ya unas cuantas que no hace gracia-reí-. ¿Ahora te ríes?-enarcó una ceja.
-Sí, lo siento. Es que me hace gracia-paré de reír.
-Bueno, al menos he conseguido que te animaras-le señalé a la derecha para seguir caminando por allí.
¿Y él lo habría echo ya? Aún no nos conocemos mucho para formularle la pregunta, además que tampoco querría saberla; tenía un poco de temor a que me constestase que si lo había echo con quien todavía es su novia.
-Pero hablando serio-me distrajo de mis pensamientos-, Bill no tenía derecho a exigirte nada; el momento no se busca, es lo primero que se entiende en una relación-sus palabras eran sinceras, al igual que su manera de mirarme. El corazón me latía aún más deprisa, y las queridas mariposas que hacía tiempo no sentía, estaban de nuevo dentro de mí.
Quería seguir escuchándole hablar así, por eso me arriesgaría y le preguntaría si ha tenido su primera vez; si fuese así, no me importaría que me contara como se sintió, porque era una grata melodía escucharle hablar así.
-¿Tú ya…?-no pude terminar la pregunta, me dio un poco de palo, pero él lo entendió perfectamente.
Echó su cabeza para atrás y con una estupenda sonrisa, asintió con la cabeza.
-Sí, justamente unos meses antes de venirme aquí.
-Oh, ¿puedo preguntarte cómo fue?-sé que me daría celos, pero quería saber la suerte que tuvo que tener aquella chica.
-Claro que sí. Fue mi primera y única novia; llevábamos dos años saliendo y no habíamos tenido necesidad de hacerlo; estábamos muy a gusto juntos, pero sin necesidad de hacer nada. Nos queríamos y lo que importaba es que estuviésemos bien-le escuché muy atenta.
-La verdad, es que yo creía que así podríamos estar Bill y yo-apunté-. Como cambian las cosas-murmuré-. Bueno, sigue contándome. ¿Cómo llegó el momento?
-Ya no íbamos a estar más juntos, ya no iríamos a estar de risas todas las tardes, así que un día en su casa nos dejamos llevar y fue, estupendo-miró para el frente, recordando aquel momento y se dibujó una pequeña sonrisa en su rostro, nostálgico.
-La hechas de menos-dije.
-Sí, a ella y todo de allí, pero siempre tienes que empezar algo nuevo-chasqueó la lengua.
-¿Y cómo habéis quedado tú y ella?-si me dice que no van a volver nunca más, creo que volaría de la emoción.
-Cuando sea mayor de edad, volveré a San Francisco.
-Vaya, eso está muy bien-fingí una sonrisa.
-Pero nunca sabes lo que puede pasar-me miró fijamente a los ojos, como dándome un aviso. ¿Qué quiere decir?
Paré al reconocer la panadería de enfrente de mi casa, solo tendría que cruzar y ya no volvería ver a Jeremy hasta pasado mañana.
-Bueno, mi casa es esa-señalé al frente.
-¡Wow! Una chocita de nada, ¿eh?-se puso sarcástico con una pequeña sonrisa en su rostro.
-Muchísimas gracias, por acompañarme-dije.
-No hay de que-dio un paso hacia a mi e hizo que mi respiración fuese regular; las mariposas dentro de mi me irían a matar dentro de poco-. Que duermas bien-metió su mano libre en el bolsillo de su chaqueta.
-Igualmente-tartamudeé.
Torpemente me dispuse a cruzar el paso de cebra, dedicándole una última de mis agradables sonrisas.
-Espera-su áspera voz hizo detenerme y darme la vuelta para contemplarle, y esperar a que saliera de sus labios lo que tuviera que decirme. Miró al suelo y después me miró a mi, con un rostro muy sereno-. Bill no te merece.
-Lo sé-sonreí satisfecha.
-Lo que quiero decir, es que, te conozco desde hace dos días, pero me ha sido suficiente para entender que eres una joya-puse mis ojos en blanco-, y las joyas…hay que tratarlas bien no, sino, perfectamente.
-Vaya-reí nerviosa, y coqueta eché mi mentón detrás de mi oreja-. Muchas gracias, es… ha sido muy bonito-desvié un segundo mi mirada al suelo-. Va siendo tarde, mejor que te marches.
-Claro. Hasta el lunes.
-Chao-le despedí con la mano.
Di media vuelta y crucé la carretera para llegar a mi casa; no iba a mirar atrás, solo cuando estuviera en la puerta de mi casa, para ver si me mira, porque eso es que le gusto. Nunca falla.
