BON: te quiero
Dicen que el amor no entiende de razas, distancias, sexo o edad. Pero, ¿realmente la sociedad esta preparada para ello? ¿Cómo alguien no puede aceptar el amor entre dos personas? ¿Por que entierran algo tan bonito en el olvido? ¿Cual seria la unica salida? Un amor destinado a la separacion...
-Gracias Amanda ;)
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Bienvenid@s!
Hola! Antes que nada, gracias por el simple hecho de entrar aquí. Aquí os pondré mis historias, mis pensamientos y siempre van a tener como protagonistas a los chicos de Tokio Hotel, aunque no siempre saldrán como tal.
Espero que os guste y que os divirtáis leyendo y pido una única cosa, en esta actual historia los cuatro chicos no son los protagonistas, es mi primera historia así, y me encantaría que a continuación me contárais que os parece.
Me alegraría muchísimo saber que cada visitante elige su opinión en la encuesta =)
Muchísimas gracias por vuestra atención, y espero, sigáis entrando ;)
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martes, 30 de marzo de 2010
Capítulo 10. Trabajo.
En este capítulo aparecen:
Llegue a casa más temprano que lo de lo normal, y por eso, no había nadie en casa. Nada más que Rosa y Óscar que llegó después de mí.
-¿Qué haces aquí?-quiso saber, con el ceño fruncido.
-¿Sabías qué? Estamos haciendo huelga, no nos ponen la calefacción-mentí mal a posta. Con él podías matar a alguien que él te ayudaría a esconderlo.
Se quedó pensando un poco y sabía lo que pensaba; ese tema ya se lo conté una vez y ahora se estaría diciendo si era verdad lo que le estaba contando o solo usé de pretexto lo anterior.
-Has hecho novillos, ¿verdad?-se puso serio.
-¿Yo?-me puse mi mano en el pecho, ofendida.
-No juegues más conmigo-me dio un pequeño empujoncito. Reímos-. ¿Se puede saber por qué?-me indicó con la cabeza a las escaleras para que nos sentáramos.
-Pues-dije tras resoplar y ponerme seria-. Bill ha pegado a Jeremy porque se enteró que vino a acompañarme el sábado después de que cortara la relación con él; entonces como los chicos tienen una neurona y es la del instinto animal, se ha tirado a por Jeremy-expliqué.
Óscar analizó palabra por palabra.
-¿Qué Jeremy, el chico negro-asentí-, te vino acompañar?
-Sí.
-¿Cómo se ha enterado Bill de ello? ¿Y cómo que nosotros tenemos más que una neurona?-reí por lo último.
-Lo de la neurona, discutiremos luego. ¿Enterarse? ¿Cómo? Muy sencillo, teniendo una hermana cotilla quien te promete no contarle nada a nadie y es lo primero que hace-apoyé mi cabeza en mi mano.
-Elia-murmuró-. Bueno, no tienes que pagarla con ella-abrí mucho los ojos-. Es Bill con el que tienes que pagarla, él ya no es nada tuyo para que se ponga así con el chico. Si hubiera tenido dos dedos de frente lo sabría, pero sí-suspiró-, él si que tiene una neurona-sonreí.
-Pero es que no sé como dejarle claro que ya no vamos a volver más-añadí.
-Cuando te vea con un nuevo chico se dará cuenta de lo idiota que ha sido al derjarte escapar-le sonreí y apoyé mi cabeza en su hombro-. ¿Quién será?-preguntó tras una pausa-. ¿Ese Jeremy tal vez?-me incoporé para mirarle a los ojos.
-No lo sé-me encogí de hombros, y me puse roja. Eso era lo que más quería en este momento, poder decir que el adecuado es Jeremy.
Paramos de reír en cuanto vimos que mi padre asomó por la puerta.
Desde ayer por la tarde que no le veía y desde ese día estaba dispuesta a plantarle cara a todo lo que estuviera en desacuerdo con él, pero en ese instante me sentí indefensa ante la mirada de él. Tantos años temiéndole que de un día para otro no puedo decirle todo lo que pienso, aunque ayer hiciera una excepción, y por eso, Óscar y yo nos levantamos de un salto y sin decirle nada fui directa a subir las escaleras aún con mi mochila en mi espalda.
