BON: te quiero

Dicen que el amor no entiende de razas, distancias, sexo o edad. Pero, ¿realmente la sociedad esta preparada para ello? ¿Cómo alguien no puede aceptar el amor entre dos personas? ¿Por que entierran algo tan bonito en el olvido? ¿Cual seria la unica salida? Un amor destinado a la separacion...

-Gracias Amanda ;)



Bienvenid@s!

Hola! Antes que nada, gracias por el simple hecho de entrar aquí. Aquí os pondré mis historias, mis pensamientos y siempre van a tener como protagonistas a los chicos de Tokio Hotel, aunque no siempre saldrán como tal.
Espero que os guste y que os divirtáis leyendo y pido una única cosa, en esta actual historia los cuatro chicos no son los protagonistas, es mi primera historia así, y me encantaría que a continuación me contárais que os parece.
Me alegraría muchísimo saber que cada visitante elige su opinión en la encuesta =)
Muchísimas gracias por vuestra atención, y espero, sigáis entrando ;)

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martes, 30 de marzo de 2010

Capítulo 8. Me gusta él, papá.

En este capítulo aparecen:



-¿Te lo ha regalado Saul?-volvió a preguntar mamá mientras volvíamos a casa.

-Sí mamá-dije cansada, mirando el cuadro que tenía entre mis manos.

-Es que, me es difícil creerlo. Sus cuadros no son nada baratos para ir regalándoselo a la gente así como así-explicaba, sin dejar de quitar el rostro de asombro.

-Bueno, me lo habrá dado por mi cara bonita-fingí una enorme sonrisa.

-Será por eso-murmuró tan bajo que casi no la escuché.

-Pues te daré mi opinión-intervino Óscar. Miré el espejo retrovisor para localizar sus ojos-. No se como dos colores puede valer tanto.

-No es lo que ves a simple viste lo que cuesta tanto dinero-empecé a explicarle lo que me contó Saul-; sino, lo que representa. El mensaje que quiere dar-no quitaba ojo de aquel cuadro.

-¿Y qué representa?-quiso saber tras una pausa.

-Que todo puede estar junto sin ninguna discusión-se me dibujó una pequeña sonrisa en el rostro.

-Eso es un bonito mensaje-dijo a la vez que asentía con la cabeza-. Ya estamos en casa-miré por el cristal y visualicé la gran puerta de madera de la entrada.

Respiré hondo y sali para entrar al dulce hogar. Bueno, no tanto.

-¿Qué tal el día?-preguntaba papá, muy alegre nada más asomar un pie por la puerta.

Lo miré por el rabillo del ojo, con mi peor cara y me dirigí a subir las escaleras para encerrarme en la habitación.

Sí, quería una explicación de porqué a mi padre no le cabe en la cabeza que todos somos iguales, pero ahora mismo no quería.

-Oye jovencita-paré, sin darme la vuelta-. ¿Esas son maneras de saludar a tu padre?

-Es que, no quería hacerlo-seguí sin mirarle.

-¿Cómo dices?-preguntó, incrédulo.

-Fernando…-oí la tranquilizadora voz de mi madre.

-¿Qué te pasa Giselle?-resoplé, con una risita.

Me di la vuelta, aún con el cuadro en mis manos. Lo miré fijamente.

-¿Qué, qué me pasa? Papá, todavía estoy asimilando lo de anoche.

-¿Anoche?-frunció el ceño. Resoplé aún más fuerte-. Oh, claro. Te refieres a la conversación que tuve con Bill y Tom-sonrió, frotándose la barbilla. Enarqué una ceja-. Eso no debe preocuparte. Pronto te darás cuenta que nosotros tenemos razón en lo que pensamos de los-tomó aire y se ruborizó, como si la palabra que iría a decir fuera lo peor-, de color-dijo finalmente.

-Fernando…-volvió a decir mi madre.

No dije nada. Tan solo permanecí en silencio, digeriendo las palabras que acababa de escuchar.

Pensé que lo de anoche solo fue un comentario, sin más, de muy mal gusto; que cambiaría, que se daría cuenta de la barbaridad que dijo, pero no. Siguió firme, con un toque vacilante.

Me sentí de lo peor, como si yo fuese una de las muchas buenas personas de color negro a quien humillan. Creo que me sentí así, porque por suerte, nadie podrá decirme algo de ese tipo e incluso más fuerte. Por eso no se como se tienen que sentir del todo.

¿Qué decirle a la persona que he admirado siempre y qué ahora me está defraudando? Lo normal…

-¿Sabes papá?-miré mi cuadro y bajé el escalón para acercarme a él-. Esto es para ti, creo que te servirá a ti más que a mi-se lo entregué. Puso cara de confusión.

-Que,…¿qué significa?

-Averigualo tu solito-fingí una pequeña sonrisa. Me di media vuelta y volvi a subir aquel escalón y a continuación los otros-. Por cierto-me paré. Todos dirigimos la mirada hacia Óscar que acababa de entrar y me mirò interrogativo después de mirar a mis padres-. He dejado a Bill-mi padre puso cara de espanto y mi madre entreabrió la boca-. Y lo que es mejor de todo: me gusta el chico negro que se sienta conmigo-muy orgullosa de haberlo dicho, me quedé con la cara de más espanto todavía que puso mi padre; la boca más abierta de mi madre y la sonrisa de Óscar, la que más me gustó.

Sin esperar nada más, subí las escaleras que me quedaban para irme de inmediato a mi habitación y no aguantar ninguna estupidez que pudiese soltar mi padre por su boca.