Dicho y hecho. Jeremy paró un segundo y dirigió la mirada hacia a mí, claro que él, no vio que le vi.
Contenta de alegría, di un saltito con una sonrisa de oreja a oreja. Lo sé, puedo ser una niña pequeñita, pero es que, creo que este chico me está gustando de verdad. Y como dije, no me había pasado ni con Bill.
***
Aquella noche dormí de un tirón, la mar de bien. Sé que debería de estar un poco mal, el chico con el que estuve casi dos años me puso los cuernos…
Pero lo mejor de todo, ¿qué es? o mejor dicho, ¿quién es? Jeremy.
No se, pero tengo la intuición de que entre Jeremy y yo, puede pasar algo. Algo maravillosamente perfecto.
***
Al terminar de desayunar mamá y yo estábamos listas para ir a aquella exposición del hijo de Marta, muy amiga de mi madre.
-¿Elia no viene?-pregunté al ver que nos íbamos ya.
-Que va-sacudió la cabeza-, dice que se encuentra mal.
-Ya claro, he oído hablar de esa cosa. Creo que se llama-arrugué la frente-, cuentítis terminal. No tiene cura-mi madre chasqueó la lengua y rió.
-Vamos anda-me abrió la puerta.
-Buenos días Óscar-saludé a mi buen amigo chófer, que como siempre me abría la puerta con una grata sonrisa.
-¿Qué tal todo, pequeña? ¿Te lo pasaste bien anoche?-resoplé.
-Ahora te cuento-me metí en el coche.
-¿Cómo que ahora le cuentas?-mi madre protestó.
-Vale, ahora os lo cuento-cuando Óscar ya estaba de piloto y mi madre sentada al lado mía, pude contárselo-. Bill y yo hemos roto.
-¿Qué?-gritaron al unísono.
-Pero si es un chico perfecto para ti-exclamó mi madre.
-Tan perfecto no puede ser cuando cada viernes se enrrollaba con otra-abrieron la boca de sorpresa absoluta.
-Entonces has echo bien en dejarle-me apoyó Óscar.
-Si hija-mi madre puso su mano en mi muslo-, has echo bien-pero su cara no estaba de acuerdo con sus palabras.
-¿Qué pasa?-quise saber.
-Verás-ladeó un poco-, a tu padre Bill le pareció el chico ideal para ti, y cuando se entere de lo ocurrido…
-¿No le gustará?-pregunté incrédula. Mi madre asintió-. ¿Sabes mamá? Para mí papá me ha decepcionado con lo de anoche, por eso no se si tengo que tomar en cuenta sus pensamientos.
-Hija…-hizo una mueca.
-Nada de hija mamá-exclamé-. ¿Tú sabías que es un racista?
-Giselle, racista suena muy mal… Dejémoslo en que-se puso a pensar-, no les cae muy bien…
-Yo pienso que tienes que hablar con tu padre-intervino Óscar.
-Tienes razón-musité.
-Pero será mejor que no le enfades, sabes como se pone tu padre cuando le llevan la contraria…-mamá me cogió de la mano, preocupada.
No me dio tiempo a decirle nada, primero porque me quedé muda asimilando las palabras de mi madre; y segundo, porque Óscar nos habría la puerta.
Salí del coche a continuación de mi madre. Miré a Óscar por el rabillo del ojo que cerraba la puerta tras de mí firme.
-Algo me dice que defiendes más a una persona en particular-sonrió pícaro-. ¿Un chico nuevo en tu instituto?
-Puede que tengas razón-le devolví la sonrisa.
-Nos veremos luego-se despidió.
Me coloqué bien el bolso y me dispuse a entrar sola, ya que mi madre no ha sido capaz de esperarme. La entiendo, está emocionada por ver las obras de su queridísimo Saul, cuyo chico es como el que nunca ha tenido.
-Gracias-dije al hombre que estaba en la puerta repartiendo folletos.
Me paré un segundo aguardando lo que me acababan de dar.
El tema principal eran los colores. Me encogí de hombros. Nunca entenderé a los pintores…
La galería estaba a barrosar de gente que dedicaba su tiempo a analizar los cuadros, que los que llevo viendo, son todos iguales.
Saul tiene 24 años, y hace 4 que no le veo. Por eso me preguntaba si había cambiado un poco, ya que cuando le conocí, para mi que estaba un poco ido; es buena persona, no hay duda de eso, pero siempre iba a su bola y no nos dejaba estar con él a mi hermana y a mi. Era… muy raro.