-¿Qué haces aquí?-sabía que era para mí.
-Tenemos huelga-dije tartamudeante-. Solo ha sido hoy-continué.
-¿Debido a qué? Giselle, ¿puedes mirarme a la cara?-difícil cosa. Lentamente sus ojos quedaron fijos en los míos.
-Debido a que se ha estropeado, nuevamente, la calefacción y no estábamos dispuestos a pasar frío porque no querían llamar para arreglarla-intenté sonar lo más convincente posible. Funcionó.
-Llamaré si es necesario-negué con la cabeza y comprendió-. Si no lo arreglan solo tienes que decírmelo-asentí.
-Voy a estudiar-no dijo nada y dejó irme tranquila a mi habitación.
Cuando llegué tiré mi mochila al suelo y fui directa a tumbarme en mi cama. Bufé.
Sin querer rocé el bolsillo de mi pantalón y noté un pequeño bulto. Entonces me acordé y una sonrisa de completa boba se me dibujó en la cara.
Era la dirección de Jeremy y solo tendría que esperar unas…, miré mi reloj, cinco horas más o menos para volver a verle.
***
-Aquí tienes, ¿sabes dónde está no?-le entregué el papel a Óscar cuando ya se sentó en el asiento del piloto.
-Sí-asintió rápidamente con la cabeza-. Vamos entonces-dejó el papel en el asiento del copiloto y fuimos directos a la casa de Jeremy.
Recordé el número de su casa y no me fue difícil divisar el 9.
Su casa era la que más resaltaba en el vecindario ya que era la más alta de todas.
Miré a mi alrededor recordando si había estado antes por aquí y creo, que estuve una vez cuando en primaria tuve que hacer un trabajo de.. de, ¿conocimiento del medio? No lo sé, y ahora no importa mucho.
Me estiré la camiseta colocándomela bien y fui hacia la puerta de su casa. No tenía ningún telefonillo, entonces tuve que abrir la verja para tocar la puerta.
Tardó unos segundos en abrir la puerta y en encontrarme con la mirada de Jeremy, acompañado de unos labios carnosos sorientes.
-Hola-dije automáticamente, mostrando mis dientes en una enorme sonrisa.
-Hola-contestó-. ¿Te ha sido… difícil encontrar mi casa?
-No-negué con la cabeza, coqueta-. Óscar conocía esta calle ya.
-¿Óscar?-frunció el ceño.
-Mi chófer-le expliqué.
-Oh-se sorprendió-. Debes de ser una chica muy importante-alzó las cejas, divertido.
-No sabes cuanto-chasqueé la lengua.
-Entonces-bajó la mirada-, yo debo de ser un afortunado al ir contigo-me volvió a mirar y yo solo pude sonrojarme.
No dijimos nada y le guié hasta mi coche donde Óscar nos esperaba.
-Hola-saludó amabilmente Jeremy.
-Este es Jeremy y este es Óscar-les presenté.
-Encantado-Óscar sonrió de oreja a oreja, divertido.
-¿Qué tal Valencia? ¿Te gusta?-arrancó el coche.
-La verdad es que al principio le veía todo lo negativo; he dejado una vida allí en San Francisco y es difícil empezar una nueva vida en otro continente, pero poco a poco te acostumbras y te va gustando-lo miré por el rabillo del ojo, sonriente.
-¿Conoces muchos sitios y tal? Giselle puede hacerte de guía…-me miró por el retrovisor y le regalé una mirada fulminante.
-Él ya lo sabe que puede llamarme siempre que pueda-dije sonando lo más tranquila posible, sin nervios.
-Sí, lo sé-dijo-. Algún día te llamaré-me dio un pequeño golpe con el codo.
-¿Y en qué trabajan tus padres?-siguió con el interrogatorio.
-Mi padre es jefe de una fábrica de importaciones, Leghton S.A es aquí. ¿La conocéis?-asentímos-. Y mi madre es profesora de inglés.
-Eso está muy bien-concluyó Óscar pasando un cruce y parándose frente a la casa de Georg-. ¿A qué hora paso a por vosotros?