-¡Giselle!-gritó. No me paré-. ¡Giselle, baja ahora mismo!-me obligó. No le hice caso.

Y dando un portazo muy fuerte, dejé a mi padre con la palabra en la boca.

Tranquila, sin sentir ningún remordimiento por lo que acababa de hacer, me tumbé en mi cama cogiendo mi ipod y sin dejar de sentir los murmullos de enfado de mi padre, que provenían desde el piso de abajo.

Encendi el aparato y me coloqué los cascos en mis oídos.

***

No pasaron más de diez minutos cuando mi hermana Elia me quitó el casco izquierdo. Dando un bote por el susto, le grité:

-¿Qué haces? ¿Sabes qué tienes que llamar a la puerta?-me incliné hacia ella.

-¿Sabías que lo llevo haciendo los últimos cinco minutos?-dijo sarcásticamente, sentándose en mi cama-. ¿Qué ha pasado con papá?-me miró interrogante-. Está que trina…

-Pasa, muchas cosas-lo siento, pero a mi querídisima hermanita Elia, alias cuéntalo todo, no le iba a contar que he dejado a quien ella quiere y que papá está muy furioso conmigo no solo por eso, sino porque le acababa de confesar que me gusta un chico, que él ni vería ni en pintura. Cosa que me daba mucha, mucha grima.

-Vale, gracias por contármelo-dijo con sorna.

-De nada-la miré, seria y después me di la vuelta para quedarme boca abajo.

-Cuéntamelo-me exigió, impidiendo que me tumbara y descansara-. ¿Es por lo de la cena de anoche?-se alegró por adivinarlo, en parte.

No le hiría a decir nada, pero pensé que me vendría bien saber si mi hermana también era una racista, porque si así lo fuere… he estado viviendo con locos. Porque eso tenía un nombre, locos. Solamente los que están mal de la cabeza no verían que todos los humanos que pisamos la Tierra: SOMOS IGUALES.

-Dime una cosa-me incliné hacia ella. Esperó atenta-. ¿Tú también opinas cómo papá y los gemelos?

-¿Lo de qué son un poco racistas?-asentí-. No, yo pienso igual que tu-respiré, aliviada-. Pero tampoco puedo ponerme en contra de mi padre por eso-puse los ojos en blanco-. Giselle, es su opinión. Cada uno puede opinar lo que quiera.

Medité el punto de vista de mi hermana que me miraba impaciente por una respuesta. Claro que sí, cada quien es libre de pensar lo que quisiera, pero ¿eso? No, lo veo demasiado mal para convivir con esa idea proveniente de mi padre.

¿Y por qué le doy tanto empeño? Si Jeremy no hubiera entrado en mi vida, solamente me enfadaría con papá por pensar eso, intentaría entrarle en razón y si no lo conseguía, él es libre.

Pero Jeremy me gusta, y creo que por cada día que pase más me va a gustar. ¿Y si consigo algo con él? Papá no lo aceptará y es demasiado terco…

Y como si mi hermana me hubiese leido el pensamiento dijo:
-Es por ese chico, ¿verdad?-abrí los ojos y esperé a que dijese el nombre-. Jeremy-dijo no muy segura-. Te gusta-añadió.

No dije nada, y eso bastó para ella.

-Anoche vi como te acompañó a casa-prosiguió. No me sorprendió, mi hermana siempre estaba atenta a esperar a Bill cuando me dejase en casa. Pero anoche no fue él-. ¿Lo has dejado con él?-preguntó con un brillo en sus ojos.

-Elia, todavía no se lo digas a nadie ¿de acuerdo? Confío en ti-ella asintió muy alegre-. Y menos cuentes que Jeremy me acompañó hasta casa. Sabes como es Bill.

-Seré una tumba-hizo ese gesto en sus labios de cremagliera cerrada.

No me quedé muy convencida del todo.

Llamaron a la puerta y la cabeza de mi madre asomaba por ella. No esperó a que dijese nada y entró sin apartar su mirada preocupada de la mía.

-¿Qué pasa?-pregunté con desgana porque ya sabía que tenía que ver algo mi padre.

-Tu padre está muy molesto contigo-le hizo un gesto a mi hermana para que se apartara un poco y poder sentarse ella.

-¿Y qué le hago?-sacudí la cabeza.

-¿De verdad te gusta ese chico o es un capricho?-preguntó con la esperanza de que solo fuese un capricho.

-Pues me gusta y mucho. Para serte sincera no me había pasado ni con Bill-entreabrió la boca-. Y no va a dejar de gustarme por la tontería que tiene mi padre.

-Si me parece bien hija, pero…

-Mamá, no quiero hablar del tema-la interrumpí-. Tengo deberes que hacer y quiero acostarme pronto-me levanté, busqué mi mochila y saqué mi agenda para ver que tenía que hacer.

Ni mi madre, ni mi hermana dijeron nada. Pillaron mi indirecta y se fueron dejándome sola. Cuando escuché la puerta cerrarse suspiré tocándo mi rubia melena.

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Bill Kaulitz es un chico que todo lo tiene, inteligente, atractivo, cariñoso... Junto a su hermano gemelo Tom y sus dos mejores amigos: Georg y Gustav, se van a embarcar en la aventura de pisar por primera vez la universidad donde se volveran locos por las...sí, las chicas.
Pero Bill queda embobado por una rubia pero lo que no sabe el es que tendrá que recurrir a su peor enemiga para poder conquistar su corazón.
La pregunta es, ¿conquistar el corazón de la rubia o el de su peor enemiga? ;D




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