-¡Giselle!-busqué a la persona que acababa de mencionar mi nombre-. Aquí-reconocí a mi madre que me llamaba agitando su brazo.
Sonriente me acerqué a ella que iba acompañada de un hombre, con barba de 3 días, gafas y vestuario muy pijito.
-¿Esta es Giselle?-dijo él.
Cuando estuve más cerca pude reconocerlo.
-¿Saul?-pregunté bien extrañada.
-¿No te acuerdas de mi?-con una gran sonrisa corrió a abrazarme mientras miraba a mi madre frunciendo el ceño.
-Emm, bueno. La verdad es que estás…. cambiado-confesé.
-¿Y tú qué? Antes eras una niña-exclamó.
-Y tu antes eras muy raro y ahora me estás saludando-confesé achinando la mirada.
-Giselle-reprochó mi madre.
-No te preocupes Susana-se hizo el modesto-. Tiene razón, lo maxímo que he hablado contigo ha sido un “hola”-asentí con la cabeza comparando su risa.
-De acuerdo. ¿Dónde está tu madre?
-Estaba hablando con unos viejos amigos en aquel pasillo de allí-señaló a lo lejos.
-Muy bien. Os dejo-nos acarició el brazo y se marchó.
-¿Y qué tal te va todo?
-Muy bien, no me puedo quejar-me encogí de hombros-. ¿Y tú?
-La verdad es que tampoco me puedo quejar. Me fui a Nueva York, triunfé allí y ahora quiero hacerlo aquí.
-Felicidades. La verdad es que no entiendo muy bien el tema de tus… cuadros-confesé.
-Ven aquí-me cogió del brazo y me llevó a ver a un cuadro blanco y negro-. ¿Qué te dice?-me preguntó, serio.
-¿Qué me dice?-pregunté.
-Si. Qué es lo que te dice el cuadro, míralo.
No ha cambiado su rareza, pensé.
Le hice caso y miré aquel cuadro tan, simple. ¿Qué, que me decía? Es un cuadro, ¿cómo me va a decir algo?
-Saul, no te entiendo-sacudí la cabeza-. ¿A qué te refieres?
-Te explicaré-se cruzó de brazos y esuché atenta-. Cuando llegué a Nueva York conocí a un tipo, a un pintor; el mejor que yo haya conocido. Él era negro-me vino de inmediato la imagen de Jeremy-. Me contó que la sociedad de hoy en día no ha cambiado mucho como la de antes. Las pasó muy mal, pero si no hubiera soportado todo aquello, no sería quien hoy es.
>>Por eso es que me inspiré en él. Los colores pueden estar mezclados en un cuadro y no se pelean, ¿por qué en el mundo real no?
Las palabras de Saul por primera vez me cautivaron y no podría estar más de acuerdo con él.
-Me encantaría llevarte para hablar con mi padre-murmuré, pero me escuchó y puso los ojos en blanco-. No es nada-sacudí la cabeza.
Solo habían dos colores, y esos dos colores lo decían todo.
Saul se aproximó más a su cuadro, fruncí el ceño cuando lo quitó de la pared y me lo ofreció.
-Para ti.
-¿Qué?-dije en un grito ahogado-. No, no puedo aceptarlo-tartamudeé, mirando a todos lados.
-Por favor, acéptalo. Tómalo como una disculpa por no haber hablado contigo casi nunca-me sonrió. Dudé un poco.
-Muchas gracias-lo cogí.
-Saul-lo llamaron.
-Tengo que marcharme. Quiero volver a hablar contigo.
-Estaré encantada-se despidió con un guiño de ojos.
Lo seguí con la mirada hasta perderlo entre la muchedumbre; dirigí la mirada hacia el cuadro y sonreí para mí.
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Bill Kaulitz es un chico que todo lo tiene, inteligente, atractivo, cariñoso... Junto a su hermano gemelo Tom y sus dos mejores amigos: Georg y Gustav, se van a embarcar en la aventura de pisar por primera vez la universidad donde se volveran locos por las...sí, las chicas.
Pero Bill queda embobado por una rubia pero lo que no sabe el es que tendrá que recurrir a su peor enemiga para poder conquistar su corazón.
La pregunta es, ¿conquistar el corazón de la rubia o el de su peor enemiga? ;D
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Pero Bill queda embobado por una rubia pero lo que no sabe el es que tendrá que recurrir a su peor enemiga para poder conquistar su corazón.
La pregunta es, ¿conquistar el corazón de la rubia o el de su peor enemiga? ;D
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