-Sobre las 7 y media está bien, ¿no?-miré a Jeremy.
-Por mi perfecto-se encogió de hombros.
-Estupendo. Hasta luego-nos despedimos.
-¿Aquí sois todos ricos?-comentó cuando vio la casa-mansión de Georg.
-Creo… que sí-ladeé la cabeza-. Pero tu que digamos no es que tengas una casa muy pequeña.
-Lo cierto es que no-rió-. ¿En qué trabajan los padres de él?-preguntó mientras nos dirigiamos hacia su puerta.
-Su madre es abogada y su padre psicólogo. Se mudaron aquí pensando que no había tanta delicuencia y que no habían tantos locos-bromeé y al parecer le gustó, empezamos a reírnos cuando Georg abrió la puerta de golpe.
-¿Cuál es el chiste?-nos miraba a los dos con el entrecejo fruncido.
-Creo que no lo entenderías-puse mi mano en su hombro y le aparté un poco para entrar a su casa.
-Sí, claro Giselle. Tú como en tu casa-me di la vuelta para sonreírle.
-Sabes que tu madre me deja entrar aquí cuando quiera.
Y era cierto, no sé que encanto tengo, pero normalmente a las casas que voy sus madres siempre me piden que vuelva y eso, que a veces pienso que lo máximo que he hablado con ellas ha sido un “hola” y “adiós”.
Sin decirme nada ya sabía a donde teníamos que ir; bajando las escaleras de caracol que había en el centro del hall encontraríamos la sala de juegos de Georg donde a continuación, encontraríamos su estudio donde efectivamente, Gustav jugaba a la Play Station 3.
-¿Todavía en este nivel?-exclamé viendo el mismo pasadizo del Príncipe de Persia II.
-Es que… se me resiste-oí que murmuró una maldición cuando volvió a caer.
-Déjalo, ahora tenemos trabajo que hacer-enfadado apagó el aparato y se reunió conmigo.
Hablando tranquilamente entraron Georg y Jeremy que escuché como Georg fardaba de su casa un poquito más.
-¿Empezamos?-dijo Gustav.
Georg nos señaló a la mesa que teníamos enfrente nuestra, donde ya estaba el libro de matemáticas preparado con el oredenador encendido en una página, donde pude leer, Ruffini.
-¿Cómo lo haremos?-preguntó Georg a la vez que nos sentamos todos.
-Primero me tiene que salir, después lo que queráis-murmuré.
-Está bien, ¿qué es lo que no te sale?-dijo Jeremy sentado a mi lado.
-Pues…-era difícil dejar de mirar esos grandes ojos clavados en mí con mucha dulzura; estaba dispuesto a ayudarme hasta que lo entendiera-. ¿Cuándo hay que usarlo?
-Cuando el exponente sea mayor de 2-cogió un papel y empezó a hacerme una ecuación-. Pongámosle 3, ahí ya tienes que utilizar Ruffini, ¿sabes hacer eso?
-Sï, creo que sí-dije dubitativa.
Me pasó el papel y el bolígrafo; cuando fui a cogerlo nuestras manos rozaron y el contacto de su piel hizo que me tensara un poco.
Sin distraerme más, bajé la vista al papel y usé mis habilidades en esto, que por suerte, creo que no era muy difícil.
-¿Así?-enarqué una ceja, con miedo de quedarme en vergüenza por no hacerlo bien y tirarme aquí tres horas.
Jeremy cogió el papel; desvié la mirada hacia mis amigos que miraban atentos a Jeremy esperando el resultado.
-¿Ves cómo no es tan difícil?-me sonrió-. Sabes hacerlo.
-¡Yuhu!-Georg y Gustav empezaron a aplaudir-. Es que es muy canzona y no le gustaba decir que si sabía hacerlo-dijo Gustav con sorna. Le dediqué una mirada de reproche, pero que después, nos hizo gracia.
-Entonces todo sabido ya… ¡empecemos!-Georg nos animaba a no aburrirnos en una tarde entera.
***
-Pero Giselle no nos hizo caso y ella se tiró desde una altura que yo no haría-contó Georg entre risas como todos.
Me dolía el estómago de la risa.
Cuando terminamos un par de ejercicios empezamos a contar anécdotas, y casi todas tenían que ver con meteduras de pata mías, y la tarde se nos acabó.
-Bueno, ¿y qué querías que hiciera?-le repliqué-. Yo tenía ganas de hacerlo y no es mi culpa si tu eres un cagueta-le di un pequeño golpe al brazo de Georg.
Esta última anécdota era de cuando nos fuimos al campo y por casualidad, encontramos un río. Bill y Tom se tiraron de una alta roca y yo no iba a ser menos.
El sonido del telefonillo interrumpió nuestras risas. Georg se levantó para contestar.
-Entonces eres una chica a la que le gusta el peligro-dijo Jeremy alzando las cejas.
-Espera a conocerla mejor-Gustav se puso una mano en la cabeza.
Jeremy pilló la indirecta y empezó a reírse más.
-No te rías más-reproché.
-Es que, me hubiera encantado verte saltar-confesó con un brillo en sus ojos.
-No es mala idea-miramos a Gustav-. Un día que haga buen tiempo podríamos ir, ¿no?-miró a Georg que se incorporó a nosotros.
-¿A dónde? Bueno-nos miró a nosotros-, Óscar está a fuera.
Jeremy y yo nos levantamos.
-Gustav decía de volver al río-le comenté.
-Me parece estupendo-se alegró-. Me gusta la idea.
-Tú te apuntas, ¿no Jeremy?
-Claro-asentía con la cabeza.
-Pues ya haremos planes. Nos vemos mañana chicos-cerramos la puerta tras nosotros.
Mientras subíamos las escaleras nos quedamos en silencio. Estábamos solos y, me encantaría aprovechar el momento.
Lo miré por el rabillo del ojo, esperando alguna señal de que también deseara tener un minuto más de soledad conmigo y hacer esperar un poquito a Óscar.
-¿Mañana qué haces?-me preguntó.
-¿Mañana?-me pilló por sorpresa. Balbuceé un poco-. Estaré en casa, supongo-me encogí de hombros.
-Si quieres, puedo pasarme a… ver que haces-esbozó una media sonrisa, divertido.
-Por supuesto-dije automáticamente.
-Genial-me abrió la puerta y dejó que pasara yo primero.
Llegue a casa más temprano que lo de lo normal, y por eso, no había nadie en casa. Nada más que Rosa y Óscar que llegó después de mí.
-¿Qué haces aquí?-quiso saber, con el ceño fruncido.
-¿Sabías qué? Estamos haciendo huelga, no nos ponen la calefacción-mentí mal a posta. Con él podías matar a alguien que él te ayudaría a esconderlo.
Se quedó pensando un poco y sabía lo que pensaba; ese tema ya se lo conté una vez y ahora se estaría diciendo si era verdad lo que le estaba contando o solo usé de pretexto lo anterior.
-Has hecho novillos, ¿verdad?-se puso serio.
-¿Yo?-me puse mi mano en el pecho, ofendida.
-No juegues más conmigo-me dio un pequeño empujoncito. Reímos-. ¿Se puede saber por qué?-me indicó con la cabeza a las escaleras para que nos sentáramos.
-Pues-dije tras resoplar y ponerme seria-. Bill ha pegado a Jeremy porque se enteró que vino a acompañarme el sábado después de que cortara la relación con él; entonces como los chicos tienen una neurona y es la del instinto animal, se ha tirado a por Jeremy-expliqué.
Óscar analizó palabra por palabra.
-¿Qué Jeremy, el chico negro-asentí-, te vino acompañar?
-Sí.
-¿Cómo se ha enterado Bill de ello? ¿Y cómo que nosotros tenemos más que una neurona?-reí por lo último.
-Lo de la neurona, discutiremos luego. ¿Enterarse? ¿Cómo? Muy sencillo, teniendo una hermana cotilla quien te promete no contarle nada a nadie y es lo primero que hace-apoyé mi cabeza en mi mano.
-Elia-murmuró-. Bueno, no tienes que pagarla con ella-abrí mucho los ojos-. Es Bill con el que tienes que pagarla, él ya no es nada tuyo para que se ponga así con el chico. Si hubiera tenido dos dedos de frente lo sabría, pero sí-suspiró-, él si que tiene una neurona-sonreí.
-Pero es que no sé como dejarle claro que ya no vamos a volver más-añadí.
-Cuando te vea con un nuevo chico se dará cuenta de lo idiota que ha sido al derjarte escapar-le sonreí y apoyé mi cabeza en su hombro-. ¿Quién será?-preguntó tras una pausa-. ¿Ese Jeremy tal vez?-me incoporé para mirarle a los ojos.
-No lo sé-me encogí de hombros, y me puse roja. Eso era lo que más quería en este momento, poder decir que el adecuado es Jeremy.
Paramos de reír en cuanto vimos que mi padre asomó por la puerta.
Desde ayer por la tarde que no le veía y desde ese día estaba dispuesta a plantarle cara a todo lo que estuviera en desacuerdo con él, pero en ese instante me sentí indefensa ante la mirada de él. Tantos años temiéndole que de un día para otro no puedo decirle todo lo que pienso, aunque ayer hiciera una excepción, y por eso, Óscar y yo nos levantamos de un salto y sin decirle nada fui directa a subir las escaleras aún con mi mochila en mi espalda.
-¿Qué haces aquí?-sabía que era para mí.
-Tenemos huelga-dije tartamudeante-. Solo ha sido hoy-continué.
-¿Debido a qué? Giselle, ¿puedes mirarme a la cara?-difícil cosa. Lentamente sus ojos quedaron fijos en los míos.
-Debido a que se ha estropeado, nuevamente, la calefacción y no estábamos dispuestos a pasar frío porque no querían llamar para arreglarla-intenté sonar lo más convincente posible. Funcionó.
-Llamaré si es necesario-negué con la cabeza y comprendió-. Si no lo arreglan solo tienes que decírmelo-asentí.
-Voy a estudiar-no dijo nada y dejó irme tranquila a mi habitación.
Cuando llegué tiré mi mochila al suelo y fui directa a tumbarme en mi cama. Bufé.
Sin querer rocé el bolsillo de mi pantalón y noté un pequeño bulto. Entonces me acordé y una sonrisa de completa boba se me dibujó en la cara.
Era la dirección de Jeremy y solo tendría que esperar unas…, miré mi reloj, cinco horas más o menos para volver a verle.
***
-Aquí tienes, ¿sabes dónde está no?-le entregué el papel a Óscar cuando ya se sentó en el asiento del piloto.
-Sí-asintió rápidamente con la cabeza-. Vamos entonces-dejó el papel en el asiento del copiloto y fuimos directos a la casa de Jeremy.
Recordé el número de su casa y no me fue difícil divisar el 9.
Su casa era la que más resaltaba en el vecindario ya que era la más alta de todas.
Miré a mi alrededor recordando si había estado antes por aquí y creo, que estuve una vez cuando en primaria tuve que hacer un trabajo de.. de, ¿conocimiento del medio? No lo sé, y ahora no importa mucho.
Me estiré la camiseta colocándomela bien y fui hacia la puerta de su casa. No tenía ningún telefonillo, entonces tuve que abrir la verja para tocar la puerta.
Tardó unos segundos en abrir la puerta y en encontrarme con la mirada de Jeremy, acompañado de unos labios carnosos sorientes.
-Hola-dije automáticamente, mostrando mis dientes en una enorme sonrisa.
-Hola-contestó-. ¿Te ha sido… difícil encontrar mi casa?
-No-negué con la cabeza, coqueta-. Óscar conocía esta calle ya.
-¿Óscar?-frunció el ceño.
-Mi chófer-le expliqué.
-Oh-se sorprendió-. Debes de ser una chica muy importante-alzó las cejas, divertido.
-No sabes cuanto-chasqueé la lengua.
-Entonces-bajó la mirada-, yo debo de ser un afortunado al ir contigo-me volvió a mirar y yo solo pude sonrojarme.
No dijimos nada y le guié hasta mi coche donde Óscar nos esperaba.
-Hola-saludó amabilmente Jeremy.
-Este es Jeremy y este es Óscar-les presenté.
-Encantado-Óscar sonrió de oreja a oreja, divertido.
-¿Qué tal Valencia? ¿Te gusta?-arrancó el coche.
-La verdad es que al principio le veía todo lo negativo; he dejado una vida allí en San Francisco y es difícil empezar una nueva vida en otro continente, pero poco a poco te acostumbras y te va gustando-lo miré por el rabillo del ojo, sonriente.
-¿Conoces muchos sitios y tal? Giselle puede hacerte de guía…-me miró por el retrovisor y le regalé una mirada fulminante.
-Él ya lo sabe que puede llamarme siempre que pueda-dije sonando lo más tranquila posible, sin nervios.
-Sí, lo sé-dijo-. Algún día te llamaré-me dio un pequeño golpe con el codo.
-¿Y en qué trabajan tus padres?-siguió con el interrogatorio.
-Mi padre es jefe de una fábrica de importaciones, Leghton S.A es aquí. ¿La conocéis?-asentímos-. Y mi madre es profesora de inglés.
-Eso está muy bien-concluyó Óscar pasando un cruce y parándose frente a la casa de Georg-. ¿A qué hora paso a por vosotros?
-Sobre las 7 y media está bien, ¿no?-miré a Jeremy.
-Por mi perfecto-se encogió de hombros.
-Estupendo. Hasta luego-nos despedimos.
-¿Aquí sois todos ricos?-comentó cuando vio la casa-mansión de Georg.
-Creo… que sí-ladeé la cabeza-. Pero tu que digamos no es que tengas una casa muy pequeña.
-Lo cierto es que no-rió-. ¿En qué trabajan los padres de él?-preguntó mientras nos dirigiamos hacia su puerta.
-Su madre es abogada y su padre psicólogo. Se mudaron aquí pensando que no había tanta delicuencia y que no habían tantos locos-bromeé y al parecer le gustó, empezamos a reírnos cuando Georg abrió la puerta de golpe.
-¿Cuál es el chiste?-nos miraba a los dos con el entrecejo fruncido.
-Creo que no lo entenderías-puse mi mano en su hombro y le aparté un poco para entrar a su casa.
-Sí, claro Giselle. Tú como en tu casa-me di la vuelta para sonreírle.
-Sabes que tu madre me deja entrar aquí cuando quiera.
Y era cierto, no sé que encanto tengo, pero normalmente a las casas que voy sus madres siempre me piden que vuelva y eso, que a veces pienso que lo máximo que he hablado con ellas ha sido un “hola” y “adiós”.
Sin decirme nada ya sabía a donde teníamos que ir; bajando las escaleras de caracol que había en el centro del hall encontraríamos la sala de juegos de Georg donde a continuación, encontraríamos su estudio donde efectivamente, Gustav jugaba a la Play Station 3.
-¿Todavía en este nivel?-exclamé viendo el mismo pasadizo del Príncipe de Persia II.
-Es que… se me resiste-oí que murmuró una maldición cuando volvió a caer.
-Déjalo, ahora tenemos trabajo que hacer-enfadado apagó el aparato y se reunió conmigo.
Hablando tranquilamente entraron Georg y Jeremy que escuché como Georg fardaba de su casa un poquito más.
-¿Empezamos?-dijo Gustav.
Georg nos señaló a la mesa que teníamos enfrente nuestra, donde ya estaba el libro de matemáticas preparado con el oredenador encendido en una página, donde pude leer, Ruffini.
-¿Cómo lo haremos?-preguntó Georg a la vez que nos sentamos todos.
-Primero me tiene que salir, después lo que queráis-murmuré.
-Está bien, ¿qué es lo que no te sale?-dijo Jeremy sentado a mi lado.
-Pues…-era difícil dejar de mirar esos grandes ojos clavados en mí con mucha dulzura; estaba dispuesto a ayudarme hasta que lo entendiera-. ¿Cuándo hay que usarlo?
-Cuando el exponente sea mayor de 2-cogió un papel y empezó a hacerme una ecuación-. Pongámosle 3, ahí ya tienes que utilizar Ruffini, ¿sabes hacer eso?
-Sï, creo que sí-dije dubitativa.
Me pasó el papel y el bolígrafo; cuando fui a cogerlo nuestras manos rozaron y el contacto de su piel hizo que me tensara un poco.
Sin distraerme más, bajé la vista al papel y usé mis habilidades en esto, que por suerte, creo que no era muy difícil.
-¿Así?-enarqué una ceja, con miedo de quedarme en vergüenza por no hacerlo bien y tirarme aquí tres horas.
Jeremy cogió el papel; desvié la mirada hacia mis amigos que miraban atentos a Jeremy esperando el resultado.
-¿Ves cómo no es tan difícil?-me sonrió-. Sabes hacerlo.
-¡Yuhu!-Georg y Gustav empezaron a aplaudir-. Es que es muy canzona y no le gustaba decir que si sabía hacerlo-dijo Gustav con sorna. Le dediqué una mirada de reproche, pero que después, nos hizo gracia.
-Entonces todo sabido ya… ¡empecemos!-Georg nos animaba a no aburrirnos en una tarde entera.
***
-Pero Giselle no nos hizo caso y ella se tiró desde una altura que yo no haría-contó Georg entre risas como todos.
Me dolía el estómago de la risa.
Cuando terminamos un par de ejercicios empezamos a contar anécdotas, y casi todas tenían que ver con meteduras de pata mías, y la tarde se nos acabó.
-Bueno, ¿y qué querías que hiciera?-le repliqué-. Yo tenía ganas de hacerlo y no es mi culpa si tu eres un cagueta-le di un pequeño golpe al brazo de Georg.
Esta última anécdota era de cuando nos fuimos al campo y por casualidad, encontramos un río. Bill y Tom se tiraron de una alta roca y yo no iba a ser menos.
El sonido del telefonillo interrumpió nuestras risas. Georg se levantó para contestar.
-Entonces eres una chica a la que le gusta el peligro-dijo Jeremy alzando las cejas.
-Espera a conocerla mejor-Gustav se puso una mano en la cabeza.
Jeremy pilló la indirecta y empezó a reírse más.
-No te rías más-reproché.
-Es que, me hubiera encantado verte saltar-confesó con un brillo en sus ojos.
-No es mala idea-miramos a Gustav-. Un día que haga buen tiempo podríamos ir, ¿no?-miró a Georg que se incorporó a nosotros.
-¿A dónde? Bueno-nos miró a nosotros-, Óscar está a fuera.
Jeremy y yo nos levantamos.
-Gustav decía de volver al río-le comenté.
-Me parece estupendo-se alegró-. Me gusta la idea.
-Tú te apuntas, ¿no Jeremy?
-Claro-asentía con la cabeza.
-Pues ya haremos planes. Nos vemos mañana chicos-cerramos la puerta tras nosotros.
Mientras subíamos las escaleras nos quedamos en silencio. Estábamos solos y, me encantaría aprovechar el momento.
Lo miré por el rabillo del ojo, esperando alguna señal de que también deseara tener un minuto más de soledad conmigo y hacer esperar un poquito a Óscar.
-¿Mañana qué haces?-me preguntó.
-¿Mañana?-me pilló por sorpresa. Balbuceé un poco-. Estaré en casa, supongo-me encogí de hombros.
-Si quieres, puedo pasarme a… ver que haces-esbozó una media sonrisa, divertido.
-Por supuesto-dije automáticamente.
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TSUPDOAA
Bill Kaulitz es un chico que todo lo tiene, inteligente, atractivo, cariñoso... Junto a su hermano gemelo Tom y sus dos mejores amigos: Georg y Gustav, se van a embarcar en la aventura de pisar por primera vez la universidad donde se volveran locos por las...sí, las chicas.
Pero Bill queda embobado por una rubia pero lo que no sabe el es que tendrá que recurrir a su peor enemiga para poder conquistar su corazón.
La pregunta es, ¿conquistar el corazón de la rubia o el de su peor enemiga? ;D
Da click abajo para leer todos los capítulos ;)
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